Labios, copas y tricomas. Cap_6
6.-
Helen
me saludo desde lejos, alzando una mano, y me di cuenta de que tenia
un sobre en la otra mano al acercarme a ella. - Hola, ¿que haces por
aquí?- Pregunté, todavía un tanto extrañado por que me estuviera
esperando en la puerta de mi portal.-Pues no sé cómo explicártelo.
¿Ves este sobre? Me lo ha dejado alguien en mi buzón y da la
casualidad de que es para ti. He flipado pero no lo he abierto, por
si fuera algo privado, pero con las ganas me he quedado, asique he
venido para dártelo, para que lo habrás y resuelvas este pequeño
misterio.- Me pasó el sobre sonriendo. Era el típico sobre marrón
que podía hacer de portafolios . Dentro había tres fotos. Helen me
dio espacio para verlas con algo de privacidad. En la primera foto
salía yo corriendo por el medio de la pista de hipódromo la noche
anterior, en la segunda Karl y yo aparecíamos sentados, hablando, en
el suelo del bosquecillo de la noche anterior, también, y en la
última se me veía con Mike en el hotel y, por lo coloradas que
teníamos los dos una oreja, la foto era de aquella misma mañana.
Sin duda quien fuera que había dejado el sobre en el buzón a Helen
lo había hecho para que me diese cuenta de que me tenía bien
vigilado desde hace tiempo y tan bien vigiliado que sabía hasta
donde vivía Helen. No lo entendía, me hice miles de preguntas en
un segundo: “¿quién y por qué había sacado estás fotos?, ¿para
qué me las enviaba?, ¿qué cojones estaba pasando?, ¿por qué me
vigilaban?,¿desde hace cuánto? Por lo menos desde que conocí a
Helen, eso está claro.” Y continué hasta que Helen me sacó de
mí mismo.-¿Son fotos? ¿Puedo verlas? Por favooor.- Dijo, ya
cansada de verme mirando una y otra vez las fotos. No se las quería
enseñar para evitar que pudiera preguntar algo que no supiera
responder y se me ocurrió rápidamente algo para que no las quisiera
ver. -No sé, ¿quieres verme jodido del estómago y cagando en medio
del campo?- Y, jugándomela, le enseñé una foto rápidamente, la
que más podía colar, la que aparecíamos Karl y yo sentados en el
bosque, y ella se giró para no verla mientras se llevaba las manos a
la cara. Me había salido bien. - Es una broma de Dan, porque me
acuerdo que me saco estas fotos, pero el cabrón dijo que las había
borrado, y seguramente habrá participado Rebeca dejándote el sobre
en tu buzón. Has hecho bien en no ser una cotilla, hubieras visto
unas imágenes que se te habrían quedado grabadas el resto de tu
vida.- Dije, fingiendo la risa y guardándome el sobre, con las fotos
dentro, en un bolsillo del pantalón . - Sois un poco asquerosos, ¿no
crees? Y te podías haber ahorrado especificar tanto, eh. Ahora mismo
no sé cómo mirate a la cara.- Dijo ella sonriendo. Se lo había
tragado. -Ya se la devolveremos tu y yo. Ya veras, se van a enterar.
- Contesté, queriéndole poner fin al tema. -¿Subimos y nos tomamos
una copa de vino mientras lo planeamos?- Puso cara de mala tras
decirlo y se acercó para morderme el cuello. -Pues la verdad es que
tengo algo de prisa, se supone que he quedado en un rato, asique no
sé.- Le dije bajito mientras seguía encaramada a mi cuello.
-Veeeenga, lo planeamos rápido, prometido. - Con tono de niña
pequeña, y ya dejando mi cuello en paz, dijo sonriéndome divertida.
¿Por qué cojones me costaba decirle que no? ¿Por qué no me había
llamado Lys aún? ¿Estaría esperando que la llámase o estaría
ocupada? Tal vez hubiera cambiado de idea, hecho otros planes, y se
había olvidado de mi. - Si no quieres no, eh, tampoco te voy a
obligar a que me dejes subir a tu casa.- Volvió a hablar ella al ver
que yo tardaba en decidir. - Es que estaba pensando en que sí que
tengo algo de prisa, la verdad, si no ya sabes que si, idiota.- Logré
decir por fin. Ella puso cara de decepción, pero después sonrió.-
Vaale. Pues nos vemos.- Y se estiró para morderme el labio de abajo,
terminando en un beso. No pude resistirlo, besaba muy bien. - Bueno,
ahora sí, me voy.- Dijo ya apartándose y andando para atrás.
Cuándo ya iba a entrar en mi portal la escuché desde un poco más
lejos. - Y, por cierto, llámame.- Y siguió andando.
Entré
en el portal y, una vez dentro, me dio por llamar a Lys, que contestó
casi al primer toque.
-Hola,
te iba a llamar ahora mismo, que casualidad. ¿Cómo vas? Yo ya estoy
casi preparada.- Dijo y la note bastante animada. -Yo acabo de llegar
a casa, me pego una ducha rápida y cuando me digas te paso a buscar,
¿sí?- Le respondí a la vez que note que me había contagiado su
ánimo. - Vale, te espero.- Dijo, suavemente. - Perfecto, capitana,
nos vemos en un rato.- Y colgué sin poder dejar de sonreír. “Te
espero”. Esas palabras, por un momento, me hicieron sentir cómo si
me flotará, por un momento, lo fueron todo. “Te espero”. Y yo
pensé que se había olvidado de mí. ¿Por que las personas somos
tan inseguras? ¿Por qué había tardado tanto en llamarla para verla
está noche si era lo que más quería hacer en este momento? Caí en
la cuenta, mientras subía las escaleras del portal pensando en ello,
de que siempre había sido así de inseguro en realidad y que también
lo había notado en muchas personas. Era cómo si nos blindáramos
para no sentir nada por miedo a demostralo y, así, no tener que
sufrir por nadie ni dejar que nadie nos hiciese daño. Lo peor es que
casi todos buscamos que demuestren el amor que nos tienen sin
permitirnos mostrar el nuestro porque eso nos dejaría expuestos.
¿Por que no nos dejamos de hostias y somos sinceros con nosotros
mismo, actuando según lo que sentimos y por lo que pueda pasar?
¿Tanto nos cuesta entender que lo que tenga que pasar, pasará, pero
que nuestra felicidad es nuestra y nos debemos a ella? ¿Por qué no
dejamos que nos mueva el corazón y no el miedo a no ser suficientes?
Llegué a la puerta de mi piso y, metiendo la llave en la cerradura,
la abrí. Cuando entré estaba todo el salón lleno de humo y Dan,
con canuto de entre diez a quince centímetros en la mano, sentado en
el sofá con una tía con los ojos ya bastante rojos y con cara de
que no iba a aguantar el canuto que tenía Dan. -¿Que pasa tío?
¿Unos tiros? Por cierto ella se llama.. Rachel.- Consiguió decir,
arrastrando las palabras. No había contestado cuando se abrió la
puerta del baño y apareció Cortés, con un baso en la mano y
yéndose un poco hacia los lados, tirando parte de la bebida que
llevaba en el vaso. La presencia de Cortés lo explicaba que Dan
estuviera tan borracho y con un porro de esas dimensiones entre las
manos y que la chica del sofá no pudiera casi ni hablar. Cortés en
lo que se refería a fumar y beber jugaba en una liga superior al
resto de mortales. Yo todavía no entendía cómo un tipo tan delgado
era capaz de aguantar todo lo que se echaba encima. -¿Qué pasa
John? ¡Bienvenido a casa colega!- Dijo Cortés mientras se agarraba
a mí para no caerse. -¿Te das cuenta de que es mi casa, verdad,
Cortés?- Le contesté, mientras le ayudaba a sentarse en una silla.
Mirando a Dan y, poniendome un poco serio, le dije.- Hacer lo que
queráis, pero que no haya ni un puto problema con los vecinos, eh, y
si lo hay, que no me entere, Dan, que me quiero ir tranquilo,
¿entendido?. - Dan me miro, sin fijar en mi la mirada del todo, y
movió la cabeza de arriba a bajo muy rápido cómo diciendo, “por
supuesto tío, entendidísimo.”. Di por zanjado el tema y fui hacia
mi habitación mientras Cortés decía de poner música y se quejaba
de Dan por ser “muy flojo”. Abrí mi armario para ver que ropa me
quedaba limpia y qué ponerme esa noche. Elegí una camisa negra que
me quedaba un poco ajustada, con uno vaqueros claros rotos, de
fabrica, por las rodillas y unas Vans negras , lo más formal que
tenía de calzado. Me duche mientras cantaba, primero, “Still
Waiting” de “Sum 41” y después “Smells like teen spirit”
de “Nirvana”. Salí de la ducha y me dio por afeitarme la broma
de barba que tenía, ya sin cantar, pero escuchando “Come as you
are” de “Nirvana” también. Me engalané todo lo que pude y
comprobé cien veces si estaba bien peinado. Cuando estuve preparado
fui al salón para despedirme y aproveché para darle un trago a lo
que bebía Cortés, que era Ron. Me marché tras recordarle a Dan que
no quería problemas y a Cortés que estaba en mi casa, no en la suya
y que tuviera cuidado, se lo pedí por favor para ver si así se le
quedaba grabado en la memoria saturada por los porros y el ron.
Cuando
baje las escaleras y salí del portal. Ande, tranquilamente entre la
gente, hacía donde había aparcado, pensando en la noche que tenía
por delante. Subí al coche y arranqué. Sabía más o menos donde
vivía Lys, que también vivía con su hermano mayor, Albert, cerca
del centro comercial “Honeymoon” , en el centro de la ciudad,
porque me lo había dicho cuando empezó en el “Palace”. Albert
,su hermano era Doctor en el hospital privado “ Saint Lucas
Hospital”, que estaba cerca del “HoneyMoon”. No me había
hablado mucho sobre su familia, en realidad sabía muy pocas cosas
sobre ella. Conduje hasta el parking del centro comercial y la llame
para decirle donde estaba. Apareció, tras un tiempo que se hizo
eterno y en el que cuanto más pasaba más nervioso me ponía. Me di
cuenta de que me sudaban las manos cuando la vi viniendo hacia el
coche. Iba vestida con una camiseta rosa de “Hollister” con unos
vaqueros claros y llevaba una sudadera, también rosa, de la mano. -
Hola, siento haber tardado tanto en bajar, es que no encontraba las
llaves y no me iba a ir sin ellas.- Dijo mientras se montaba en el
coche y tras lo cuál nos dimos dos besos en las mejillas. - No
pasa nada, boba.- Contesté sonriéndole y continue hablando.- Bueno,
¿qué? ¿A dónde quiere ir la señorina? ¿Tienes algo pensado? - -
Había pensado en empezar tomando algo en un bar cerca de la playa,
se llama “La Cueva de Mustafá”, es en plan árabe, tienes que
sentarte en suelo, entre almohadas y todo, ah, y la música también
es árabe. Pensé que te gustaría, porque con todo lo que consumes
de allí se podría decir que tú también tienes algo de árabe. -
Contestó y se empezó a reír.
-Que
graciosa, eh, pues tampoco fumo tanto.- Dije y vi cómo le cambiaba
la expresión cómo diciendo “¿En serio me lo dices?” Asique
rectifique.- Bueno, tal vez si que fume bastante, pero no tanto cómo
te imaginas. - - Ya, ya, ya.., bueno, ¿vamos allí?, ¿te convence?-
Contestó, sonriendo una vez más. - Bueno, me convences tú, con eso
vale.- Dije y arranqué.
En
el viaje le fui contando lo que había pasado esta mañana en el
hotel y ella se reía con mis exageradas imitaciones de Doc gritando
y volviéndose loco. Y se rió aún más cuando le dije el nombre que
con tanto secreto había guardado Doc, aunque al principio le costó
creérselo.
Llegamos
entre risas al garito, coronado por un cartel, bastante grande, en
forma de cachimba en el que se podía leer, de arriba a bajo, “La
cueva de Mustafá” y al verlo me fijé en que había terrazas a
distinta altura. En la entrada había unas escaleras que bajaban ha
un subterráneo en el que había alfombras sorteadas por el suelo y,
encima de las alfombras, mesas bajas rodeadas de cojines. Seguí a
Lys, que conocía el local, por unas escaleras que llevaban a una de
las terrazas de los pisos superiores, en las que también había
alfombras, mesas bajas y cojines. Nos sentamos y rápidamente
apareció un camarero al que Lys le pidió un “San francisco” y
yo, para no desentonar, un , “Manhattan”.
Lys
y yo hablamos de chorradas y nos reímos casi todo el tiempo, excepto
cuando el tema de conversación pasaba a cosas más serias cómo
política y esas sandeces de las que nunca se deberían hablar en una
“primera cita”. El camarero, con la tercera ronda, en la cuál
cambiamos de cócteles a un “Alexander”, para Lys, y a otro que
se llamaba “El Millonario”, que lo había pedido yo sólo porque
me hizo gracia el nombre, pero estaba buenísimo, nos trajo una
cachimba, a la cuál invitaba la casa, con sabor a frutos del bosque
y arándanos, y se la agradecí mucho pues estaba intentado no fumar
tabaco delante de Lys, o por lo menos lo mínimo. Me sentía un
privilegiado junto a ella, por poder escucharla reír, porque se
riera de mis bromas, por poder vivirla, y es que me di cuenta de que
eso era lo que quería, vivirla, estar en cada una de sus risas y de
sus malos momentos.
Cuándo
salimos de “La cueva de Mustafá” fuimos a la playa, entre risas,
comportándonos cómo niños pequeños, haciendo de todo un motivo
para seguir riendo hasta que nos sentamos en unas tumbonas que
estaban amarradas los postes de unas sombrillas. Mientras me encendía
un cigarro, porque no aguantaba más el mono, ella dijo.- Me voy a
tener que marchar ya porque mañana madrugo, aunque no quiero irme.-
Y, viéndolo claro y armándome de valor, con el corazón a mil por
hora, tiré el cigarro y la besé. Tampoco pude aguantar más para
hacer eso. Nos besamos sin prisa, sin lujuria, con amor. No sé
cuánto rato nos estuvimos besando, pero no podía parar de hacerlo,
era cómo si tuviera miedo de que, cuando dejase de hacerlo, se
evaporara, cómo si toda esa noche hubiera sido un sueño, pero
cuando conseguimos parar, ella no se evaporó y no era un sueño,
aunque me sintiese cómo en uno. - Llevame a casa, venga.- Dijo
sonriendo, pareciendo consciente de que yo quería quedarme a vivir
en aquel momentor. - Vaaaale. - Empezamos a andar y ella, cómo por
un impulso, me dio la mano mientras abrazaba mi brazo y yo le di un
beso en la frente cuando apoyó su cabeza en mi hombro. Andamos, en
un dulce silencio, hasta el coche, donde volvimos a empezar a
bromear, esta vez, con quién de los dos besaba mejor.
Antes
de que pudiera darme cuenta estaba aparando otra vez en el parking
del “Honeymoon”. -¿Te veo mañana?- Me preguntó, poniendo ojos
de niña buena. - ¿A qué hora sales mañana del hotel?- Contesté
como quién no quiere la cosa.- A las diez, mañana tengo tu
horario.- Dijo, todavía con aquella mirada de buena. - ¿Te paso a
buscar y vamos a la cueva del Mustafá?- Volví a contestarle. -
Me parece perfecto. Pues nada, hasta mañana, que duermas bien.-
Dijo, dándome un beso en la mejilla y abriendo la puerta del coche,
pero logré alcanzarle la mano y la atraje hacia mí para darle un
beso en los labios. - Ahora si que son buenas noches. Hasta mañana
anda.- Dije, cayándome dos palabras más que me pareció tonto decir
en aquel momento, y ella, sonriendo, salió del coche cerrando la
puerta tras si misma. Esperé hasta que cruzase la esquina por la que
la vi venir para arrancar el coche de nuevo, esta vez, hacia mi casa.
Cuando
llegué Dan, Cortés y la tía con la que estaban, se habían ido,
eso sí dejando otra vez la casa hecha un puto desastre, hasta se
habían cargado la puerta del baño. No me cabreé, nada parecía
afectarme aquella noche, hasta que vi el sobre marrón dentro del
pantalón del trabajo. Lys había conseguido que me olvidase por
completo de aquellas fotos.
No
sé porque, pero empezaron a temblarme las piernas y a dolerme el
estomago cuando empecé a verlas otra vez. ¿Que significaban esas
fotos? ¿Quién las habría hecho? Estaba seguro de que ni Jim ni
Richar, ni ninguno de sus hombres habían sido, pues, si no Mike ya
sabría que, Karl, Paul y yo, lo seguimos la noche anterior al
hipódromo. ¿Me habrían seguido está noche?¿Habría puesto en
peligro a Lys por ser gilipollas y no tener la cabeza bien puesta?
Cada vez todo era más raro y empezaba a tener la sensación de que
las cosas no iban a mejorar. Me tranquilicé cómo pude, fumándome
un buen leño y me fui a la cama pensando en que mañana tenía que
quedar sí o sí con Karl y empezar a poner respuestas ante tanto
interrogante.
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