LABIOS, COPAS y TRICOMAS. PRIMERA PARTE.
1.-
Sonó el móvil, era Dany. - Jonh, hermano, ¿qué tal estás? Te
iba a decir.. puedes venir a un garito que se llama “El mal querer”, está en
las afueras, sé que es tarde tío, pero es importante.- Estaba muy desanimado
por su tono de voz y ya me imaginaba cual era el motivo.
- Sí que es tarde, estoy en mi piso en plan tirado, pero si
dices que es importante y que me necesitas, voy. - Le dije en plan de broma,
estaba deseando salir. - Voy ya para allá, ¿has llamado a estos para que
vayan?, ¿Dónde dices que está el garito? – Pregunté, aunque me quería sonar el
nombre del bar.
- Sí, les llame, Mike y Karl dijeron que vendrían, que
estaban juntos, lo demás estaban ocupados. Ah, y el garito está al lado del
parque Folk, ya sabes, en las afueras, carretera al hipódromo. Mike ya sabía
cuál era, pensaba que tú también. – Contestó Dany y le note en la voz un poco
más de ganas.
- Vale, daré una vuelta por la zona para encontrarlo, no te
preocupes. Ahora nos vemos, hermanito.- Y colgué el teléfono móvil.
Me puse las zapatillas, unas “Asics Gel” blancas recién
estrenadas, y sin peinarme siquiera baje a la calle, y fui a buscar mi coche.
No era una gran cosa, un Citroen Saxo color plateado, pero era mi fiel corcel,
me llevaba y me traía a salvo, no podía pedirle más.
Conduje rápido, pero no nervioso, la ciudad estaba tranquila,
era lunes por la noche y no solía haber tráfico a esas horas. Iba fumando,
tranquilo, pensando en porque Dany habría ido a aquel garito tan lejano, cuando
siempre vamos al mismo, fielmente, casi todos los días, “La primera”. Ya era como nuestro segundo o
tercer hogar, era “nuestro garito”, cómo nos gustaba decir, y ya conocemos a
todo el mundo allí: Alice y Dana, las camareras, Tom, de Dj y todos los que
suelen ir por allí ya nos conocen. “No sé porque no ha ido allí está noche.”
Pensé.
Más o menos me
imaginaba porque nos había llamado Dany esa noche, habría discutido con sus
padres o entre ellos. Esa familia era una locura y él a sus diecisiete años ya
había vivido más que muchos.
Ya estaba llegando al parque Folk, vallado y oscuro. Pase
enfrente de la puerta principal, en la cual había un par de putas, seguramente,
que no habían conseguido aún subirse a ningún coche o se acaban de bajar de
uno. Cruce a la izquierda y me metí por una calle que estaba bastante oscura y
vacía, gire a la derecha y volví a girar a la derecha, dirección al parque otra
vez.
Lo encontré y aparqué justo en frente.
“El mal querer, Pub”, uno de esos tugurios de mala muerte a
las afueras en el que mujeres, ya no tan atractivas ni tan jóvenes, buscan comerse la bolsa de algún
triste y simplón borracho. “El mal querer, Pub”, dictaba un rotulo de luces de
colores que señalaba la entrada. Al lado había un chino 24horas que hacia
esquina, la cual al cruzarla daba al parque folk que estaría lleno , a esas
horas, de putas y yonkys. De hecho ya estaban en la puerta del garito. Entré
sin mirar a nadie, no había portero.
Allí estaba él, con
los codos y la cabeza apoyados en la barra, con una copa de lo que seguramente sería
Jack Daniel´s enfrente, y con un cigarro de la boca, mirando al suelo.
Una de esas mujeres le miraba, tal vez esperando que se
quedará dormido para robarle o con interés de llevárselo a la cama. Dany, o Dan
como le llamábamos nosotros, siempre había atraído la atención de las mujeres,
sobretodo de las jovencitas que llenaban el centro de “Sugar Hills” formando
pequeñas manadas el centro los fines de semana y de las turistas que invadían
las playas de . Pero esta vez no iba a dejar que ninguna mujer, jovencita o no,
calentará la cabeza a Dan.
-Póngame un wiskey solo, Jameson, por favor. - Dije al camarero
todo lo alto que pude, pues la música Country que sonaba en aquel tugurio
estaba muy alta, mientras ponía un taburete al lado del de Dan, que había
levantado la cabeza para verme llegar.
-John, tío, gracias por venir colega, no sabía a donde ir por
eso he venido aquí. - Me dijo después de nuestro típico saludo ritual. Ya no
tenía el cigarro en la boca.
- Tranquilízate va, ¿quieres un cigarro? Toma.- Saque el
paquete de malboro , me metí los dos cigarrillos en la boca, los encendí a la vez
y después le pase uno, le dio una larga calada.
- No sé qué hacer tío, a mi madre se le va la cabeza y encima
el otro subnormal no deja de pegarla y a ella es como si no le importase, como
si lo prefiriera a verse sola, o sin él… ya no lo sé.- Ahora cogió el vaso y lo
vació en un instante, era cómo si el alcohol no le quemase, como si algo en él,
ya estuviera ardiendo.
Lo miré y no dije nada, sabía, por fortuna o por desgracia,
que en estas ocasiones es mejor escuchar que hablar, seguir cada una de las
palabras y darles la importancia que merecen. Él tampoco dijo nada más, estaba
esperando. Mejor dicho, los dos esperábamos a los que faltaban.
Los dos acabamos la siguiente ronda y una más mientras
mirábamos aquel local, pues nunca habíamos estado en él, era un local antiguo,
con sillas y mesas viejas, algunas medio rotas por años de uso o por alguna
pelea entre borrachos, espejos en casi todas las paredes, algunos más nuevos
que otros, un escenario con una barra americana para las maduras “bailarinas”,
que hacían su espectáculo debajo de unos faros rotos, quizá por la misma razón
que las mesas.
Donde estábamos nosotros no era mucho mejor, un camarero
sucio y descuidado detrás de una barra sucia y descuidada. Todo y todos
parecían tristes en aquel tugurio. Los pocos hombres que había estaban
demasiado borrachos como para cumplir con alguna de las bailarinas, las cuales
les robarían cuando alguno lo intentará. Ellas, mientras tanto, bailaban de una
en una en aquel cutre escenario, con música country de fondo y sin ningún
estilo.
Justo cuando iba a preguntarle al camarero si él era el dueño
del garito aparecieron Mike y Karl. Uno alto, rubio, con ojos azules, que le
hacían parecer siempre ilusionado, lo cual conjuntaba muy bien con la sonrisa
que siempre tenía en la cara, a excepción de momentos más serios. El segundo,
más bajo, con el pelo oscuro y la tez blanquecina, con unos ojos oscuros que
escudriñaban todo lo que pasaba.
Llevamos toda la vida juntos, nos conociamos a la perfección
y, para mí, era como si el destino los hubiese puesto a cada uno de nosotros en
la vida de los demás. No había fracturas entre nosotros y si había problemas
siempre se hablaba y se superaban juntos, pasará lo que pasará. Así que cuando
Dan nos llamó, nadie sé planteo si ir o si no.
-¿Que pasa chavales? ¿Qué ha pasado Dan? - Dijo Karl, tras
saludarnos a Dan y a mí.
Mike en cambio, se dirigió directamente al camarero.- ¿Que
pasa Julius, y esa cara tan larga, no va bien el negocio? –
-Hola, Mike, cuanto tiempo tío, me alegro de verte. Como ves,
ya no va también como antes, aunque los fines de semana se sigue llenando,
tendrías que venir Mike, tú y tus amigos.- No sé por qué no me lo imaginé.
Mike conoce a todo el mundo de los suburbios y del mundo de
la noche más, pues su padre se dedicaba a proveer de alcohol a todos los
garitos de la ciudad y siempre se llevaba a Mike con él. Según él mismo dice,
nació y morirá en un bar.
- No sé yo Julius, veo que las chicas ya no son lo de antes,
y mucho menos el garito, pero de momento ya me tienes aquí, pon una ronda de un
buen wiskey, el mío y el Karl con Cola, ¿Jonh, con naranja, verdad?- Me
pregunto sabiendo ya la respuesta.
- Ya lo sabes Mike.- Dijo Dan a Mike, y mirando a Julius le
dijo. - El mío con Cola, por favor.
-Nadaaa. - Dije. - Termínate tu copa y después pides otra,
que tenemos que hablar, ¿no? - No muy de buena gana, pero Dan aceptó.
Cuando el camarero nos
puso nuestras copas nos trasladamos los cuatro a una de esas viejas mesas, la
más alejada, donde Dan pudiera hablar tranquilo.
Empezó cabizbajo, como si estuviera castigado o fuera a ser
juzgado por alguien, pero se le escuchaba bien a pesar de eso y de la jodida
música Country. - Joder, no os lo imagináis, se ha ido todo el fin de semana de
casa para gastarse el sueldo en putas y alcohol y ha vuelto llorándole a mi madre.-
Cogió aire. Cada vez tenía los ojos más llorosos y le temblaban las manos de la
rabia, pero consiguió seguir.- Ella se ha hecho la fuerte y ese hijo de puta no le ha dado opción, la ha
callado de un puño. No he podido más, he cogido un cuchillo y le he echado de
casa. Me dan igual sus amenazas, la próxima vez lo mato. - Ya llorando, con los
puños cerrados. No era el único de los cuatro. Siguió. - Ella me ha echado
diciendo que lo tenía controlado, que no tenía que meterme, que todo era por mi
culpa. No he podido más y me he marchado, no sé qué hacer. Voy a buscar trabajo
o lo que sea, no voy a volver. - Cuando acabó, nos encendimos un cigarro, sin
mediar palabra, sin mirar a Dan para no hacerle sentir débil.
Bebimos mientras escuchábamos esa estúpida música country y
veíamos bailar, a lo que a cada trago, parecían mujeres más apetitosas.
Yo sólo pensaba en lo puta que es la vida, en que nadie
debería vivir eso, menos con sus padres.
Se supone que son los que deberían querer y proteger a Dan
ante todo en la vida, justamente, de todo esto. Supongo que no todos los padres
quieren a sus hijos y que, al final, querer también es una decisión, incluso a
los hijos. Nadie está obligado a querer a nadie, ni por motivos morales, ni por
lazos sanguíneos, ni por nada.
Fue Karl el que habló primero - Pero, Dan, tú madre no es
consciente de lo que hace… es como si estuviera enferma, ciega. –
Dan no tardo ni medio segundo y le contesto.- Que le den por
el culo, estoy ya muy cansado Karl, siempre haciéndose la víctima, la tratáis
como si fuera idiota y no lo es, sabe perfectamente lo que pasa, lo he hablado
con ella, ¿Sabes? Y siempre me promete que no volverá a pasar, que le echará
definitivamente, y nunca sucede, yo ya creo que le gusta, que es forma de
quererse, y, ¿sabes? Paso completamente de eso, tengo derecho a hacer mi puta
vida. - Fue Tajante con ese tema, no tenía pensado volver.
- Os necesito chavales. Jonh,-Dijo girándose hacia mí y
mirándome a los ojos.- Puedo quedarme en tú piso, ¿verdad? Será un tiempo sólo,
en lo que encuentro curro y todo eso. - Se notaba que lo había soltado todo,
que había aligerado el peso, que lo había compartido, se le notaba más animado,
aunque tal vez fuese por él alcohol. Ya no parecía que le quemaba nada por
dentro, ese fuego, se había pagado.
- Claro Dan, aunque sabes que si no te vas rápido vamos
acabar en la mierda o matándonos. Y te huelen fatal los pies, así que te los
vas a lavar todas las noches, no quiero que el sofá huela a mierda por la
mañana. También, desde mañana a buscar trabajo…- Dije, pero Mike me cortó con
una gran sonrisa en la cara, una sonrisa que parecía querer decirle a Dan que
todo iba a salir bien
-Bueno, no le agobies ahora, es el momento de pasarlo bien,
vamos a subir a bailar con esas señoritas.- Y zanjó el tema.
Saltamos de nuestras sillas todos a una, y subimos al
escenario. Bailamos como vaqueros, es más echamos a la mujeres del escenario,
aunque alguna se nos unió a ese cómico baile, seguramente lo más emocionante
que pasaba en aquel lugar en mucho tiempo. Mike le tiro la copa a Karl, el cual
se puso serio y empezó a perseguirle para tirarle la suya por encima. Mike
sorteaba las bailarinas mientras se las tiraba a modo de obstáculo a Karl de
modo que parecía una versión del Mario Kart. Dan no dejaba de reír, y yo, les
miraba con una sonrisa de oreja a oreja mientras me encendía otro cigarro. Allí
estábamos los cuatro, como si nos pagasen por vivir despreocupados.
Para cuando Karl consiguió atrapar a Mike, éramos los únicos
en “El mal querer, Pub”. Las mujeres seguían con nosotros eso sí, ya que no
habían podido robar a ninguno de los viejos tristes, ¿Por qué no tirarse uno de
esos chavales ? A Dan ya le estaban comiendo la boca cuando Mike, bailando, no
muy sensualmente que se dijera, como una Stripper en la barra americana, la
tiro abajo junto con todos los focos y parte del techo.
- ¿Pero qué cojones haces Mike? ¿Pero eres tonto, estas bien?
- Dije entre risas.
Julius, que había levantado la cabeza en la barra para ver qué
había pasado estaba atónito ante lo que le mostraban sus ojos. Cambió de una
expresión bobalicona de incertidumbre a una cara que se iba poniendo cada vez
más roja. Mike, ajeno a Julius, cuando vio que no le había pasado nada a él
mismo, se empezó a reír a carcajadas, seguido de mí, mientras Karl, ya se hacía
a una idea de lo que iba a pasar mientras miraba a Julius acercarse, cada vez
más rojo.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡MIKE LOW, HIJO DE PUTA, TE VOY A REVENTAR LA
CABEZA, VEN AQUI!!!!!!- Grito Julius, cabreadísimo.
Julius, de unos cincuenta años, era un hombre gordinflón,
pero tenía fuertes brazos y una ancha espalda, aunque no era muy alto. Era
fuerte, pero no ágil, y para atrapar a Mike, había que ser ágil. Además, estábamos
el resto, las mujeres ya se habían ido tras todo el estruendo, hasta la que le
comía la boca a Dan.
Los tres nos preparamos para huir, pero no nos iríamos sin
Mike, el cual estaba en el suelo, lleno de polvo. Fue todo muy rápido, alguien
le tiro una silla a Julius que lo pilló de improvisto, quizá, porque, en su
cabreo, se había olvidado de nosotros tres. Yo empuje unas mesas para ponerlas
entre Mike y Julius en lo que Dan iba por Mike, que en verdad se había hecho
daño en un tobillo. Cuando Julius se levantó después del sillazo recibido es
encontró con un puño de Karl que lo noqueó.
Salimos de allí corriendo, con Mike cojeando entre Dan y yo
mientras se reía. Karl había aprovechado para robar unas cuantas botellas.
Corrimos, arrastrando a Mike, hasta una fuente que había dentro del parque
Folk, el que había cerca de “El mal querer”. Nos escondimos entre algunos arbustos,
estaba ya muy entrada la madrugada, ya era martes.
Bebimos todo lo robado y, mientras me fumaba un canuto, no dejaba
de recordarme a mí mismo que al día siguiente tenía que ir a trabajar.
2.-
Cuando me sonó el despertador me sentí un huésped en mi
propio cuerpo, como si no entendiera que estaba vivo ni nada de lo que pasaba
ni lo que había a mi alrededor. Me pesaba la cabeza, tenía el estómago
reventado. Tan reventado que en cuanto tome consciencia de mi propio ser, fui
corriendo al baño a vomitar una masa amarillenta llena de granos de arroz,
jamón york y lo que parecían ser guisantes. Después de que me cuerpo expulsara
todo lo que podía, y un poco más, fui a mi habitación, todavía con sudores
fríos y ganas de seguir vomitando, lo que me parecía imposible. Me senté en mi
cama y miré la hora en el móvil. Me había despertado pronto, bien por mí, nunca
sabe mal una victoria, aunque sea pequeña. No recordaba nada de la noche
anterior desde que llegamos al parque Folk. No sabía ni como cojones había
acabado en mi cama. Nunca he dejado de sorprenderme a mí mismo. Me iba a
explotar la cabeza y tenía que aguantar en el trabajo. “¿Y si hago como que
estoy malo?”, pensé, pero sabía que no podía permitírmelo. Llevaba poco en
aquel trabajo, era de camarero en el “Palace Center”, un hotel de los muchos
que hay en SugarCoast. Mikel y yo habíamos conseguido un trabajo que de momento
parecía estable. “No tengo tiempo de pensar en eso, date prisa, date prisa
Jonh”, me dije a mí mismo. “Recuerda el por qué, actitud joder”.
Fui a la cocina, en busca de alguna pastilla que me quitara
el dolor de cabeza. Entonces vi a Dan, dormido despreocupadamente en el sofá.
Me acordé entonces que había dejado que Dan condujese camino a casa pero desde
donde no podía recordar y me dolía más la cabeza al intentarlo. ¿Cómo cojones
había dejado conducir a Dan? Por lo menos habíamos llegado vivos. Después de
tomarme un buen café con unas cuantas pastillas que no sabía muy bien para que
servían o cuando las había comprado, me convencí a mí mismo de ir a trabajar si
o si y me encamine al baño. Debajo del agua calentita me volví a pensar si ir o
no a trabajar. Debajo del agua era incluso más difícil auto convencerme de que
tenía que ir. Fue duro salir de allí y ponerme el uniforme aún más si cabe. Me
lo puse lentamente, como si esperase una llamada diciendo que se cancelaba, que
hoy no hacía falta que fuese. Pero nadie llamo. Cuando me mire al espejo vi lo
que parecía una calavera con el pelo y ojos negros. Tenía las ojeras bien
pronunciadas, no sabía si quiera cuanto había dormido esta noche. Me peine lo
mejor que pude, me lave los dientes desganado totalmente, vencido y derrotado.
Antes de salir le deje una nota a Dan recordándole que tenía que buscar curro.
Encendí un cigarro, me puse las gafas de sol, y salí del
portal. Caí en la cuenta de que no sabía dónde cojones habíamos aparcado la
noche anterior. No tenía la más mínima idea de donde coño estaba mi coche, mi
corcel, el cual me había vuelto a ser fiel la noche anterior y yo, lo había
abandonado. Desconcertado, y un poco decepcionado conmigo mismo, fui a la
parada de taxi más cercana a mi casa, no tenía tiempo que perder buscando a mi
corcel.
Fui lo más rápido que pude pese a que las piernas no me
respondían bien, parecía por momentos que seguía borracho. Por lo menos no olía
a alcohol. Llegue y gracias al cielo había dos taxis parados, pues todo el
camino había ido pensando en la posibilidad de que no hubiera ninguno
estacionado allí. Subí al primero de los dos.
- Buenos días. Me puede llevar al “Palace Center”, que llego
tarde al trabajo.- Dije para que fuese lo más rápido posible, intentando no
balbucear, mientras me subía.
- Claro chaval, viaje exprés al “Palace”, no vayas a perder
el curro. – Contesto el taxista sonriendo, y habiendo entendido que tenía
prisa, arranco raudo y veloz.
Me fue explicando toda la ruta, porque tomaba cada calle,
como sintiéndose un héroe que rescataba aun desvalido de un final funesto. Yo
le sonreía y le asentía, no podía hacer mucho más, estaba a punto de vomitarle
el salpicadero. Pálido, le pague y como pude me baje del coche dándole las
gracias.
Algo me decía que hoy no iba a ser un buen día.
El coche de Mike estaba aparcado en la acera de enfrente. “El
cabrón ha llegado antes que yo.” Fui lo más rápido y elegantemente que pude,
intentando controlar mis pasos, hacia la entrada del personal, que se
encontraba detrás del hotel, donde estaban los contenedores de la basura y el
cobertizo del hombre de mantenimiento. Mike estaba junto al Metre, que en
realidad no sabía cómo se llamaba.
Era bajito, moreno de piel, pelo y ojos, con una sonrisa
amarillenta y desgastada por lo mucho que fumaba. Podía parecer que no imponía
pero cuando te daba un par de gritos las cosas te quedaban mucho más claras.
Todo le llamábamos Doc.
- Hola Jonh, ¿fiesta a noche verdad? Seguro que saliste con
este, pero tú por lo menos te has duchado, este cabrón sigue oliendo a sudor,
alcohol y no sé qué más. Quítate las gafas, que vienes al trabajo, no a un puto
After. - Y esos eran los buenos días de Doc, no podía reprocharle nada y eso me
molestaba un poco.
- Por lo menos hemos venido Doc y sabes que aunque sea de
rodillas vamos a sacar el trabajo. - Intenté defendernos ya que Mike no estaba
para gesticular palabra. - Deja que se dé un agua en los vestuarios del
personal y veras como cambia la cosa, tú tranquilo Doc, ya nos conoces, confía
en nosotros.
- Joder Jonh, no me vengas con esas cosas tan blandengues. Me
están apretando las tuercas los de arriba, ya os lo aviso, una más de estás y
estáis despedidos los dos. Ahora vete y dale un agua a este. Ah, y tomaros un
buen café que os voy a hacer trabajar pero bien hoy, me vais a recolocar todos
los almacenes, vamos, vais a limpiar mierda como nunca en vuestra vida, así os
lo pensáis mejor para la próxima vez, capullos.- Y se fue renegando hacía el
interior del Hotel.
Nosotros le seguimos lentamente hacía el pasillo del
personal, un pasillo estrecho que tenía salida a las basuras, donde se
encontraban ellos, al comedor, a la barra del bar del hotel, a la cocina y las
escaleras de las señoras del servicio de habitaciones. También había en aquel
pasillo una salida que daba a los vestuarios del personal. Allí había un
pequeño baño con una ducha.
Mike que seguía sin decir palabra solo hablo tras vomitar en
aquel baño. Después metió la cabeza debajo de la ducha, en la cual no había
agua caliente, entre quejidos y gemidos. Cuando saco la cabeza y me dijo que se
iba a dar una ducha me sorprendió bastante la verdad, pero también le hacía
falta.
Le deje allí mientras iba a por dos cafés. Lys, una compañera
del turno de mañana, estaba sola en la detrás de la barra, ya perfectamente
brillante y limpia, del bar del hotel, en donde no había ningún cliente porque
estaban todos en el chiringuito de la piscina o en la playa. Ella estaba
terminando de repasaba las copas y los vasos para el turno de la cena. Lys
tenía diecinueve años y era nueva en la empresa, como Mikel y yo. Éramos los
más jóvenes también, exceptuando a Paul, uno de los pinches de la cocina y
también uno de los nuestros, de nuestros amigos, que tenía ese día libre. Habíamos
encajado entre nosotros a las mil maravilla tanto que me hacía pensar en era
como si nos hubiéramos conocido en otras vidas. Lys, ¿cómo decirlo con
palabras?, era guapa, atenta e inteligente. Tenía un cuerpazo acompañado de una
cara angelical, con una sonrisa deslumbrante y unos ojos color miel, que a mí
por lo menos me volvían loco. Tenía pecas en la nariz y debajo de los ojos que
me parecían tan finas cómo las estrellas en el firmamento y el pelo rubio que
se tornaba dorado al sol. Estudiaba
enfermería y trabajaba en verano. Cuando la vi en la barra, por un momento me
olvide hasta de la resaca. Ella estaba de espaldas, así que lentamente pase
dentro de la barra y le tape los ojos por detrás.
- ¿Quién soy? - Dije imitando lo mejor que podía a Doc.
Se giró y sonriendo me dijo. - Idiota, me has dado un buen
susto, casi se me rompe la copa en las manos. Seguro que te hubiera parecido
gracioso. –
- Que va, esas manos no deberían tener que sufrir jamás, ni
trabajar. Deberían ser y estar inmaculadas.- Contesté y mientras me reía ella
me tiro el trapo con el que repasaba las copas a la cara.
- Idiota.. - Me sonrió, y para mí esa era la cura a mi
resaca.
Hice el amago de pasarle el trapo, y cuando lo iba a coger lo
retiraba, el típico juego tonto.
- Dámelo anda, no seas pesado, Jonh. - Dijo sonriéndome y
deje que lo atrapara. Me giré hacia la máquina de café y me dispuse a hacer un
par de cafés.
- Café para ti y para Mike, ¿verdad? Otra vez de resaca, como
vivís, encima llegáis al trabajo y os tomáis primero un cafecito, y después un
cigarrito, ¿no? - Dijo todavía sonriendo y soltando el aire haciendo como si
fumara- De verdad que quiero ser como vosotros. –
- Te hacen falta años de experiencia, joven padawan. - Me
volvió a tirar el trapo a la cara.
- La próxima vez te tiro una copa o una botella o lo que
tenga a mano, joven idiota.- Terminé de hacer los cafés, y le hice uno a ella,
lo cual agradeció.
Fui al vestuario donde Mike se secaba el pelo con una toalla
y ya parecía tener mejor aspecto.
-¿Estabas moliendo el café a mano o algo por el estilo?
Porque joder, sí que has tardado.- Reflexionó un instante.- Ah no, ya sé,
estaba Lys en la barra, eh. Deberías invitarla a salir hermano o se te va a
adelantar alguien. Ya te lo digo, ojo cuidado.
- Déjate de gilipolleces, vamos a tomarnos el café y darle
duro a este día, que tenemos a Doc contento. - Me había vuelto el dolor de
cabeza y no estaba para sermones de nadie.
- Ya tío, pero si no te lo digo yo quién te lo va a decir,
¿eh? Espabila Jonh, que te quedas dormido, literalmente.-
Aproveche y me di un agua yo también en la cara, no tenía
buen aspecto con esas ojeras. Cuando termine Mike ya se había marchado a
colocar el comedor, yo en cambió fui al chiringuito, pasando otra vez por la
barra, en la que ya no estaba Lys.
El chiringuito estaba al lado de las dos piscinas del hotel,
allí servíamos snacks y diferentes tipos de bebidas. Es decir, nuggels,
Hamburguesas, Sándwiches, pizzas, pasta precocinada. También cócteles, mojitos
y todo lo que les suele gustar a la clase turística media. Mierda de dudosa
procedencia, o así lo veía yo. Doc, Lys y dos camareros más estaban allí, Fill
y Robert. Tenían 28 y 32 respectivamente.
Robert era la mano derecha
de Doc, un lameculos. Fill era genial, de broma fácil y siempre sonriente,
aunque su sonrisa fuera un poco descuidada. Entre Mike y él siempre teníamos la
juerga y la diversión asegurada. Fill era delgado y alto, más que Mike. Tenía
el pelo largo, recogido en una coleta. Los ojos de un tono azul que parecían
hechos de hielo, los cuales destacaban en su piel morena. Robert, en cambio,
era negro, con el pelo rizado y corto. No tan alto, pero si mucho más ancho de
espaldas que Fill. Tenía la nariz rota pues, en su antiguo trabajo como portero
de discoteca, se la había partido bastantes veces y le había dejado esa huella.
Los ojos color oscuros como la noche y una sonrisa demasiado blanca, la cual no
solía mostrar casi nunca, pues solía ser bastante serio y reservado. Tal vez
fuera así a causa de todo lo que había tenido que vivir para llegar hasta donde
estaba. Sabíamos, porque nos lo contó Doc, que era una maruja de impresión,
siempre dado al cotilleo y a ver programas de las vidas de los estúpidos
famosos que ocupan las portadas de las revistas estos días, que Robert no era
su auténtico nombre, se llamaba Manbúk y era Senegales, había llegado al país
ilegalmente cuando era pequeño, situación que años después solucionaría
casándose con una muchacha que se llama Ramona, bastante guapa y bastante más
alegre que él, de aquí, de SugarCoast. Así Robert paso a ser un miembro legal
más de esta sociedad, pero antes de todo eso había tenido que vivir momentos
bastante dramáticos toda su vida, desde la muerte de sus padres como mulas
obligadas por los narcos, pues tenían que pagar el pasaje a una vida mejor, hasta
la muerte de su hermano de sobredosis a causa de las misma drogas y de los
mismo narcos que obligaron a sus padres a introducir drogas en el país. A causa
de todo eso, y de distintos abusos, en cuanto pudo se hizo el peor de entre
todos los chavales de los suburbios, y empezaron a respetarle distintos
mafiosos de los bajos fondos, los cuales le utilizaron como un animal, como un gallo de peleas en sus diferentes garitos.
Era el portero más conocido y respetado de la ciudad cuando conoció a Ramona,
la mujer que le cambió la vida y lo devolvió de vuelta a la humanidad. O eso
nos había contado Doc, que era muy peliculero.
En ese momento los cuatro, Doc, Lys, Fill y Robert, estaban
currando a cuenta gotas en el servicio de la mañana del chiringo. Era una mañana
fabulosa, soleada y calurosa, así que la mayoría de los clientes, la mayoría
familias con niños pequeños y parejas de ancianos, se habían ido a la playa a
pasar el día. Doc, que estaba sentado dentro de la garita del propio chiringo,
en la cual tenía una tv para ver sus programas favoritos por la noche, en
cuanto me saludaron Lys y los demás salió de allí, apagando un cigarro y me
dijo que le siguiera, con bastante mala leche para que los demás notasen que
estaba cabreado conmigo y con Mike aunque todos sabíamos que se le terminaría
pasando.
Doc, era de Cuba y era homosexual. Según sabíamos llegó a los
14 años desde cuba y no había dejado de trabajar. Estaba casado con un chavalín
al que le sacaba 16 años, pues doc tenía 42 y Ricky, así se llamaba su chico,
tenía 26. Vivía con su Ricky y con su padre, que se llamaba Roly, un anciano
que le encantaba el ron, la marihuana y la playa. Mike y yo habíamos cogido la
costumbre de, cuando venía por el hotel, que solía ser casi todas las noches
cuando volvía de la playa, llamarle abuelo. Y yo de verdad empezaba a verle y a
tenerle cariño como si lo fuera. Era un señor súper agradable, agradecido y
desprendido, lo que tenía era para compartir siempre y siempre se preocupaba
por que no nos faltara de nada. Supongo
que algo así era un abuelo. Y siempre sonreía, más aun cuando conseguía sacar a
alguna clienta del hotel a bailar en las fiestas temáticas que organizaba el
hotel por las noches. Así que de tal palo, tal astilla. Doc era más bueno que
el pan, aunque en apariencia tenía que ser bastante más duro o actuar más
duramente por el puesto en el que estaba. A mí, personalmente, cuando se
cabreaba se me parecía a un Yorkshire Terrier. Entre lo bajito que era y su
manera de dar voces no podía evitar pensarlo. Lo único que no me gustaba de Doc
es que le gustaba demasiado el cotilleo y estar creando movidas entre los
trabajadores contándonos cagadas de los demás y así quedando el por encima de
todos como el único que hace bien las cosas en el hotel, pero aparte de eso
siempre daba la cara por nosotros ante la dirección del hotel, nos ayudaba y
aunque le volviésemos loco con las misma preguntas de siempre, nos respondía,
aunque no muy amablemente, volviéndonos a enseñar como se hacían las cosas.
- Sois mis diamantes, algunos todavía en bruto y a otros os
tengo que pulir a base de bien. - Le habíamos oído decir varias veces.
Seguí a Doc hasta el comedor, donde Mike y otra compañera,
llamada Diana pero la llamábamos o Di o Ana para vacilarla, colocaban de nuevo
el comedor tras el desayuno. Estaba ya prácticamente colocado a excepción de
unas cuantas copas que faltaban en algunas mesas. Mike barría graciosamente
mientras silbaba la canción que sonaba en ese momento en el comedor.
-Tú, deja de hacer como que haces algo y sígueme, que os vais
a enterar de lo que es sudar.- Le dijo Doc a Mike ante la mirada desconcertada,
con media sonrisa, de Diana.
Mike dejo la escoba apoyada en la pared, sonrió a Diana y le
dijo a Doc – Dígame patrón, ¿qué es lo que requiere que haga pues?- Todo esto
con acento mexicano. - Yo le sigo patrón, yo y este pinche estamos a su entera
disposición. - Mike ya estaba en su salsa.
El trabajo y tener un deber que cumplir suelen ser la mejor
medicina para la resaca.
- Siganme pues.- Nos dijo Doc, sonriendo mientras le seguía
el juego a Mike.
Ese era otro de los pequeños dones de Mike, hacer que
cualquiera le siga el juego.
Creo que a los dos nos golpeó otra vez la resaca cuando
empezamos a reorganizar todo el economato. Teníamos que cambiar todo de sitio,
colocándolo a la perfección, es decir, todos los alcoholes juntos y organizados
por su tipo, bricks de zumo organizados según su fecha de caducidad y de sabor.
Con la leche nos pasó lo mismo. Había decenas de cajas de pajitas, servilletas
de papel, “canguros” de papel para envolver los cubiertos, cajas de cubiertos
de plata y acero por estrenar al igual que de plástico, barriles, cajas de
casquillos de refrescos a montones inmensos y un par de cámaras frigoríficas
para guardar la mierda del chiringuito, que nos tocó limpiar y ordenar de
nuevo. Cuando terminamos con el economato, que nos llevó un buen rato, nos llevó
al almacén del técnico que se ocupaba de reparaciones en todo el hotel. Tuvimos
que mover maquinaria bastante pesada y limpiar todas las herramientas que había
en aquel cutre cobertizo al lado de los contenedores de la puerta del servicio.
Pasamos toda la mañana y parte de la tarde organizando y limpiando todos los
tipos de almacenes del hotel, los de cocina, los de las del servicio de
habitaciones, la del grupo que se encarga del entretenimiento en el hotel. Acabamos
reventados, no paramos ni para comer, pues teníamos el estómago destrozado y el
café de la mañana no nos había sentado tan bien como esperábamos, sólo bebíamos
agua y fumábamos, era lo único que nos apetecía. Por lo menos estábamos juntos
entre toda la mierda que nos comimos ese día. Cuando llego la noche y nos tocó
el turno de las cenas, estábamos reactivados a tope. Acabábamos de comer algo
del chiringuito, pues nos había vuelto el apetito. Cuando acabamos de recoger
lo que quedaba en el chiringo fuimos hacia el comedor, llegando justo a tiempo
para recibir a los clientes que ya bajaban de sus habitaciones después de
llegar de un largo día de playa y sol.
El servicio de la cena no daba mucho trabajo y antes de que
terminara Mike y yo estaríamos en “La primera” tomando algo ya que terminábamos
a las 10 de la noche. Y aun que eran las ocho de la tarde, ya tenían ganas de
ir a saludar a Alice, Dana, Tom y a todos lo que estuvieran por allí conocidos.
El servicio consistía en un buffet libre en el que los clientes se auto servían
ellos mismo, así que las labores de los camareros era servir en un principio la
bebida e ir retirando platos sucios de las mesas, no tenía mucho misterio. Paso
rápido, a las nueve y media ya no quedaba nadie en el comedor, la mayoría de
los clientes se habían ido al chiringuito o la playa de SugarCoast. Mike y yo,
nos quedamos en el comedor, para “recogerlo” aparentemente, tarea que hicimos
pesada y lentamente. Desmontamos las mesas, las montamos, limpiamos las copas y
los vasos usados, contamos las servilletas de tela que se habían utilizado
aquella noche, las cuales dejamos en carros al final del mismo pasillo que daba
a la salida y entrada del servicio para que los que se encargaban de la
limpieza se los llevase a lavar el día siguiente. Después, fuimos al vestuario
a que Mike cogiera las llaves del coche, antes de llegar, escuchamos risas.
Eran Fill y Diana. Fill estaba en el suelo sin camiseta,
retorciéndose, no sabría decir si de risa o de dolor, y Diana se moría de risa
sentada en uno de los bancos que estaban enfrente de las taquillas. Diana era
más bien bajita, con bastante carácter, pero también de risa fácil si tenía el
día. Era morena, delgada, con la cara muy fina, los ojos de un verdoso aguado y
una sonrisa más o menos bien cuidada.
- Que bien los imitas, ¡Si señor! Me encanta – Conseguí
entender entre las carcajadas de Diana.
Mike que pareció que entendía lo que pasaba se tiró al suelo
igual y empezó a poner cara de pez y moverse como uno de ellos fuera del agua.
Ellos de vez en cuando se hacían los muertos y Diana les tiraba agua por encima
para evitar que se “asfixiarán”. La verdad es que yo no le encontraba ningún
sentido a todo aquello por más que lo intentase. No le veía la gracia, ni
porque estaba pasando aquello. “Igual debería tirarme al suelo y hacer el pez
para entenderlo.” pensé, y, aunque no entiendí muy bien a qué venía todo esto,
sonreí y me enciendí un cigarro.
-Pescaito, levanta que nos esperan en “La primera”.- Le dije
a Mike, y mirando a Diana que ya recobraba el aliento.- ¿Os apuntáis a un futbolin
y unas cervezas? Estarán Karl y Dan, que ya los conocéis. Venga, veniros y
seguís allí haciendo lo que quiera que sea que hagáis.-
Diana sin mirar a Fill y Fill sin mirar a Diana dijeron al
unísono.- Perfecto.- Se miraron y se sonrieron de forma cómplice.
Mike no debió verlo y, poniéndose entre los dos, les rodeó a
ambos el cuello con sus brazos y salió de allí en dirección a su coche,
mientras cargaba todo el peso de su cuerpo en ellos.
-Andale, andale. - Les decía otra vez en tono mexicano.
Pronto descubriría porque a Mike le había dado tan fuerte con
México.
3.-
Una vez ya en la carretera, empezó la fiesta. Mike tenía unas
cuantas latas de cerveza en una nevera de esas antiguas, azules con el asa
blanca, en el maletero. Siempre llevaba alcohol encima. Yo saque la piedrecilla
de polen que llevaba dentro del paquete y me empecé a liar un canuto mientras
él conducía con una mano y bebía con la otra. Por su parte Fill y Diana se estaban
enrollando en la parte de atrás de Citroen Sara de Mike, el cuál atraía la
mirada de todo el mundo que paseaba por la larga carretera llena de hoteles a
los lados.
En SugarCoast no había ni mucha ni poca policía, directamente
se podría decir que no había, pues solo había una patrulla la cuál siempre, los
dos polis que la formaban, estaban en algún garito cerca de la playa
“inspeccionando” cosas tan estúpidas como que no hubiera menores bebiendo
mientras ligaban con alguna turista a la cuál le fascinaran los uniformes.
El coche atraía las miradas por la música a todo volumen,
“Save that sit” de “Lil peep”, y la manera de conducir de Mike, quien no sé si
sabía realmente las reglas de tráfico.
-Pásame unos tiros cabrón, que te lo talas entero, eres un
leñador en lo que a porros se refiere. - Me dijo Fill.
- Toma pesado, pégale dos tiros y se lo pasas a Mike.- Se lo
pasé y me abrí una lata de cerveza que tenía preparada entre las piernas.
Me miré en espejo
retrovisor y vi que mis ojeras de medio muerto seguían allí y como Fill y Diana
hacían una “iguana” para compartir el humo con un beso mientras Fill a modo de
pulpo le metía mano, cosa que a Diana no sé si no le importaba con nosotros
delante o le gustaba más por ese mismo hecho. Me daba igual, la verdad, aunque por un
momento nos imaginé a mí y a Lys en vez de ellos dos, aunque eso no lo
compartía con nadie. Ya estábamos en la corta carretera que unía Sugarcoast y
SugarHills, la ciudad en la que vivían casi todos los trabajadores de
Sugarcoast y la más grande de la Isla en la que vivían, Sweet Island.
Me volvió el canuto, le di una calada y antes de soltar el
humo le di un largo trago a la cerveza y
expulsé el humo fuera del coche por la ventanilla. Siempre me había
gustado hacer eso desde que empecé a fumar. Otro tiro con trago. Ahora trago
sólo. Otro tiro más, ya me quema en la garganta, acompañado de otro trago. Uno
más, esta vez sin trago y lo tiro por la ventanilla.
- Joder, Jonh, de verdad que eres un leñador, habérmelo
dejado matar.- Me espetó Mike, sin su sonrisa tan peculiar en la cara. Lo había
notado otras veces, que hasta las personas más cercanas, cuando hay drogas de
por medio, siempre se ponen serios.
- Ahora cuando lleguemos te haces tú uno, hermano.- Dije y se
le relajó la cara y volvió a sonreír, mientras empezaba a cantar el principio
de “Lucid Dreams” de “Juice WRLD”.
Llegamos antes de que Fill empezará a meterle más la mano
enserio a Diana. Cuando pasamos enfrente del “La primera” vi a mi corcel
aparcado en la acera de enfrente del garito, y suspire de alivió.
- Por cierto tío, ¿cómo cojones acabamos a noche? No me
acuerdo de nada después del lio del tugurio ese y de beber en el parque Folk.- Le
pregunté a Mike que miró sorprendido.
- ¿Y cómo es que no me has preguntado en todo el día? ¿Tan
tonto te tiene Lys?- Preguntó.
“Que bien me conoces, desgraciado.” pensé para mí mismo.
- ¿Qué dices tío? No se me ha pasado por la cabeza porque
estaba pendiente a que no te murieras colocando los almacenes, subnormal. Deja
de inventarte cosas loco.- Dije aparentando lo más posible la normalidad, dado
que Fill y Diana me miraban con curiosidad.
- Además, ya sabes que Lys no es mi tipo, demasiado fina, ya
sabes. Bueno, que cojones, cuéntame que pasó a noche. Estoy casi seguro que pasamos
por el chino de al lado de “El mal querer”, porque esta mañana pote arroz tres
delicias.- Dije intentando cambiar de tema. Funcionó.
-¿Que pasamos? Más
bien arrasamos, diría yo, sobretodo Dan. Ese chaval un día nos va a dar un
susto cuando le den una paliza. Le destrozó la tienda al chino, encima tu no
dejabas de comer y de partirte el culo. También hay que decir que el que empezó
fui yo.. le vacilé demasiado al pobre chino, y cuando le dijo a Dan que no se
robaba allí le destrozo la tienda tirando los estantes abajo.- Contestó Mike.
No me lo podía creer, no solíamos ser tan salvajes a no ser
que hubiera motivos para ello. Habíamos liado bastantes y nos habíamos visto en
vueltos en bastantes movidas y peleas, pero no solíamos buscarlas.
- Joder con el chaval.- Dijo Fill.- Mi primo empezó igual,
después se empezó a juntar con los mexicanos y colombianos para vender droga y
ahora está muerto. - Cuando dijo “mexicanos” pude reconocer una pequeña mueca
de incomodidad en Mike.
En ese momento no lo tuve muy en cuenta, ojalá haberlo hecho.
- Dejate de gilipolleces Fill. Dan no va a llegar a eso, a
noche paso eso porque estaba como estaba y los demás igual. No habrá una
próxima vez, tenlo por seguro.- Mike estaba serio y me gustaba verlo así porque
eso quería decir que no solamente sabía ser un niño pequeño y hacer el payaso,
si no también cuadrarse como un hombre. Pensé en ello mientras Mike buscaba
aparcamiento con la ayuda de Diana y Fill.
Mike y yo nos conocíamos desde pequeños. Mi madre murió al darme
a luz y mi padre la había dejado tirada mucho antes de eso. Mi madre que no
tenía familia me dejó al cuidado de quien empezaría a denominar como mi
padrino, se llamaba Pitt Barton, el cual se encargó siempre de mí hasta que
murió de cáncer cuando yo tenía diecisiete. Pues bueno, cuando era pequeño mi
padrino solía llevarme al recinto deportivo Ada, que, aparte de contar con
distintos parques para los niños, también tenía campos de futbol, pistas de pádel
y de tenis, frontones y canchas de baloncesto, también contaba con un complejo
de piscinas que tenían toboganes bastante largos. Mike siempre estaba allí,
todos los fines de semana, al principio solo con sus padres, Eduard y Rous Low,
Thorne era el apellido de soltera de Rous. Con el tiempo empezarían a venir
también con el pequeño Tomas, el hermano pequeño de Mike. Sus padres morirían
en un accidente de tráfico 5 años después, dejando a Mike y Tomas a cargo de
los servicios sociales. Mike tenia diecisiete años, asi que al año siguiente,
en cuanto fue mayor de edad, se hizo al cargo de su hermano pequeño de seis
años, ya que tampoco tenían abuelos o algún tipo de familia cercana.
El padre de Mike era igual que él, o Mike igual a su padre.
Trabajaba como representante de bastantes marcas de alcohol y era el que se
encargaba de proveer tanto a antros de mala muerte cómo a los mejores hoteles
de la isla. Alto y rubio como Mike, pero con los ojos grises no azules y
bastante más fuerte y ancho de espaldas, estaba siempre sonriendo, de guasa,
haciendo reír a todos a su alrededor y tenían la misma mirada y tono cuando se
ponían serios. Rose en cambió era la cabeza de la familia, pues Eduard era muy
dejado para el tema de organizar un hogar, pero no por eso era una amargada,
pues Eduard sabía hacerla reír y hacerla feliz con mil tipos de pequeños
detalles. Ella era pelirroja, con los ojos azules, toda una belleza voluptuosa,
con una sonrisa que a mí me hacía sentirme querido y seguro. Tenía, recuerdo, unas
manos tan suaves como frías y delicadas. Era preciosa. En realidad aprendí con
ellos lo que era una familia “normal”, con un padre, una madre y hermanos.
Siempre me invitaban a pasar el fin de semana con ellos en su casa de la playa,
en CakeCoast, y mi padrino siempre me dejaba si las cosas en el colegio iban
bien. Era uno más en la familia, siempre tenía un plato de comer en aquella
casa. Se podría decir que Mike llevo mejor la muerte de sus padres que yo, él
se comportó como un hombre y entendió muy rápido que se tenía que hacer cargo
del pequeño Tomas y no tuvo tiempo para pararse a llorar. Seguía sonriendo el
mismo día del funeral, soportando el peso de las lágrimas de su hermano
pequeño, que no entendía que sus padres no iban a volver de aquel viaje. No he
vuelto a hablar de este tema desde ese día, tal vez debería hacerlo cuanto
antes.
-Allí hay un sitio, corre Mike, que me estas volviendo loca
con tanta vuelta.- Dijo Diana sacándome de mis pensamientos.-
-Voy, voy, ¡vooooooooooooy! Joder, no tenías tanta prisa
cuando Fill te metía mano. - Dijo Mike, cuando Diana le pellizcó el cuello.
Ella se puso muy roja.
- Podías haber dicho que lo estabas viendo, puto pervertido.-
Dijo Fill entre risas.
- Tío, como me sigáis tocando los huevos no aparco, eh, que
entre con lo que me cuesta y lo brasas que sois me pongo nervioso.- Dijo Mike,
ya un poco más serio.
Consiguió aparcar, más mal que bien. Salimos del coche,
estábamos a cinco minutos andando así que me encendí un cigarro mientras le
pasaba otro a Mike, y él a su vez me pasaba otra lata de cerveza.
Fuimos andando tranquilamente mientras vacilábamos a Diana
con lo de antes, preguntándole si le gusta que la mirasen y todo tipo de
desagradables preguntas. Ella no contestaba mientras Fill nos mandaba callar y
nos daba empujones contra los coches y el mobiliario urbano para conseguirlo.
Todos nos reímos cuando Mike lo empujó a él y se dio contra una farola en plena
cara, todos menos Fill, claro, al cual le sangraba bastante la nariz.
-Macho, eres un animal, no se puede bromear contigo Mike,
siempre terminas haciéndome daño.- Consiguió decir Fill molesto, con lágrimas
en los ojos y un pequeño rio de sangre que le iba desde la nariz a la boca.
- Pero si has sido tu quien has empezado, anda, deja de
quejarte, tontorron- Le dijo Mike mientras le acariciaba la cabeza a Fill como
si fuera un gato, a modo de consuelo.
Se veía lo que iba a pasar de lejos. Fill se levantó de
inmediato del suelo y empezó a perseguir a Mike con la nariz aún sangrándole.
Mike sorteaba los coches, los bancos y las farolas dejando atrás a un Fill que
le costaba seguir el ritmo de aquella persecución y que se empezaba a ahogar
con su sangre, así que acabó por tirarle la lata llena de cerveza que había
dejado junto a él en el suelo cuando se dio contra la farola. Me gustaría decir
que no me resultaba graciosa la escena, pero así era. Diana y yo nos reíamos
como niños pequeños mientras Fill, ya con la camiseta manchada por todos lados
de sangre, volvía de tan ardua persecución. Mike desde lejos le devolvió la
lata, que fue a parar a la coronilla de un señor que pasaba por allí
justamente. Por un momento se acabaron las risas y el señor empezó a llamar de
todo a Mike, y cuando se dio cuenta de que Fill sangraba y que Diana y yo
aguantábamos la risa, también empezó a insultarnos a nosotros.
- Ya no se puede ir ni tranquilo por la calle, sois unos sin
vergüenzas, anda que ir tirando latas de cerveza la gente por la calle. Las
personas como vosotros dais asco, unos despropósitos y parásitos de esta
sociedad. Id a vuestra casa a tiraros cosas, o tirárselas a vuestra madre..- Dijo
el señor cometiendo un fatal error.
Nunca se debe hablar de la madre de otro, y menos sin saber
si está viva. Ha Mike y a mí nos cambió la cara y Fill mando callar al viejo y
nos sacó de allí mientras le insultábamos de todo. Diana tampoco se reía ya.
Ya sin tantas risas llegamos a “La primera”, ya me sentía
como en casa. Había un par de muchachas en la puerta hablando con alguien a
quien reconocí al instante, era Dan que ya estaba haciendo de las suyas. En
cuanto nos vio pasó de ambas, que entraron dentro, y vino a saludarnos, con un
buen canuto de la mano, la mejor bienvenida que me podían dar. Lo cogí con
ganas, pese haber fumado uno unos quince minutos antes. Dan nos saludo a todos,
Fill, que ya había dejado de sangrar, y Diana incluidos.
- Jonh. - Dijo cuando ya nos estábamos entrando y en bajo
tono. - Refréscame la memoria, ¿cómo me dijiste que se llamaban?-
- Fill y Diana tío, mira que eres tonto. Encima me han
recordado lo que pasó ayer tío, y en realidad ni puta gracia.- Dije serio.
- Bueno, sí que te comes la cabeza, sí que nos pasamos un
poco, pero no fue nada, un simple juego, y no fue porque fuera chino, eh, no
somos unos racistas joder. Se me fue la cabeza, no volverá a pasar tío. Además
no me has dicho nada de lo bien que te he cuidado el coche- Contestó Dan. Me
dio una mala sensación en ese momento, la sensación de que volvería a pasar
pronto.
- Tíoooo, no te rayes. Venga, sígueme, te voy a presentar a
las tías con las que me has visto antes, hay una que flipas con lo tremenda que
está. La otra es más bien maja, ya sabes. - Terminó riéndose ante su propia
broma, y yo le seguí el juego.
La verdad es que no me venía nada mal entretenerme un poco,
intentar conocer a alguien, aunque en el trabajo eso era algo que me saturaba,
todas las semanas conocía a gente nueva, de muchos rincones del mundo. Los
clientes eran sobretodo familias con hijos pequeños y parejas de ancianos, y
las hijas mayores de aquellas familias o no eran tan mayores, o siempre estaban
con sus padres, así que era difícil conocer a alguna a fondo.
Pasamos por la puerta y entramos a un pasillo con paredes de
madera adornada con herraduras, fotos de vaqueros, supongo que famosos, y
recortes de periódicos con títulos cómo “Se busca forajido”, o “Tribu india
asola e incendia los campamentos de otra tribu india”, de unos cinco metros que
terminaba en unas puertas de madera, al estilo del oeste americano, que nos
llegaban desde los tobillos, hasta las costillas. Dan empujó las puertas de
forma que se chocasen contra las paredes al entrar y entro al más puro estilo
cowboy. Ellas, que se empezaron a reír,
ya estaban sentadas en la barra de madera de uno de los laterales del garito, el cual tenía otra
barra “gemela” enfrente de está. Justamente al lado de ellas había dos
taburetes vacíos que parecían esperarnos. Mike y los demás ya estaban en la
zona de los futbolines, más allá de unas cuantas mesas bajas rodeadas por sofás
de distintos tamaños de cuero. Había cuatro futbolines y dos billares. Se
utilizaban sobre todo entre semana ya que el fin de semana se retiraba todo y
se convertía en discoteca. El garito con esa forma circular y todo recubierto
en madera hasta el techo, que era bastante alto, le daba forma de cabaña india
a la vez que un bar típico del Oeste Americano en su época.
La verdad es que “La primera” lo tenía todo. Céntrico, con
ambiente entre semana gracias a los futbolines y los billares, buena música, de
la que se encarga Tom, el Dj, un tipo con el pelo muy rizado y bastante
abundante. Era un crack cómo Dj, entre semana nos ponía la música que le
pedíamos entre los clientes, sobretodo nosotros que éramos unos pesados, y los
fines de semana nos hacía sudar y perrear cómo locos. Tom, junto con las dos
camareras, Alice y Dana, que eran lesbianas y pareja aparte de ser preciosas y
unas camareras de la ostia, eran los causantes reales de que siempre fuéramos
allí realmente. Eran capaces dar un ambiente único. Y no podías follarte a las
camareras, lo cual era elemental, pues ningún cliente podía ponerse pesado con
ellas y, lo que era mejor, ningún supuesto novio partirse la cara con el
baboso. Y podía jurar que tanto Alice como Dana sabían poner en su lugar a
cualquiera, ya que lo he sufrido en mis carnes cuando empecé a ir por “La
primera”. En ese momento estaban las dos en aquella barra, riéndose entre ellas
de algún tipo de broma que solo ellas entendían.
- ¿Pero que pasa aquí? ¿Venís a trabajar o a pasar la noche?-
Les dije antes de chocarles el puño, que es más cómodo que darles dos besos.
- Ya está el pesado que faltaba.- Alice sonriendo, fue a por
una copa. Ya sabía lo que le iba a pedir, Jack Daniels con un chupito de Jagger
y fanta de naranja para rebajarlo y darle mejor sabor. Por su parte Dana me
sonrió y me chocó el puño. - ¿Que tal la jornada? ¿Cansado? Se te ve reventado,
deberías dormir más y fumar y beber menos coleguita.-
- Ya me estás dando sermones, cómo siempre. Hay que ver lo
que nos gusta a los camareros meternos en la vida de los demás y servir de
bastón psicológico con la gente, eh. Anda, anda. - Alice ya me había puesto la
copa, así que le di un buen trago.- Perfecta Alice, caviar, ambrosía del
Olimpo. Deberían pagarte más sólo por esta copa, es genuiiiiina. –
- Deja de reirte de mí anda, aun que gracias Jonh, siempre es
un placer, lo sabes.- Dijo Alice, con ternura.
Los dos mentíamos, ni la copa estaba tan buena ni para ella
era precisamente un placer tenerme como cliente, mejor dicho a ninguno de
nosotros pues siempre acabamos gritándonos, insultando y pegándonos borrachos
entre nosotros, la mayoría de la veces. A ellas que nos matásemos o no les daba
igual, lo malo era que de daño colateral estaban vasos, sillas, mesas,
futbolines, palos y billar y, una sola vez, un espejo porque Karl me tiró una
bola de billar por haberle dado demasiado fuerte con un palo del mismo billar
en las costillas. Casi no nos vuelven a dejar entrar los dueños, que se
llamaban Richar y Jimbo. Ha Richar no lo conocíamos ni de vista pero por suerte
Mike conocía a Jimbo.
Jimbo, o Jim cómo lo pasamos a llamar, era el hijo de uno de
los mejores amigos del padre de Mike, y se conocían desde bebés, es más se
hacían llamar primos. Pero Jimbo, al contrario que Mike, era bastante rico,
pues su padre era el gobernador de la isla, por eso ya no se veían mucho,
sobretodo después de la muerte de Eduard, el padre de Mike, y que los bancos se
quedarán todo su dinero. Fue un reencuentro bastante curioso, pues Mike no
parecía muy contento de verle, es más yo diría que le daba asco Jim. Pero
cuando venía Jim a “La primera” siempre saludaba a su primo. Y la verdad es que
últimamente hablaban mucho a solas, y se les veía tensos, yo por lo menos.
Jim esa noche no estaba por allí, observe antes de que Dan
empezará a presentarme a las dos chicas. Una rubia, con los ojos azules y una
cara de ángel y muchísima elegancia, mejor dicho, irradiaba elegancia con cada
parpadeo. La otra, morena, con un lunar encima del labio, del que seguramente
se habría quitado un par de pelos hace poco. No estaba nada mal, excepto por
ese lunar, que tanto ella como yo sabíamos que marcaba las diferencias.
Seguramente fuera una chica tímida, y, aunque lo respeto, no me gusta tener que
sacarles las palabras a nadie. Aunque me estaba apresurando, quizá me
sorprendiera.
- Ellas son Rebeca y ¿Helen, no? - Dijo mirando a la morena,
la cuál dijo un sí muy, pero que muy tímido, mientras se ponía muy roja. No me
confundía. Su amiga se empezó a reír como una tonta, les pasaba a muchas
delante de Dan.
- Mira que eres estúpido Dany, si te lo acaba de decir. –
Dijo la tal Rebeca.
-No le conoces mucho
verdad. Siempre le pasa, él es más de cara que de nombres.- le dije a Helen. -
Me llamo Jonh, encantado guapa. - Ella se puso incluso más roja. Salude a
Rebeca bastante secamente, la cuál casi ni me miró a la cara.
- ¿Quieres ser mi pareja de futbolin, Helen? Da igual si
sabes o no, la cuestión es hacerlo lo mejor que puedas. – Dije,
contradiciéndome a mí mismo en eso de que no me gustaba sacarle las palabras a
nadie pero quería ayudar a Helen a sentirse cómoda, no como acaba de hacer Dan.
- No se jugar muy bien, pero vale, vamos a dejar a estos dos
solos mejor. - Me contesto sonriendo. Descubrí que debajo de ese lunar había
una bonita y cuidada sonrisa y que Helen no era tan tímida como parecía en un
principio, o eso pude ver en su mirada al mantenerme la suya.
- Vamos. – Le anime.
No sé porque en ese momento le di la mano y mucho menos
porque me la agarro ella, pero empezaba a pensar que esta noche no quería
dormir sólo.
Me siguió, aún de la mano. Cruzamos un par de mesas y sillas
vacías en dirección a los futbolines. Ese pequeño zigzag de mi mano a Helen le
hizo gracia, a mí también. En realidad lo hice a propósito para ir uno delante
del otro como si fuéramos un tren. A ella parecía que le gustaba dejarse llevar
y a mí, en ese momento, conducirla. Cuando llegamos Mike y Tony jugaban contra
Paul, el pinche de la cocina del hotel, y Karl. También, en otro futbolín,
estaban Steve, Cortés, Logan y Drake.
Nosotros cuatro, Paul, Tony, Steve, Cortés, Logan y Drake, éramos
un grupo inseparable aún en la distancia. Muchos de nosotros nos habíamos
criado juntos en grupos separados, pero en el instituto fue cuando nos juntamos
todos. Héroes y villanos en mil noches diferentes, pero siempre juntos. Aunque
pasásemos algún periodo de tiempo sin vernos, cuando nos reencontrábamos era
como si nunca nos hubiéramos separado. Realmente estoy bastante orgulloso de
todos ellos.
Tony, era en nuestro
grupo de amigos, el broncas. Alto, bastante ancho de hombros y musculado, con
cara de pocos amigos gracias a su
pronunciado mentón y unos ojos oscuros, llevaba el pelo rapado, y solía estar de buen humor pero si se le
cabreaba no había quien lo parase. Era bastante más reservado que los demás y
más frío muchas veces, aunque cuando bebía era bastante cariñoso. Es curioso
ver como el alcohol saca lo mejor y lo peor de las personas. Le encantaba el
poker, y además se le daba bien. Para nada era tonto, pero entendía muchas
veces las cosas a su manera lo cual provocaba que discutiera con alguno del
grupo a veces.
Paul, por contra posición de Tony, era el tío más afable del
mundo. Era más bien gordito, con los ojos achinados que habían dejado atrás las
gafas gracias a las lentillas, tenía también la cara regordeta y hablaba cómo
un camionero. Parecía que todo le daba igual casi siempre, y cuando no,
también. Todo le parecía bien, y cuando te metías con él siempre tenía un
comentario que te humillaba o que salía de tono. Le encantaba el queso, y
cocinar con queso, por eso creo que se hizo cocinero, aunque ahora trabajaba en
el mismo hotel que yo de pinche y no utilizaba tanto queso como a él le
gustaría. Le encantaba el diseño gráfico y la informática también, cosa que
tenía en común con Tony, creo que lo único junto con ser unos fumones.
Steve era, desde mi punto de vista, junto con Karl, el más
honrado del grupo y también el más ambicioso, también junto con Karl. Tenía las
orejas un poco grandes y bastante paralelas, y unos ojos color marrón que le
daban pinta de tío serio, pero su pelo, desordenado y con forma de piña se la
quitaban. Siempre riendo y lanzando pullas a los demás, era un gran nexo en el
grupo y su frase favorita era “si es para mejor…”. Trabajaba de chapuzas allí
donde lo llamaran, y últimamente se le estaba dando bastante bien y ganaba
bastante dinero.
Cortés, bueno, era Cortés. Le encantaba beber y fumar, la
fiesta en general. Era muy delgado, con la nariz aguileña y unos ojos azules
que no habían dejado aún atrás las gafas. Tenía el pelo largo y rubio, y una
forma de hablar muy de tirado. Se habían pasado media vida metiéndose con él y
eso había provocado que fuera un inconsciente de la ostia a la hora de pelear,
pues te pegaba con todo lo que tuviera cerca, le daba igual si era una botella
rota o un palo de madera. Pero era genial cómo colega, siempre te reías con él
y con sus historias. Trabajaba… No lo sé muy bien la verdad, pero ganaba su
dinero, cómo todos.
Logan intentaba ser la consciencia del grupo. Cómo un padre
nos enseñaba lo que estaba bien y lo que no. Ha Mike le encantaba irritarle
haciendo justamente lo contrario que decía. Siempre he creído que a Logan, lo
que no le gustaba realmente era llamar la atención. Era alto y moreno, con los
ojos muy azules y una bonita sonrisa. Muy dado a hablar de política y modas del
momento. Trabaja como contable en una empresa municipal, y parecía encantarle
todos esos numerajos y cuentas, que a mí, no me llamaban nada la atención, no
como a Karl, que se podían pasar horas
hablando de economía y de distintos tipos y modelos de empresas y demás
mierdas.
Drake, posiblemente era el más humilde y callado de todos.
Bajito y delgado, parecía un muñeco al que habían apaleado demasiadas veces.
Tenía la cara llena de cicatrices, con los ojos tapados por una masa de pelo
negro que nunca se peinaba. Era muy difícil hacerle hablar en un público que no
fuéramos nosotros, y muchas veces se ponía a temblar nervioso cuando conocía a
alguien. Se había criado en un centro de menores desde los once años, edad en que su padre mato a su madre
y fue llevado a la cárcel. Con él se había pasado también bastantes veces, pero
ni en el colegio ni los vecinos nunca denunciaron. Una triste historia, la
verdad, y demasiado común.
Los salude y, aunque ni levantaron la cabeza, me devolvieron
al unísono el saludo. Le di un gran trago a la copa.
- ¿Fumas, Helen? – Le
pregunte, intentando sacarle más palabras, que se sintiera más cómoda, más en
confianza.
- Sí, pero me he quedado sin tabaco. – Me respondió en un
tono muy bajito pero más alto que el de antes.
- ¿Qué te parece si nos terminamos la copa y te invito a un
cigarro mientras te acompaño a que compres?- Continúe yo, divertido por esa
aparente timidez de Helen.
- Genial, ¿lo que queda de un trago? – Contestó, ya en un
tono normal, con un brillo en los ojos que delataban sus intenciones.
- ¿Tantas ganas tienes de ir a por tabaco o...- acercándome a
su oreja. - de que nos quedemos sólos? - le dije suavemente.
Ella se enrojeció y no tuvo ni que contestar, solamente me
miro de forma cómplice, juguetona. Hice un buen esfuerzo por terminarme la copa
cuanto antes, aunque no fue de un trago, y la verdad es que me sentó de
maravilla. En ese momento noté que Fill y Diana ya no estaban, habrían ido a
por tabaco también.
Cuando salí a la calle me sentía en conexión con el cosmos.
Saque un par de cigarrillos, me los metí en la boca y los encendí los dos a la
vez ante la mirada curiosa de Helen. Le pasé uno.
- Bueno, hablame de ti Helen.- Dije con tono de galán.- ¿A
que te dedicas, que haces en esta oscura época que nos ha tocado vivir?-
-Soy azafata de eventos, es decir, una cara bonita que saluda
a la gente importante en sus cócteles. – Contestó ella, ya en total confianza.
Cada vez me gustaba más, no sé si por la copa de antes o porque me estaba sorprendiendo
con la confianza en sí misma que acaba de demostrar tener.
-Coincido, tienes una cara bonita, pero no eres simplemente
eso. Venga va, ¿que te gustaría llegar a ser si puedes lograr serlo? –
– ¡Rica!-Dijo apenas sin pensárselo. –
- El dinero tampoco creo que sea algo que te defina…-
-Pero siendo millonaria podría serlo todo. Actriz, produciría
mi propia película, famosa, iría a un plató de televisión a contar mis penas o
mis líos, o lo que fuera, y así con casi todo. A mí me gustaría serlo todo,
raro, ¿verdad?-
-Ricos queremos serlo todos, pero yo, aun siendo rico,
¿seguiría viviendo, no? O, ¿la meta es ser ricos? ¿Cuánto de ricos?, en fin, ya
me está haciendo efecto los porros de antes.- Me reí tontamente, pero no pude
evitarlo.
Andamos entre algunos grupos de chavales y chavalas que
salían de fiesta ese Martes. Ya era casi Verano, así que por el centro ya era
normal ver terrazas y calles con cierto
ambiente.
- Y a ti, ¿que te gustaría llegar a ser, Jonh?- Dijo mientras
andábamos tranquilamente. Le di la última calada al cigarro y lo tire. Pensé la
pregunta un poco más y contesté.
- Por mi experiencia y por lo que he podido aprender del
mundo, que seguro que hay muchas cosas que he pasado por alto, pero por lo que
he aprendido, sé lo que no me gustaría
llegar a ser y no tengo ni puta idea de que me gustaría llegar a ser, no sigo
un rumbo, zozobro en un mundo de labios, copas y tricomas. –
-Traías la respuesta pensada de casa, eh, ¿a cuantas les has
dicho lo mismo? Al final vas a ser hasta inteligente- Me respondió riéndose.
- Ha ninguna, con las chicas suelo hacer el imbécil no hablo
de estas cosas y no sé si eres tú, el alcohol o los porros, pero me siento
revelador esta noche, así que no lo vallas contando por ahí, que tengo una
reputación de subnormal que mantener.- Le guiñé un ojo. Se río, la treta había
funcionado, me daba tregua y yo lo agradecía.
Seguimos hablando y me contó que también estudiaba enfermería
aparte de lo de ser “una cara bonita”. Yo le conté que trabaja en el “Palace
Center” un hotel en SugarCoast y que por eso llevaba aún el uniforme del
trabajo, y no porque me gustase vestir así, ya que me vacilaba por cómo iba
vestido. No dejaba de sonreír y eso me hacía sonreír a mí. Me había equivocado
en todo con ella, era preciosa, lunar incluido, y no tenía nada de vergonzosa.
Eso me lo demostró cuando, volviendo ya hacía “La primera”
con el tabaco, me dijo que tenía que sacar más dinero y fuimos a uno de estos
cajeros que hay en las entradas de los bancos, dentro del edificio. Yo ya sabía
que no necesitaba sacar dinero, y creo que ella sabía que yo lo sabía. Como dos
adolescentes nos enrollamos allí mismo. Ella me desabrochó el cinturón con una
habilidad increíble, en dos segundos fuera, y, sin desabrocharme los pantalones,
metió la mano y me empezó a menear la polla mientras me mordisqueaba el cuello.
- Shh, para, deja un poco para después. ¿No has pensado en
las cámaras? - Dije mientras ponía mi mano, por debajo de su falda y por encima
de sus medías para mi agonía, entre sus piernas, donde noté que ella ya había
empezado a mojarse.
Las medías eran bastante finas, y pude seguir jungando con mi
dedos en su coño, aunque aún quedaban un par de capas para llegar ahí.
- Me pones… muy..- Trago saliva.- cachonda, Jonh. - Me
susurro entrecortadamente en el oído.
- Aquí no, Helen. Quedate está noche en mi casa. – Conseguí
decir, contradiciendo todos mis instintos.
- Vale.- Dijo dándome
un largo beso mientras nos seguíamos metiendo mano.
Si revisaban las cámaras al día siguiente iban a tener algo
de qué hablar en el banco, aunque no era para tanto, era un magreo guarro.
Tampoco era como para asustarse, supongo que es una de las cosas más normales
el mundo.
Cuando salimos de la sucursal, Helen abrió el paquete de
Malboro, saco dos cigarros, los encendió y me pasó uno. Llegamos rápido a “La
primera”, riéndonos de todo por el
camino. Me parece maravilloso lo cómodo que se puede llegar a estar con alguien
que no conoces de nada, tal vez por eso mismo, porque no te conoce y no te
puede juzgar, sólo ve y escucha tu risa, y tú la suya, porque, quizá, en ese
momento los dos hemos habéis olvidado hasta quienes sois. Pero la burbuja
siempre se pincha, tienes que volver a la realidad, la cual consume todo. No a
Helen, que queriendo aprovechar un poco más de mí, de ese momento, me cogió del
antebrazo cuando ya encaminaba el pasillo que daba a las portezuelas de madera.
Nadie nos había detectado todavía.
- Ven.- Me dijo mientras me miraba, con lo que para mí eran
ojos de loba, y se mordía el labio.
No me hice esperar y esta vez fui yo quien la agarró de la
cintura atrayéndola hacía mí. Por un momento cambió su forma de mirar, volvía a
parecer la chica tímida del principio de la noche. Esperaba. Con la mano que me
quedaba libre, le acaricie la mano con el pulgar mientras mi otra el mano se
enredaba en su pelo por detrás de su oído. Cerro los ojos cuando nos besábamos,
yo los mantuve abiertos unos segundos y también los cerré. Duro poco para lo
que me había gustado, no había sido un beso cómo los de la sucursal, un beso
guarro y precoz, había sido elegante, con cariño. Y sin decir nada más, aunque
sonriendo, entrábamos de nuevo en “La Primera”.
Cuando entramos el local estaba más lleno que antes, varias
parejitas ocupaban algunas mesas un poco más alejadas y tres grupos más
ocupaban buena parte del garito. Por contra, de los nuestros quedamos menos de
la mitad de los que estábamos antes de marcharnos a por tabaco y Tony ya se
despedía de los demás también.
- Bueno, nos vemos, pasadlo bien cachorrines.- Dijo Tony,
intentado despedirse pero Mike no se daba aún por vencido y viéndome llegar con
Helen saltó encima de Tony quedándose como si fuera un Koala.- Joder Mike, mira
que eres pesao, que ya te he dicho que me piro, que tengo un campeonato de
poker ahora, ¡quitaaaaaaaa!- Se giró medio garito. Tony se ponía más rojo que
un pimiento cuando se revolvía intentando zafarse a Mike de encima, que no
dejaba de reírse.
- ¡Yiháaaaaaaa!. – Gritaba Mike, ya con todo el mundo mirando
cómo con ansia esperando el final de aquel rodeo y unos cuantos puñetazos.
- ¡Dile algo Jooooooonh! - Me pidió Mike, una pena que no
fuera a tiempo, pues Tony decidió saltar de espaldas, sin mucho estilo a, a
decir verdad no logró todo el impulso que le hubiera gustado, hacía una de las
pocas mesas vacías que quedaban en “La primera”, que no se partió de milagro.
¿Por qué me parecía tan brillante ese caos en el que las
miradas de sorpresa y desconcierto de la gente eran incapaces de ver que no era
una pelea sino uno debate entre amigos?
Mike por fin libero a Tony, el cuál rojo como un tomate se
dirigió al público. -¿Qué cojones miráis? ¿A lo vuestro coño!-
Alguno que otro chaval, sobre todo los de las parejitas, hizo
el amago de contestar a Tony, pero sus chicas, más inteligentes que ellos, les
calmaron. Mike se levantó, no parecía muy dolorido. A decir verdad estábamos
acostumbrados a esto, al escándalo y los golpes entre nosotros. Pocas veces
hubo piques o puños de verdad, en realidad era un juego para nosotros, ver cuánto
nos aguantaba el resto cuando nos poníamos pesados unos con otros.
- Vengas, pues nos vamos todos, joder.- Dijo Mike ya algo más
serio, mientras se llevaba el brazo derecho a la zona de los riñones.
Dan, que seguía con Rebeca, asintió.- Por mi vale, ¿hoy si
puedes conducir Jonh? Que me voy a dormir a casa de esta princesa. - Dijo con
una sonrisa.
- Si quieres te enseño, dame las llaves, capullo.- Dije
devolviéndole la sonrisa. Me las tiro al vuelo y fui lo bastante hábil como
para cogerlas al vuelo y cuando me giré allí estaba, con unos vaqueros
apretados y una camiseta de tirantes holgada que escondía una camiseta interior
blanca debajo metida en los pantalones.
Lys. Su camiseta de tirantes era de un color rosa suave que hacía que su
piel pareciera, aún más, de porcelana. Para mi desgracia iba acompañada de un
chaval moreno bastante guapo y vestido con un conjunto de Gucci, observe cuando
nos acercábamos a la puerta para irnos. Ese tío me había cambiado el puto
carácter. “Soy imbécil, Mike tiene razón, tengo que espabilar o ese cabronazo
se me adelantaría. Me cago en la puta, joder, eres tonto.” Lys nos vio llegar y
se acercó a saludarnos. Nos dio dos besos a Mike y a mí y saludo al resto con
la mano, hasta que vio a Rebeca y a Helen y también, entre unos gritos de
emoción, las abrazó.
-¿Estáis con ellos? Que coincidencia, ¿no? Son compañeros
míos en el Hotel.- Les dijo sonriendo Lys. En ese momento caí, Helen me había
dicho que estudiaba enfermería así que tenían que ser compañeras por narices.
- Si, los hemos conocido esta noche, son un tanto,
especiales.- Le respondió Rebeca seguido de una risita que me pareció muy
tonta.
- Estos cabrones no me habían dicho que trabajaran en el
cielo con los ángeles.- Le dijo Tony a Lys dando un paso adelante para
presentarse. - Yo me llamo Tony.- Cogió la mano de Lys y le dio un beso,
arrodillándose en plan caballero del medievo ante la princesa de algún reino.
Yo no daba crédito a lo que veían mis ojos mientras Mike y
Dan estallaban en carcajadas y Lys se ruborizaba con cara de no entender nada
tampoco. Me miro buscando una salida pero no hizo falta pues, ante el descojone
de Mike y Dan, Tony se levantó.
-¿Qué pasa, de cojones os reís? Sois unos trozos de mierda. -
Dijo mientras él también se empezaba a reír al darse cuenta de la escena que
había montado en un momento. Estaba ya borracho el cabrón.
- Lo siento. - Le dije a Lys también empezando a reírme.
- Bueno, nosotros nos íbamos ya Lys, que además te vemos bien
acompañada. - Dijo Helen, que no se había reído tanto. Quizá se hubiera dado
cuenta de lo que pensaba cuando vi a Lys, pero debería darle igual, aunque no
sé porque verla celosa me gustaba.
El chaval, que estaba hablando con Alice y Dana, las cuales
por alguna razón estaban tensas, se dio la vuelta y nos saludo a todos, uno por
uno.
- Hola, me llamo Richar.- Me dijo, mirándome fijamente a los
ojos, como midiendo mi entereza.
- Jonh, encantado.- Le contesté yo, fríamente. No sé porque
no me fié de él en ningún momento.
-¿No os quedáis a tomar una copa más, invito yo? ¿Que te
parece Lys?- Dijo, forzando una sonrisa, se notaba que no quería que nos
quedásemos y que eso era simple formalismo.
- Por mi genial, nunca decimos que no a una copa gratis. -
Dijo Mike sonriendo otra vez cómo un niño y sin ningún tipo de dolor de espalda
aparente, buscando algún cómplice entre el resto del grupo.
- Que va tío, yo me piro, que ya llego tarde al torneo que
pensaba jugar y me tocará buscar otro, a ver si te enteras que es mi trabajo y
la próxima vez no haces el orangután en mi espalda machote.- Dijo Tony ya en el
pasillo que daba a la puerta del garito.
- Nosotros también nos vamos ya Mike. Mañana Rebeca me ha
dicho que curra y yo tengo que empezar a buscar también algo.- Dijo Dan,
tirándose la caña con lo de que mañana empezaba a buscar trabajo.
-Y nosotros también nos vamos, colega.- Le dije por último a
Mike, mientras buscaba la mirada de Helen, la cual encontré seguida de una
pequeña sonrisa.
- Jooooder, vale,
venga, a tomar por culo. Nunca hemos rechazado una copa gratis y ahora me venís
con estas. Pues yo me te la acepto, si no os molesta, paso de irme a casa tan
pronto.- Sentenció Mike, con toda la razón del mundo en eso de que nunca hemos
rechazado una copa gratis.
“Gracias Mike” pénse aplaudiendo en mi interior. Él sin
querer les había jodido la cita a Lys y a Richar.
- Si, no pasa nada, pareces un tío divertido.- Contesto
Richar.
- Lo es. - Afirmo Lys, a la cuál aproveche para darle dos
besos y me sorprendió con un abrazo.
En ese momento me hubiera gustado huir con ella a miles de
kilómetros de allí. Pero no la mire a los ojos cuando me aleje para despedirme
de Mike, al cual, con el mítico saludo ritual de dos palmadas con la mano
derecha y choque de hombros, nos despedimos. También me despedí de Richar con
un gesto y un “Bueno”. La verdad es que el tal Richar me sonaba de algo, lo
había visto en algún lugar. Salimos del garito mientras le daba vueltas
intentando recordad de que me sonaba.
Ya en la calle Dan, Rebeca y Tony también se despidieron de
nosotros.
- Tened cuidado.- Dijo Dan, acompañado de un guiño.
-Mañana te llamo, Rebeca.- Se despidió Helen casi gritando
camino al coche.
-Te presento a mi humilde y fiel corcel.- Comenté orgulloso
cuando llegamos a mí coche.
-¿Corcel?- Me pregunto entre risas.
- Ni más ni menos que eso.-
Subimos, metí la llave y se encendió la música, “Sapés comme
jamais” de “Maître Gims ft. Niska” empezó a sonar por los altavoces. Era la
única canción que conocía de ellos, pero esos negros sabían lo que era el
ritmo.
Y casi bailando conduje por las calles de SugarHills. “La
primera” estaba casi en el centro de la ciudad mientras que yo vivía casi en
las afueras. Hablábamos de música mientras escuchábamos música, era casi
poético. Me puso al día sobre la vida de uno u otro cantante que yo no conocía
de nada, pero me gustaba escucharla, su forma de expresarse, así que le
preguntaba mostrando interés.
Llegamos y no me costó aparcar tanto como antes a Mike.
Llegamos a mi piso, que estaba hecho un desastre. El salón olía a los pies de
Dan, cuando entrabas al baño todavía olía mi potado de la noche anterior y mi
habitación era un armario, literalmente, había ropa tirada por todos lados,
también alguna lata de cerveza y colillas por el suelo. Y de la cocina no
estaba mucho mejor que el resto del piso.
-Bueno, pues este es mi hogar. No siempre está tan así, pero
la noche de ayer también fue de locos.- Me excuse.
-No te preocupes, no pasa nada, yo soy igual, bueno, no
tanto, pero también soy bastante desordenada. Si quieres te ayudo a limpiar.-
Dijo como dando un indulto.
- Que va, que dices, no. Esto lo arreglo yo en 10 minutos, ya
verás. ¿No ves que soy camarero? Nosotros nos crecemos ante la presión.- Le
dije riéndome.
Ideé un plan de ataque y lo cumplí a la perfección. Recogí el
salón y limpie el baño en lo que me pareció una marca olímpica. Fregué los
cacharros de la cocina y la barrí y fregué. Y por último me hice un canuto,
mientras esperaba que el suelo de la cocina se secase y, cuando pude, cogí una
botella de vino tinto y dos copas. Salimos a fumar al balcón que había en el
salón mientras se ventilaba el salón.
-Me encanta el vino.- Le confesé.
- Y a mí, pero más el blanco y para cenar.- Contesto ella.-
Pero este está bueno, es suave y te calienta el pecho y las ideas.-
-¿Quieres tener el pecho calentito?- Pregunté antes de
acercarme y morderle el labio. Le di un tiro al canuto y acordándome de Fill y
Diana, le pase el humo con un beso.
Ella me quito el canuto de la mano y con cara de la mala le
dio un tiro tan largo que la hizo estornudar. - ¿Pero tú que fumas? -
- Marruecos entero. - Dije con una sonrisa. Terminé la copa
de un buen trago y le quite la copa y el canuto de las manos dejándolos en una
mesa de metal redonda que había en el balcón. Le aparte el pelo del cuello y le
susurre en el oído. - No me has respondido, ¿qué es lo que te calentaba el
vino?-
- El pecho y las ideas.- Dijo con la respiración agitada.
- Y ¿aquí estás calentita también?- Mientras le volvía a
meter mano por debajo de la falda igual que en sucursal del banco.
- Sí.- Empezó a besarme como si me devorará, y yo a ella
igual, pegándola a la pared, torpemente, mientras seguíamos besándonos llegamos
hasta el sillón.
Nos desnudamos el uno al otro, lo más rápido que podíamos,
como si no pudiéramos aguantar más las ganas, mientras nos besábamos como
podíamos en aquel baile que hacíamos al desnudarnos. Seguíamos besándonos
cuando lleve mi mano a su entrepierna ya desnuda, estaba muy mojada y yo quería
mojarla aún más. Baje por su cuello entre mordiscos, lametones y besos, pasando
por sus pezones, los cuáles mordí con los colmillos, provocándole un gemido de
dolor y placer al mismo tiempo. Descendí a besos por sus costillas, hasta
llegar a su cadera mientras mis dedos se mojaban tocando su clítoris. Sin tocar
mis labios con su muslo, solo dejando que mi respiración lo envolviese, llegué
por fin a la tierra prometida. Lo comí con gusto, a veces con la lengua y otras
con los labios, mientras me agarraba del pelo y gemía. Le metí un par de dedos
y ella empezó a mover sus caderas en mi boca. Estaba a punto de correrse. De
repente se enderezó y me echo para atrás en el sofá, cogiendo mi polla mientras
se la metía en la boca. Era maravillosa, calentita y húmeda, y Helen tenía una
técnica increíble. La aparte el pelo de la cara, quería verla mientras la
dejaba hacer, hasta que le cogí del pelo y le folle la boca, estaba a punto de
correrme yo también.
- Me corro Helen. - Y ella siguió mientras me miraba y me
agarraba los huevos. No pude más. - Dios Helen..- Fue al baño, desnuda, ahora sí
que sí, sin ningún atisbo de timidez.
Busqué el paquete de tabaco en mis pantalones, que estaban
tirados al lado de los suyos. Saque del paquete un cigarro y el mechero. Cogí
otro cigarro más. Tire el paquete al suelo y me encendí los dos cigarros justo
cuando volvía sonriendo por el pasillo. Solté el humo mientras pensaba en que
para nada había sido un mal día.
4.-
…-Pero que bien haces los mojitos-
- Sólo para ti.- Conocía esa sonrisa. Me gire ciento ochenta
grados.
Estaba en la playa. Los padres de Mike, en bañador,
perseguían, entre risas, a dos chiquillos de unos 7 años por la arena. Esos
niños me sonaban de algo. Apareció una ola gigante mientras ellos seguían
igual, corriendo y riéndose. Les grite, les intenté avisar y al darme cuenta de
que no me escuchaban quise huir yo. Pero no podía mover las piernas, las tenía
enterradas hasta las rodillas en la arena de la playa. La ola ya se los había
tragado, me tocaba a mí. De repente sólo había oscuridad.
-Vive por mí, Johnnathan. Toma, cógelo, sé que cuidaras bien
de él. No le hables de... ¡Prométemelo! –
Me desperté temblando, con una lágrima en la cara. Apagué el
despertador. No era la primera vez que escuchaba esa voz en mis sueños, creo
que es mi madre, pero podría ser la panadera perfectamente. Me encendí un
cigarro. Nunca le he dado importancia. Pero sí era la primera vez que aparecía
Lys y su sonrisa. Helen ya se había ido, pero me había escrito su número
teléfono con pintalabios en el baño. Mire el número mientras echaba la meada
mañanera. Había dormido genial. Preparé café y me hice un par de tostadas con
mantequilla para acompañarlo. Desayuné en la mesa de metal del balcón
contemplando las vistas y para aprovechar el buen día que hacía, ya totalmente
veraniego. La verdad es que no eran tan grandes vistas y ya las había visto mil
veces. Desde el balcón sólo se veía la calle, unos cuantos edificios y el patio
del colegio “ St. Patrick Public School”. Los niños estaban en el recreo.
Algunos jugaban al futbol, otros al pilla-pilla, los más mayores, que tendrían
diez u once años, estudiaban para algún examen final. La mayoría se movían y
gritaban por el patio sin ningún sentido para mí, era cómo observar a las
hormigas cuando destruías el hormiguero, todas locas corriendo de un lado a
otro sin saber qué es lo que está pasando.
Pensando en que no hace tanto yo era igual preparé las cosas
para ducharme. El agua calentita era cómo una droga para mí. “Podría vivir en
una bañera llena de agua caliente”, pensé. Me lave los dientes, mientras sonaba
“Animals” de “Martin Garrix”. Me vine arriba no, muy arriba. Empecé moviendo el
cuello y acabé de pie en el Wc dándolo
todo. Cuando acabó la canción volví a la realidad.
Como siempre, me encendí otro cigarro cuando salí del portal
y me puse las gafas de sol. Esta vez sí sabía perfectamente dónde había
aparcado. Fui andando, despreocupado. Ya no se escuchaban los gritos de los
niños del colegio, o por lo menos yo no los escuchaba ya. Abrí el coche, me
senté y metí la llave, esta vez, empezó a sonar el final de la canción de
“Memphis Depay - No love”.
Conduje entre las calles de la bulliciosa ciudad que era
SugarHills, en la que se empezaba a notar que cada vez había más turistas. Los
autobuses iban casi llenos, el tráfico era abundante y distintas personas, con
más o menos prisa por llegar a sus destinos, recorrían las aceras del centro de
la ciudad.
Salí de la ciudad tomando la carretera del sur, hacia
SugarCoast. Cuando estaba llegando al hotel vi el coche de Mike aparcado cerca.
Me pareció raro, pues Mike hoy tenía el turno partido y se suponía que hace una
hora que había acabado el primero. Di la vuelta al hotel y aparque cerca de la
playa, que quedaba a cien metros, más o menos, de la entrada al aparcamiento
que había justo antes de llegar a la puerta del hotel. Iba bastante bien de
tiempo, así que pase antes a beberme una cerveza fresquita a uno de los
restaurantes que habían cerca del Hotel. “Restaurante La brisa” rezaba el
luminoso.
Ya conocía aquel restaurante, que contaba con un bar aparte
que estaba abierto a la playa. Entré directamente por la puerta que daba al
bar, el cual estaba a casi lleno. Me acerque a la barra y espere a que algún
camarero se fijara en mí. Al cabo de unos minutos, que se me hicieron eternos,
uno de ellos, con la piel clara y los ojos oscuros debajo de unas cejas espesas
y oscuras que contrastaban con su pelo rubio peinado hacia atrás.
-¿Que quería, caballero?- Me pregunto el camarero cejudo.
- Una jarra de cerveza y no hace falta que seas tan formal,
tenemos la misma edad y trabajo aquí al lado.- Conteste sonriéndole, queriendo
darle un poco de confianza.
-Ya sabes entonces, protocolo colega. Ahora mismo te pongo la
cerveza.- Dijo con una sonrisa que no sé yo si no formaría parte de sus
“protocolos”.
Trajo la jarra llena con la cerveza muy bien tirada, con su
espuma de sólo dos dedos. Y eso es importante, en muchos sitios te estafan
poniendo mogollón de espuma y para mí eso es un robo, la cerveza tiene que
tener dos dedos de espuma, ni más ni menos. Le di las gracias mientras le daba
dinero para que se cobrara. Yo siempre suelo tener bastante dinero encima, la
vida me ha demostrado que nunca sabes cuándo lo puedes necesitar, aunque
tampoco demasiado por sí alguna vez me atracaban.
Caminaba hacia la playa cuando los vi. Mike estaba con Jim y
con Richar sentados en una mesa a pie de playa, tomando wiskey y fumando un
habano. Me pareció muy raro, ¿desde cuándo Mike quedaba con Jim para tomarse
algo? Nunca me había comentado nada y Mike no era de los que ocultaban cosas, y
menos a mí. Aparte, ¿qué pintaba Richar allí?¿De qué se conocían..? Richar. Caí
en ese momento, el socio de Jim se llamaba Richar y ya se dónde lo había visto
antes. Lo había visto hablando con Mike una sola vez en “La primera”, hace ya
bastante tiempo. Volví a la barra con la mosca detrás de la oreja, quería saber
de qué cojones hablaban y porque Mike y Richar la noche anterior se habían
presentado cómo si no se conocieran de nada. Llamé al camarero de las cejas
pobladas, que ahora estaba fuera de la barra limpiando algunas mesas.
-¿Cómo te llamas tío?- Le pregunte.
-Bruce, ¿y tú?- Me devolvió la pregunta
-Encantado Bruce, yo me llamo John.- Conteste mientras le alargaba
la mano en forma de saludo cordial y continúe hablando.-Necesito un favor
Bruce, ponte aquí.-
Le coloqué de cara a la playa para que pudiera ver a Mike,
Jim y Richar, y saque de la cartera un billete de veinte al Bruce se quedó
mirando.
-¿Ves a esos tres, los de los habanos?¿Suelen venir por aquí
los tres juntos?- Pregunte a Bruce sin tapujos
-No vienen mucho pero siempre que vienen, vienen juntos.-
Bruce había entendido el juego. Le di el billete y saque dos de cincuenta.
-Vale, Bruce, voy a volver está noche y me gustaría saber
algo de lo que hablan esos tres y ahora mismo tengo prisa, ¿podrías enterarte
de algo accidentalmente mientras limpias las mesas?-Dije jugando con los dos
billetes entre las manos.
-Por supuesto, John- Dijo y note que le excitaba ese papel de
espía bien pagado.
- Nos vemos esta noche entonces.- Guarde de nuevo los
billetes en la cartera y le extendía la mano.
-Genial.- Contesto mientras sonreía y me daba su mano.
Cuando entré en el hotel por la puerta del servicio estaba
empezando a pensar en que me había venido arriba con Bruce. ¿Desde cuándo
sobornaba a gente por información acerca de mi mejor amigo? Empecé a pensar que
estaba siendo tonto, que seguro que tenía alguna explicación. Pero, entonces,
¿por qué me lo habría ocultado Mike? Estaba cruzando el pasillo del servició,
camino al bar, cuando, por el otro extremo del pasillo, apareció Lys. Me acordé
de que había soñado con ella y, por primera vez, verla me puso incómodo, pues
sabía que tenía que decirle algo, invitarla a salir, algo.
- Hola, ¿entras ahora? Yo hoy salgo antes, que le he pedido
permiso a Doc, tengo que solucionar unas cosas en la universidad, ah, por
cierto, ¿que te parecieron mis amigas? ¿Eran guapas, eh?¿Te gusto alguna?- Me
puse nervioso ante ese interrogatorio.
-Quieta, para, para, No te montes películas. Además, ¿tanto
te importa?- Conteste intentando no mentirla y evadir sus preguntas. Además, en
el fondo me gustaba que le importase.
Ella se puso un poco roja.
En ese momento lo recordé, casi se me olvidaba de que Mike ayer se quedó con
ella y con Richar, a lo mejor hablaron de algo que me pueda dar alguna explicación.
-Me importa porque son muy buenas chicas, no me las
corrompáis, eh.- “Un poco tarde.” pensé.
- Nada, tranquila, si están con nosotros, están en buenas
manos.- Me puse un poco serio.
- Y tú qué, ¿cómo fue tu “cita”? ¿Qué tal se porto Mike?- Conseguí
preguntar.
-Ah, si. Bien, la verdad. Se fue tras terminarse la copa y ha
Richar lo llamaron y se tuvo que ir, así que la mi cita no fue tan bien.
Tampoco me estaba cayendo bien, no sé, tiene algo que me hace desconfiar de
él.- Dijo y note que se puso un poco nerviosa.
- ¿Verdad? Me pasó lo mismo anoche..- Y no puede continuar
porque se justamente la puerta abrió en ese mismo momento y Doc apareció tras
ella.
- Hombre, si estás aquí. Venga Romeo, tira para el chiringo,
que ya te iba a llamar por teléfono para saber dónde estabas que ya son la una
y cinco. Y tú, Julieta, ¿no te tenías que ir a resolver no sé qué mierda en la
universidad? Pues si te veo en dos minutos por aquí te pongo a trabajar, así
que ale, marchando.- Dijo Doc al descubrirnos a los dos apoyados, frente a
frente, en una de las paredes del pasillo. Me gustó lo de Romeo y Julieta.
- Ya voy Doc.- Dije pesadamente.
-Si, es verdad Doc, me voy.- Dijo Lys, con la cara como un
tomate. Se notaba que no era de las personas que acostumbraban a llevarse una
regañina.
Doc salió, renegando, hacia el chiringo y yo detrás de él,
pero antes se me ocurrió algo que decirle a Lys. Así que volví hacia la puerta
que daba al pasillo y la abrí.
- Lyyyyyyys, eh, Lyyyyyyys.- Dije medio gritando medio
susurrando.
- Jooooonh, dime.- me devolvió el grito-susurro Lys, sacando
la cabeza por la puerta de los vestuarios. Me acerque sonriendo.
- Para, que estoy casi desnuda, John.- Joder, se me puso el
corazón a cien al escuchar eso.
- Sólo quería decirte que anoche soñé con tu sonrisa y que
hoy me he levantado con ganas de volver a verla.- Jaque. Me fui sin decir nada
más y también sin saber lo que pensaba ella que sólo me miró perpleja.
Tras eso, afronté el día con alegría, esperando que llegaran
las ocho para que Mike volviera al curro. Con lo que me dijo Lys, estoy casi
seguro de que Richar y Mike también estuvieron juntos ayer por la noche y yo no
conseguía entender por qué. Las horas pasaron rápido, sin mucho trabajo pues,
como el día anterior, la mayoría de los clientes se habían ido a la playa. A
las siete y media de la tarde ya estaba abierto el comedor y los clientes más
puntuales bajaban ya a cenar, sobre todo eran personas mayores. Todavía no eran
las ocho cuando Mike ya estaba con nosotros en el comedor. Estaba serio, aunque
conmigo intentaba disimular, se le notaba a la legua que algo le rondaba la
cabeza.
-¿Que te pasa tío, estas bien? Te veo serio.- Pregunte
intentando sonsacarle.
- No estoy serio, me duele bastante el estómago, sólo eso.-
Me corto tajante.
- Vale colega, estás que muerdes.- Le contesté, poniéndome
serio. Sonrió.
-Lo siento tío, el dolor de estomago me pone de mala leche.- Mentía.
Jamás le había puesto de mala leche un dolor de estomago.
- Te entiendo, no te preocupes.- Contesté con tono
condescendiente.
-Venga John, ahora no te hagas el digno conmigo. Sólo es eso,
¿vale?- Me revolvió el pelo sabiendo que yo odiaba que hiciera eso.
-Quita, pesao.- le aparté la mano de mi cabeza, sonriendo
está vez. -Vamos a centrarnos en el curro y después, si tienes cuerpo, vamos
a “La primera” a tomar algo.-
-Que va tío, he quedado con una muchacha después.-Estaba decidido,
después iba a llamar a Karl para que me acompañara a seguir a Mike.
Podía parecer muy enfermizo, pero si Mike era capaz de
mentirme también tenía que ser por una razón suficientemente importante.
- Joder eh, que bien calladito te lo tenías. Que bien
maquinas en las sombras, campeón. ¿La conocemos? ¿No trabajará en el hotel, no?
- Intervino Fill.
- No, no la conocéis. ¿Ves por que nunca digo nada, John?
Sois una panda de pequeñas y asquerosas babosas.- Contestó Mike con una sonrisa
que me pareció bastante fingida.
-¿Pero qué cojones hacéis ahí los tres de tertulia?- Nos dijo
incrédulo por la escena Doc. Fill, que no entendió que no hacía falta responder
a esa pregunta le contesto.
-Nada, que Mike se ha enamorado de alguien del hotel y no nos
quiere decir quién.- Ha Doc se le notó el brillo en los ojos tras escuchar, lo
que para que él era, un bombazo informativo.
-¿Pero cómo puedes ser tan hijo de…?- Mike se puso rojo e
intento agarrar a Fill por la camisa.
- ¡Mike! Un palabra más y te despido. Venga coño, a trabajar,
ya hablaremos los cuatro en otro momento de todo esto.- Mike, inspiro, y soltó
pesadamente el aire mientras debió aceptar que iba a ser la comidilla del hotel
durante un tiempo.
-Eso por lo de la nariz.- Me dijo Fill medio riéndose.
Nos pusimos a trabajar y la hora y medía que me quedaba se pasó
volando. Ya habíamos terminado de colocar el comedor cuando, antes de irme, me
despedí de Mike, que era el que se había quedado conmigo colocando el comedor.
- ¿Sales a las doce, no? Ya no te queda nada. Ya me contarás
que tal con la chavala misteriosa.- Le dije mientras dábamos, los dos con la
mano derecha, dos aplausos seguidos de un choque del hombro derecho, cómo
siempre hacíamos al saludarnos o despedirnos con nuestros colegas.
- Si, ya te contaré, no te preocupes. Voy a ver arder a los
viejecillos anda, que hoy tenemos el “Festival del fuego”, suena bien, ¿eh?.
Bueno, chao pescao. Descansa hermano.- Sonrió.
- Hasta mañana, hermano.- No le devolví la sonrisa y abrí la
puerta del pasillo del servicio, el cuál cruce andando más rápido que un yonky
cuando consigue dinero para ir a ver al camello y seguí andando a esa velocidad
hasta que llegué a mi fiel corcel.
Ya en el coche llamé a
Karl por teléfono. “Cógelo, cabrón.” Nada, no lo cogía, volví a intentarlo.
“Vamos, vamos.” Nada otra vez. Cuando iba a volver a intentarlo, como si fuera
un sanitario intentando reanimar un cadáver, empezó a sonar mi teléfono.
Descolgué.
- Dime loco, estaba cagando.- Era Karl.
-Me lo estaba imaginando.- Mentí, pero porque en otra
circunstancia me lo habría imaginado.
-¿Puedes quedar ahora tío? Es importante, es sobre Mike, anda
muy raro y he descubierto unas cuantas cosas bastante sospechosas, aunque no sé
de qué, pero muy sospechosas. ¿Puedes?- Le pregunté casi implorándole.
- Estaba estudiando hermano, que ando a tope con lo de la
universidad, ya sabes loco.- Me intentaba dar largas.
- Venga tío..- Insistí.
-Joder, macho, venga, vente a buscarme, pero tío después no
me líes hasta muy tarde, que nos conocemos John.- Por fin cedió.
-Ya te digo que es importante, ya verás, cabezón. En un rato
estoy allí, te llamo y bajas.- Dije casi celebrándolo.
-Joder, ahora haber que le explico a mis padres para salir
ahora, macho, las que liáis.- Los padre de Karl no sabían muy bien a que se
dedicaba su hijo cuando salía por ahí, por lo menos de primera mano. No sabían
ni que fumaba, ni muchas de nuestras salvajadas.
- Tranquilo, algo se te ocurrirá seguro, que eres un tío
inteligente. Venga, nos vemos ahora.- Me despedí.
Me acordé de Bruce y decidí que a lo mejor valía la pena ir a
verle, pero, cuando llegué al restaurante “La Brisa” y pregunté por él, me
dijeron que se había marchado unos diez minutos antes. “Cíen pavos que me
ahorro, además, creo que tampoco me iba a solucionar nada.” Pensé y volví al
coche, otra vez modo yonky activado. Esta vez lo arranque y puse rumbo a casa,
quería ducharme y cambiarme de ropa.
Conducir siempre es liberador, tener el poder de manejar una
masa de acero de varias toneladas y en el cuál, con el fallo más tonto, podrías
vivir tus últimos momentos. Pensaba en ello mientras subí la música y empezó a
sonar “My way” de “Fetty wap ft Monty”. Le pisaba aún más al acelerador cuando
conseguí salir de Sugarcoast y coger la carretera que llevaba a SugarHills. Me
sentí un poco “Toreto” en “Fast and Furious” al adelantar a alguno que otro
coche, cada vez yendo más rápido. Cuando llegue a la entrada de la ciudad
aminore la marcha. Crucé la ciudad hasta llegar a mi casa, que quedaba al otro lado
de la ciudad.
Aparqué, me baje del coche y seguí andando el modo yonky
hacia casa. Abrí el portal y subí rápidamente las viejas escaleras hasta el
segundo piso. El “203” era mi piso. Entré, puse música en mi portátil, “Pussy
Money Weed” de “Tommy Cahs”, me encendí un cigarro y para intentar regalarme,
abrí una lata de cerveza y, salí al balcón.
Pensé en Mike, que estaba aún trabajando sin saber que sus
mejores amigos le seguirían está noche porque no se fiaban de él, ¿qué cojones
esperaba descubrir? ¿De verdad no confiaba a en su hermano? Sí, sí confiaba en
él, pero todo era muy raro. En el fondo esperaba seguirle y verle con la
muchacha que le había dicho. Pero algo me decía que iba a ser así. De repente
empezó a sonarme el teléfono. Era Lys. No sé porque me puse nervioso y se me
agitó algo en el pecho. Tenía aún que ducharme e ir a por Karl, no sé si tenía
tiempo de cogerlo. “Excusas John, eso es una excusa” me dijo mi conciencia.
-Holaaa- Dije al descolgar el teléfono, como si no fuera
conmigo la cosa.
- Hola.- Me devolvió el saludo, también como si no fuera con
ella la cosa.
- Bueno, ¿qué pasa? ¿Qué te cuentas, que querías?- Pregunte
esmerándome en que no se me notara que me había puesto nervioso
-Nada, que he acabo lo que tenía que hacer de la universidad
y te iba a decir si querías ir a tomar algo, no sé, que me explicases que me
has querido decir en el vestuario.- Poniéndome aún más nervioso, contesté.
- Pue.. pue..Pues me pillas liado ahora con un tema, pero que
sí que me encantaría tomar algo, eh, ¿te parece bien mañana?- Dije mientras en
mi fuero interno me maldecía por haber tartamudeado
- Vale, guay, que mañana libro.- Contestó y me dio la
impresión de que le divertía ponerme nervioso.
-Pues quedamos así, anda, te dejo, que tengo un poco de
prisa. ¡Pasa buena noche! Un abrazo.- Terminé diciendo rápidamente, como si
alguien me estuviera presionando. Demasiado rápido incluso.
- Sí, igualmente, un beso.- Dijo, alegremente, y colgó.
Había caído en la cuenta de que nunca habíamos quedado ella y
yo solos fuera del curro. Intenté no pensar en ella todo el tiempo pero no
pude, asique mientras me duchaba y, después, me vestía con un pantalón de
chándal de “Puma” negro y una camiseta básica de “Calvin Klein”, pensaba en que
le diría mañana. Me calcé con las Asics
Gel blancas y cuando baje, otra vez, por las escaleras del portal y fui en
busca del coche, todavía pensaba en aquello. Cuando me senté delante del
volante y metí la llave, logrando que se encendiera el motor del coche, decidí
que era mejor no pensar en ello, que pasará lo que tuviera que pasar y que las
palabras me saldrían solas seguramente.
Centrándome en la noche que tenía por delante conduje hasta
que llegue a la puerta de la modesta casa que tenían los padres de Karl en la
urbanización “Cotton Candy”, en las afueras, al Este de SugarHills. Los padres
de Karl, los dos doctores, habían comprado esa casa unos años atrás. Eran bastante jóvenes y habían tenido
a Karl cuando tenían nuestra edad. Era un misterio cómo Laura y Mathieu, Mat
para los conocidos, habían conseguido conciliar los estudios, el trabajo y un
hijo, pero lo habían hecho. Tal vez por eso Karl era cómo era, un tío ordenado
hasta rayar en lo enfermizo, con muchísima capacidad de sacrificio para todo.
Muchas veces, entre nosotros, decíamos que si la vida fuera una partida de
ajedrez, Karl, siempre tenía pensado su siguiente movimiento.
Le llamé al telefonillo.
-Sal, estoy en la puerta.- Dije cuando note que al otro lado
estaba Karl.
- Ya te he visto, ya voy.- No tardó mucho en aparecer.- Venga
vamos, que tenemos que pasar a buscar a Paul también.-
-¿Y eso?- Pregunte con sorpresa y un poco molesto porque Paul
no era el tipo de persona que supiera guardar un secreto, pero pensé que tal
vez pudiera venirnos bien.
-Me llamó para ver que hacía, que acaba de terminar en el
Hotel.- Contesto Karl. Se le notaba un poco cansado.
-Vale genial, que tenemos que estar por allí para cuando
salga Mike sobre las doce.- Dije esperando la consiguiente pregunta por parte
de Karl.
-Eso pensé.- Concluyó Karl,
sin más preguntas, como si supiera lo que íbamos a hacer esa noche.
Arranqué y di la
vuelta con el coche dirección a SugarCoast, que quedaba a unos 3 kilómetros de
allí. Karl empezó a liarse un canuto.
-Bueno, ¿cuándo me vas a explicar que es lo que pasa con el
bueno de Mike?- Por fin preguntó Karl.
-Ahora cuando estemos con Paul, ya sabes que no me gusta
repetir las cosas ochenta veces.-Le contesté mientras pasaba una rotonda a
noventa kilómetros/hora
-Macho, relájate que en esa rotonda casi me lo tiras todo.-
Me espetó notablemente cabreado.
-Es que no es momento de liarse nada ahora Karl.- Dije un
poco molesto por su tranquila actitud, aunque era normal, todavía no le había
contado nada de la situación tan rara que había visto en el restaurante “La
brisa”.
-¿Desde cuándo no es válido cualquier momento para liarse un
canuto?- Dijo riéndose. Tenía razón, un canuto siempre iba bien y seguramente
ahora más.
Antes de llegar, Karl, ya se lo había prendido. Aparque cerca
de donde Mike tenía aparcado el coche aquella mañana, que seguía en el mismo
sitio. “Ni si quiera ha pasado por casa”, pensé al verlo. Bajamos del coche y fuimos a un bar que
estaba en la misma calle y tenía una terraza en forma de “L” en la que parte
quedaba escondida por el propio local y no se veía desde la calle a menos que
te fijases muy bien, cobijada por unas cuantas lonas para evitar el sol durante
el día. Nos sentamos en esa parte de la terraza, en la mesa más escondida que
pudimos. Karl avisó por teléfono a Paul, que llegó enseguida con otro canuto
aún más gordo que el de Karl. Vino una camarera, con cara de pocos amigos
aunque bastante guapa, rubia, con el pelo recogido en una coleta, con la nariz
redonda y unos labios finos, aunque lo más llamativo de su rostro era sus dos
grandes ojos azules verdosos. Llevaba
puesto un polo negro con el nombre del bar, “Los soles”, y una plaquita en la
que ponía “Sarah”.
-No podéis fumar eso aquí chicos, lo siento.- Dijo antes si
quiera de saludar cordialmente. Me acordé de Bruce, de sus protocolos, y me di
cuenta que prefería a Sarah como camarera.
- Bueno, ¿Sarah, no?, ¿Nos pones tres jarras de cerveza en lo
que nos lo fumamos fuera?- Contesto Karl de manera tranquila, como amansando a
una fiera.
-Vale, pero cuando os
vea fuera os las pongo.- Dijo Sarah con cara de, ahora, querer hacer
amigos.
- Perfecto.- Respondió Karl, divertido, con una sonrisa y un
brillo en los ojos poco común en él. Salimos fuera, fuimos hacía la playa, y
nos sentamos a fumar allí.
- Vale John, cuentanos- Y les conté todo, Mike está mañana
con Jim y Richar, Mike y Richar la noche anterior haciendo cómo si no se
conocieran, lo que me había contado Bruce de que no era la primera vez que les
veía juntos a los tres allí, todo. Cuando acabé Karl, pensativo, se mantuvo
callado un momento.
- Bueno bueno, algo pasa seguro.- Dijo Paul, rompiendo el silencio.
-Yo también lo creo, ¿pero el qué?- Dije y continúe. –
También me ha dicho que esta noche no podía quedar con nosotros, que había
quedado con una chica, pero me ha sonado a excusa barata.-
- La cuestión es que sabemos de esos dos, de Jim y Richar, y
no sabemos nada de ellos. Bueno de Jim que tiene mucha pasta y es un niño de
papá un tanto esquizofrénico.- Por fin hablo Karl.
- ¿Esquizofrénico, por qué?- Pregunté pues no sabía porque
decía eso y yo nunca lo había notado.
- Una vez lo vi volverse loco en una fiesta de la universidad
y hubo un momento en el que tuvo una movida con un chaval porque supuestamente
“quería matarlo” y lo destrozó con un palo, en plan psicópata.- Nadie me había
contado eso nunca y un escalofrío me recorrió la espalda. Se hizo el silencio
entre nosotros y fumamos inmersos en el sonido de las olas que rompían en la
playa. Un minuto después de que todos termináramos nuestros respectivos
cacharros Paul rompió el silencio.
-¿Y si vamos a por las birras? Lo digo porque a lo mejor nos
ayudan a ver otro punto de vista.- Paul era un amante de la cerveza, de
cualquier tipo y en casi cualquier situación.
-Venga va, que tengo la boca seca.- Respondí yo, levantándome
y sacudiéndome la arena que se me había quedado en la parte de atrás del
pantalón del chandal.
-De todas maneras tenemos que darnos prisa, son las 11:30,
deberíamos estar ya subidos en el coche y cerca del hotel para verlo salir para
cuando salga y seguirle por si decide mover el coche o ir a algún sitio cerca.-
Siguió Karl, también sacudiéndose la arena.
-Tienes razón Karl, vamos a darnos prisa por ir a por las
cervezas.- Dijo Paul, después de pegar un salto para levantarse.
Allí estaban nuestras jarras de cerveza, ya en la mesa. Me he
encendí un cigarro para acompañarla y, después de soltar el humo, le di un buen
trago. Nos concentremos en beber rápido asique hablamos poco, algún aviso de
Karl sobre la hora y alguna queja de Paul al respecto porque no quería beber
más rápido.
-Venga, lo que queda de un trago, que no le pillamos
tíos.-Insistió Karl.
-Joder, mira que eres pesado, la cerveza está para
disfrutarla relajadamente, no con un puto reloj de cuco al lado dándote la puta
brasa.- Le contestó Paul, un poco ya hasta los cojones de tanta prisa.
-Tío, Karl tiene
razón, en tiempos desesperados, medidas desesperadas. No teníamos que habernos
tomado nada desde un principio. ¿Porque coño hemos entrado?- Dije yo para
relajar un poco.
-Inercia hermano, inercia.- Me contesto Karl, que entendió
que Paul acaba de salir de trabajar y que quería un segundo de paz y Paul, que
también pareció entender a Karl, empezó a dar tragos más largos.
Cuando terminamos los tres, a la vez, fuimos a la barra de
dentro a pagar. La misma camarera que nos había atendido, Sarah, nos cobró.
-En realidad pensaba que os ibais a marchar sin pagar. - Nos
dijo sonriendo.
- Nosotros también lo hemos pensado al principio, pero con lo
maja que has sido al mandarnos irnos a fumar fuera nos has convencido para que
pagásemos.-Le contestó Karl. Ella se río divertida y se despidió hasta la
próxima.
- Sí, hasta la próxima, ten por seguro que volveré aunque sea
yo sólo.- Dijo Karl, mientras se marchaba andando hacía atrás.
- Y sólo te vas a ir, venga tira, pesado.- Le dijo Paul
mientras lo empujaba llevándoselo de allí.
Doce menos diez, ya estábamos en el coche, con la puerta de
la salida del servicio a la vista, atentos para ver salir a Mike en cualquier
momento.
-Teníamos que haber comprado unas patatas fritas o algo.-
Dijo Paul.-Ya que estamos en plan polis, deberíamos actuar cómo ellos.-
-¿Cómo que en plan polis?- Le preguntó Karl.
-Si tío, cómo policías en vigilancia, esperando que el caco
sospechoso aparezca para llevarnos a la escena del crimen loco, ¿lo pillas ya o
te hago un croquis?- Parecía que Paul tenía el día espeso.
-Te voy a tener que dar un par de puñetazos al final para que
te relajes, eh, pedazo de tonto.- Karl, al que no le gustaban las faltas de
respeto, le amenazó.
-Venga, coño, callaros, ahí sale.- Les corté y cómo por
inercia todos bajamos las cabezas y nos escondimos lo justo para poder ver
fuera.
- Creo que va hacia el coche.- Dijo Paul susurrando.
-¿Por qué susurras, payaso?- Le contesto, susurrando también,
Karl.
-Por la tensión del momento.- Afirmó Paul, siguiendo el juego
mientras sonreía.
-Sois imbéciles.- Dije yo con el tono normal. Conduje,
lentamente tras los pasos de Mike, que no se había dado cuenta de que estábamos
esperándole.
Le vimos desde lejos montarse en el coche y marcharse. Seguía
sin habernos visto, o eso quisimos creer, cuando cogió la carretera rumbo a
SugarHills. No entró en la ciudad, giro en la rotonda con 4 salidas, la que
indicaban la entrada sur, la que siempre utilizaban, y dos circunvalaciones que
llevaban a la entrada este y oeste de la ciudad. Mike tomo rumbo al este y
nosotros, que íbamos detrás de 4 coches, le seguimos. Continuó sin meterse en
la ciudad y fue hacia la entrada Norte. Y la paso de largo, internándose más en
la isla, tomando la carretera hacia el norte. “¿A dónde cojones irá? Pensé yo,
concentrado en la carretera, mientras Karl y Paul debatían hacía donde iba
Mike. Íbamos a unos 100 metros de él, con dos coches por delante, así que nos
dio tiempo a verle tomar la salida de la carretera hacia el hipódromo, el cuál
llevaba abandonado nueve o diez años.
- Esto cada vez es más raro.- Dije.
-Si tío.- Contestó Karl.
-Cómo la tía con la que ha quedado no le vaya la heroína o
follar en sitios abandonados, no lo entiendo.- Sentenció Paul.
Aparcamos a unos doscientos metros de la entrada del
hipódromo. Mike condujo hasta la puerta de las verjas del hipódromo y,
empujándolas, las abrió de par en par.
-¿Deberían tener un candado esas puertas, no?- Preguntó Paul
mientras nos escondíamos en un bosquecillo que había al lado de la carretera, a
unos cincuenta metros.
-De hecho hace poco lo tenían, que hace poco vine aquí a
hacer un grafiti con Mike y tuvimos que saltar esa misma puerta.- Le contestó
Karl.
Cuando Mike ya había entrado y cerrado la puerta de la verja
les miré a los dos e ideé un plan rápidamente.
- Vale, vamos a ver, Karl y yo vamos a ver que cojones pasa
ahí dentro. Tú Paul, ve al coche y quédate allí, si no hemos vuelto en una
hora, llama a la policía. ¿Entendido?-Ha Paul pareció aliviarle esas palabras.
-Vale, confiad en mí.- Dijo con tono seguro, con la calma del
que no se ensucia las manos.
-¿Cómo piensas que entremos John, por la puerta? - Me
preguntó John una vez ya fuera del coche, agazapados en la oscuridad.
- Habrá que hacerlo, ¿no?- Dije y me di cuenta que esa parte
del plan no la había tenido en cuenta.
-No creo que esté abierta y sin vigilancia, tío. Creo que es
mejor buscar un lugar por el que saltar la verja.- Respondió Karl, que como
siempre iba un paso por delante.
-Tienes razón, Karl, vamos.- Sentencie yo.
Karl y yo empezamos a correr por el bosque y salimos de él.
Llegamos a la verja y empezamos a rodearla hasta que encontramos un sitio por
el que colarnos dentro del recinto del hipódromo. Más mal que bien, pero
conseguimos colarnos por un agujero en la verja sin hacer ruido.
- Vale, nos separamos, tú ve por allí y yo por aquí y nos
vemos dentro de cuarenta y cinco minutos otra vez aquí. Márchate aunque no
aparezca, yo haré lo mismo. - Dije.
-Okey, nos vemos en un rato hermano, ten mucho cuidado.- Me
aconsejó Karl.
-Tú también.- Y haciendo nuestro ritual de saludo o
despedida, nos marchamos cada uno en una dirección.
Habíamos entrado por la parte trasera. El recinto, que
contaba con tres estructuras: Las gradas, en el lateral de las pistas en las
que, hace unos años, competían los caballos, una pequeña casa en la cual se
debían hacer las apuestas y, por último las cuadras. También tenía una parquin
en la entrada, por la puerta que había entrado Mike.
Mientras que Karl fue hacía las cuadras, la estructura que le
quedaba más cerca. Yo fui hacía la caseta de las apuestas. Cuando estuve cerca,
vi luz dentro, a través de una ventana pequeña a los pies de la caseta.
“Estarán en el sótano”. Giré mi cabeza hacía el parquin de la entrada y vi que
había tres coche aparte del de Mike. “¿Cuántas personas habrá ahora mismo en el
recinto?”, pensé.
Me agaché junto a la ventana y vi a Mike, Jim, Richar, sentados
juntos delante de una mesa en la que había dos bolsas de “Adidas” llenas de
billetes pequeños, por los que podía ver desde donde estaba, con dos gorilas
detrás suyos y un hombre al otro lado de la mesa. Detrás del hombre había otros
dos, sentados en un sofá, siguiendo la conversación.
- Asique nos haces venir hasta aquí, para decirnos que te
falta seis mil pavos de lo que nos debes, ¿es así Tom?- Pregunto Jim.
-Os lo pagaré, de verdad Jim, Richar. Dadme un poco más de
tiempo, es sólo que unos tipos están tardando en pagarme a mí, hablaré con
ellos, os lo prometo, dentro de poco tendréis el resto.- Respondió el hombre
del otro lado de la mesa.
Richar se miraba las uñas cómo si no fuera con él el tema.
Mike, miraba al frente, cómo pensando en otra cosa. Jim, se puso de pie y saco
del interior de su americana una pistola, parecía una “H&K USP Compact”, lo
sabía porque me encantaban las pistolas y esa, de las alemanas, era de mi
favoritas. Es una moderna pistola semiautomática de la casa alemana “Heckel und
Roch” de tamaño medio, con un caños de tres pulgadas. Era de las que utilizaba
la policia.
- Mira, Tom, las cosas no son tan fáciles cómo venir aquí y
pedir clemencia. Me importa una puta mierda que te deban dinero o quien te lo
deba, ese es tú puto problema, ¿me entiendes, verdad?- Sonrio Jim mientras se
acerba a él, pasando el filo del cañon de la pistola por la mesa.- La cuestión,
Tom, es que me tenías que devolver quince de los grandes esta noche y te faltan
seis.- Ya a su lado, pasándole el cachon por el cuello a Tom, se acercó a su
oreja a su oreja y le dijo algo en un susurro.
- No, por favor Jim, no.- Dijo el tal Tom, pidiendo una
clemencia que, por los ojos Jim, no iba a haber.
-¡No me hagas repetirlo, levantate de la puta silla, si no te
ayudaran mis hombres! ¡Levanta trozo de mierda!- empezó a gritarle Jim.
Los hombres que había en el sofá se levantaron e hicieron
amagos de cumplir las órdenes que todavía no les habían dado. Tom, viéndolos,
se puso de pie el sólo. Jim le empezó a apuntar.
-Bien, Tom, bien. Aunque les pago para algo, ¿no crees? -
Dijo Jim y añadió.- Antonio, Felipe, enseñadle a hacer las cosas a la primera.-
No se lo pensaron y empezaron a darle puñetazos por todo el cuerpo, evitando la
cara. Cuándo Tom calló al suelo siguieron a patadas.- Venga, ya está,
levantadle.-Dijo Jim.
Mike y Richar seguían sin mover un músculo.
-Sabes, creo que la gente es más sincera cuándo se le
encañona, ¿cuándo cojones piensas pagar Tom?¿Sabes que te podría matar aquí
mismo no?¿Que no pasaría absolutamente nada, no? Pero quiero mi dinero de
vuelta. Dime una puta fecha Tom, y deja de llorar, que no somos críos ya,
cojones.- Continuo Jim, divertido, amo de la situación.
-No sé, ¿una semana?- Le contestó Tom temblando y sollozando.
-Joder, ¿¿enserio me lo estás preguntando a mí Tom?! ¡¿Te
estás riendo de mí Tom? Porque me empieza a dar esa sensación, joder, y no me
gusta que se rían de mí en puta cara.- Jim le puso la pistola entre ceja y
ceja.
-No, Jim, en dos días, te pagaré en dos días, lo juro.
Buscaré a esos hijos de puta y les haré pagarme. Te pagaré, ¿me escuchas? Lo
haré, Jim, de verdad, te lo juro.- Consiguió decir Tom, escupiendo sangre a
cada palabra dicha.
-Muy bien Tom, muy bien..- Dijo Jim, dándole la espalda a
Tom, pero se giró bruscamente y le volvió a apuntar.- Pero has sido muy lento.-
Y le disparó en una pierna.
Tom empezó a gritar y a sangrar., hasta que se desmayó. Jim,
dirigiéndose a Mike le dijo.-Llevatelo de aquí y dejale en el puerto de
CandyCoast y llama allí a una ambulancia. Si te para algún policia, dile que
vas de mi parte, cómo siempre. Cuándo termines, vuelve, estaremos aquí jugando
al poker`, ¿llamamos a unas putas, Richar? Prometo no pasarme con ninguna, cómo
la última vez.-
-Yo no te prometo lo mismo hoy, que ayer no pude follarme a
la puta camarera por culpa de este.- Dijo señalando a Mike.
-Le gusta a un colega mío, no iba a dejar que la destrozases
a guantazos mientras la violabas. No ha ella, tío.- Dijo Mike mientras se
levantaba para marcharse.
5.-
Sin creerme lo que acaba de ver, y
viendo que Mike empezaba a poner de pie al pobre Tom, apaleado y dejando un
pequeño charco de sangre en el suelo procedente de la pierna en la que le
acababan de disparar a quema ropa, conseguí ponerme en pie pese a que me
temblaban las piernas. Eché a correr en dirección a detrás de las gradas, por
dónde estaba la zona de la verja por la que entramos Karl y yo. Antes de llegar
divise a Karl en la esquina de la estructura y supuse que me debió verme venir
corriendo por el medio de las pistas porque no se movió de allí.
-Vámonos .- Le dije mientras seguía
corriendo al lugar por el que conseguimos entrar, el agujero en la verja.
Me siguió de inmediato. Cuando
llegamos al bosquecillo, deje de correr y recé para que a Mike no le hubiese
dado tiempo a verme corriendo a través de las pistas.
-Vale tío, ¿qué cojones ha
pasado?.- Me pregunto Karl, jadeando tras la carrera.
No podía mentirle, seguramente
habría visto los coches en la entrada y por eso vino a la caseta de apuestas.
Lo que no entendí es porque primero retrocedió hasta las gradas.
-Tío, lo que te voy a contar es
mejor que quede entre tú y yo. No se lo podemos contar a ninguno de estos, ya
te voy a poner en riesgo a ti por contártelo, aunque juraría que no me han
visto. Bueno, lo entenderás mejor cuando te lo cuente.-
- Estás tardando, John.- Dijo y
empecé a contarle todo lo que había visto y odio.
La pasividad de Mike mirando a la
nada, al principio, y la indiferencia absoluta de Richar. Cómo Jim había
amenazado, humillado y acabando disparando al pobre Tom. También como esos
mexicanos estaban a las órdenes de Jim. No le conté lo que estaría haciendo
Mike en ese preciso momento, Karl no tenía por qué cargar con eso, por lo menos
hasta tener una explicación de Mike.
Karl se había quedado callado. Se
sentó en el suelo, mirando a la nada. Yo me tranquilicé al habérselo contado y
haber repartido el peso y le logré decir algo.
-No te preocupes, seguro que tiene
una explicación, Karl, conocemos a Mike, es imposible que él sea un mafioso o
algo por el estilo, y menos un esbirro, de ser el caso sería el cabecilla. De
todas maneras, lo solucionaremos, ¿me estás escuchando?- Le dije para animarlo,
pero yo, aun habiendo compartido el peso, estaba igual, no entendía que coño
había pasado ahí dentro.
¿Jim no era el alegre dueño de “La
primera” y el primo de Mike? ¿Qué coño hacía con una pistola disparando a gente
que le debe dinero? Y, Mike, ¿qué cojones pintaba en allí?, ¿desde cuándo iba a
ese tipo de “reuniones” clandestinas?, ¿él también llevaría pistola? Y lo más
importante, ¿la habría utilizado?
- John, ¿dijeron, en algún momento,
de que cojones les debía dinero Tom? El padre de Jimbo es Adam Nielson, el puto
gobernador de esta isla. Y has dicho que eran mexicanos los tipos que
retuvieron a Tom mientras Jim le metía la pipa en la boca, ¿no? Esto puede ser
muy gordo, colega.- y se volvió a callar. Pasaron unos segundos hasta que Karl
volvió a romper el silencio.- ¿Por qué cojones me llamas siempre para meterme
en putas movidas? No, no podías llamar a Tony, que está medio loco y está
fuerte, o a Dan, ese chaval tienes ganas siempre de movidas, no, me tenías que
llamar a mí, joder hermano, me cago en la puta. Y encima me lo has tenido que
contar, ¿no? Era para darte de puñetazos.- Note que el tono final iba en broma
y consiguió que me riera incluso en esas circunstancias, pero tenía razón, esto
podía ser muy gordo, y eso que Karl no sabía que también Jim tenía influencias
en la policía de la isla.
- No tío, no dijeron de que les
debía dinero Tom “El apalizado”.- Le contesté, riéndome, intentando romper un
poco la tensión del momento. No lo pude evitar.
-Tío, ya nos estamos pasando con
las risas, putos porros. Tenemos que irnos o el tonto de Paul va a llamar a la
Poli y van acabar pillando a Mike, y no queremos que eso pase, ¿no? Además yo
tengo que irme a casa. ¿Cuándo libras? Para quedar con más tiempo y hablar más
a fondo de todo esto hermano.- Dijo Karl, ya poniéndose en marcha.
- Pasado mañana. No te preocupes,
yo te llamo y quedamos. Te iba a decir de quedar mañana por la noche pero ya
tengo planes, colegita.- Dije, sonriendo tras recordar que mañana tenía una
cita con Lys.
Me acordé también de lo que le había
dicho Mike a Richar “..no iba a dejar que la destrozases a guantazos mientras
la violabas...”. Se me revolvió el estómago y de repente tenía ganas de matar a
ese pedazo de violador hijo de puta. Sólo de pensar en ello hacía que me
hirviese la sangre. Intenté tranquilizarme, Lys era lista y llegado el momento
me encargaría de protegerla si le hiciera falta aunque no tenía ni puta idea de
cómo hacerlo.
- Bueno, mejor no te pregunto, no
vaya a ser que vayas raptar a alguien o a cometer un atraco, ya sabes, lo
normal estos días.- Dijo riéndose, y noté que me vió serio, asique, yo también
me esforcé por reírme.
Pese a lo serio que fuera el tema,
era mejor tomarlo con humor, aunque el tema fuera que uno de tus mejores
colegas fuera un posible esbirro de alguna mafia. Supongo que todavía no
habíamos asimilado esa terrible verdad porque Mike no era de ese tipo de
personas, era imposible, tenía que tener una explicación, o de eso me había
convencido. Y parecía que Karl también. Además, cómo le había dicho a Karl
cuándo se quedó callado sentado en suelo del bosquecillo, lo solucionaríamos.
No sabía aún cómo, pero lo haríamos.
Nuestro buen humor hizo que la
versión que le contamos a Paul de lo que había pasado a esa noche resultara más
creíble.
- Estaba con una jamba que le
pasaba justamente lo que dijiste tú, que le ponía los sitios abandonados.- Le
dijo Karl a Paul cuando preguntó que habíamos averiguado.
-Eso es, además parecía que le
gustaba duro.- Añadí, viendo cómo se reía Karl, acordándome del pobre Tom.
- ¿Si? ¿Estaba buena?- Preguntó
queriendo saber más Paul.
-No la vimos muy bien, coleguita.
Además, no sé de qué te sirve saber eso, pequeña sabandija del desierto.-
Contesté mientras arranqué.
-Es cierto, no creo que Mike me la
vaya a presentar, desde que salió del centro de menores no es que haya ligado
mucho el campeón.- Dijo Paul, haciendo una gran reflexión.
-No creo que te la vaya a
presentar, no. Llévame a casa, John, que ya es tarde y tengo que seguir
estudiando, aunque no sé si podré.- Dijo Karl, terminando la frase con un
bostezo.
-De acuerdo. ¿Quieres que te
acerque a ti también, a casa, Paul?- Le pregunté sabiendo ya la respuesta.
- Lo daba por supuesto, amigo mío.-
Contestó Paul mientras se estiraba en la parte de atrás del coche.
Arranque el coche y di la vuelta,
intentando hacer la menos maniobras posibles, en el camino donde habíamos
aparcado. En cuanto lo conseguí aceleré. Deje primero a Karl, que era el que más lejos vivía.
- Buenos chavales, hasta más ver.
Sobra decir que no le vamos a decir nada a Mike de lo que hemos hecho está
noche, ¿no?- Dijo Karl cuando se bajó del coche, mirando a Paul, que contestó
con un “Claro tío”, dejando totalmente en duda si había entendido bien lo que
Karl quería decir, el cuál debió confiar en Paul en ese momento y cerrando la
puerta del coche, se marchó.
Con Paul sentado atrás, parecía su
chófer más que su colega, asique le dije que se pusiera adelante conmigo.
Cuando lo hizo arranque dirección a SugarCoast, donde vivía Paul con su madre y
su hermana, Mery y Jessica. Vivían los tres en un pequeño piso que Mery había
convertido en un lugar muy acogedor. Además, contaba con una terraza enorme en
la que en verano quedábamos todos para hacer barbacoas por la noche. En cuanto
llegamos le recordé a Paul que era mejor no decirle nada a Mike de la pequeña
aventura de esa noche.
-¿No ves que si se lo contamos
vamos a quedar cómo unos desconfiados de mierda?- Le terminé diciendo.
-Si tío, ya me ha quedado claro, no
seas brasas.- Contestó y abrió la puerta del coche para salir.
-Vale tío, hasta mañana, nos vemos
en el curro, descansa.- Me despedí y, cuando cerró la puerta del coche
arranque.
Me marché pensando en quizá debería
haberle preguntado por su madre, porque tal llevaba el cáncer. Mery luchaba
contra la leucemia desde hace años y, aunque se suponía que la había vencido
varias veces, gracias a largas estancias en el hospital, momentos en los que
Paul y Jessica vivían con sus abuelos maternos, cargadas de quimio-terapias y
otros tipos diferentes de tratamientos, cómo tomar un medicamento llamado “Imatinib”.
El último tratamiento, un trasplante de células madre, había sido el más
doloroso y el más efectivo a la vez. Consistía en un principio recibir mucha
quimio y radioterapia para destruir, casi por completo, la médula oxea enferma,
en el caso de Mery fue en la cadera, para después realizar un trasplante de
células madre que la reconstruyeran. Paul nos había contado todo eso las pocas
veces que hablaba del tema, o las pocas veces que nosotros le preguntábamos,
porque tampoco nos gustaba hurgar en la herida y, creo personalmente, que es
mejor que fuera él quién nos hablara de eso cuando él quisiera o lo necesitara.
Eso no quería decir que no me preocupara, por lo menos a mí, aunque tampoco soy
un tipo que le de muchas vueltas a las cosas.
Estaba conduciendo hacia casa
cuando cambié de idea y cambié mi dirección hacia la playa. Quería un momento
de paz. Paré primero, en doble fila, delante de un veinticuatro horas que
estaba cerca del paseo marítimo y del puerto de SugarCoast. Entré, estaba
vació. Ya sabía lo que quería, asique me acerqué a la nevera en la que estaban
las bebidas y busqué lo que quería tras el cristal de la puerta, sin abrirla.
Cuándo encontré las “Voll-Damm” doble malta abrí la puerta y cogí un par de
ellas. Con eso era suficiente. Detrás
del mostrador, sentado en una silla había un señor bastante mayor, calvo, con los ojos
marrones cómo si los tuviera hundidos en la cara y un espeso bigote gris que
casi le escondía la boca por completo. Se levantó de la silla al verme llegar y
dejó una revista de coches, las típicas en las que lo último que sueles mirar
son los coches, pues en todos aparecen modelos desnudas en poses que dejan poco
a la imaginación. El hombre parecía bastante aburrido al estar sólo tanto
tiempo por la noche. Lo que no parecía saber el señor es que la única manera de
no estar sólo es no generar soledad, ya que ni abrió la boca y se limitó a
cobrarme cuándo, al dejar las lastas en el mostrador, le di un billete de veinte
y le di las “Buenas noches”. Me dio la vuelta del dinero y sentándose en una
silla, y volvió a coger la revista de “coches”.
Volví al coche, pensando en que lo
que le faltaba a ese hombre, igual que a muchos, era actitud, aunque quizá lo
estaba juzgando demasiado rápido y solamente había tenido un mal día. Arranqué,
dándole vueltas a lo rápido que juzgo a las personas y en que debería dejar de
hacerlo, y conduje por la gran avenida, en la que se encontraban mi hotel y
unos cientos más, hasta que pude meterme por una calle con acceso a la playa.
Con el coche ya aparcado justo antes de llegar a la arena de la playa, me
descalcé y deje las “asics”, ya no tan blanca ni nuevas tras el paseo por el
bosque, dentro del coche. Cuando empecé a andar por la playa vi que a mi
izquierda, cerca, había un montón de esas embarcaciones a pedales que se
alquilan en la playa y a mi derecha unas cuantas torres de tumbonas. Fui hasta
una de las barcas y me senté. Abrí una de las latas, le di un trago, y saque
del paquete de tabaco un cigarro, papel y la china de polen que había dentro, que había estado esperando su momento.
Mientras me liaba el canuto me recordé que tenía un colega colombiano que se
llamaba Sam que se dedicaba alquilar estas barcas. Era el trabajo soñado para
él, todo el día en la playa conociendo a gente de todo el mundo, y además
ganaba bastante dinero, la verdad. Le habíamos visto estudiando alemán, sueco,
francés, ruso y algún que otro idioma, incluido el árabe, en su pequeño puesto
en la playa, que consistía de una mesa, una silla y una sombrilla.
Es increíble lo que puede hacer una
persona con una determinación de acero. Partirse antes que doblarse, esa es la
clave, no cambiar la meta por muchos golpes que vengan, por muy cansado que
estés, por mucho que cueste. Lo importante no es más que lo que consideremos
importante, hasta que deje de serlo. Y Supongo que hasta un hijo puede dejar de
serlo, cómo le pasaba a Dan y su padre, que pese a ser padre e hijo no recuerdo
que se hubieran tratado como tales. Son cosas que pasan, decisiones que rompen
a personas que nunca volverán a ser lo mismas. El padre de Dan prefirió vivir
su vida llena de vicios antes que luchar por su hijo y por su mujer, incluso
gastándose el poco dinero que su podre madre ganaba para poder comer. Dan me
había contado muchas veces cómo, cuando era pequeño, su madre y él no comían en
la misma mesa para que él no viera que ella no tenía nada para comer, mientras
su padre estaría en cualquier lugar, borracho. Decisiones. Lo que no era capaz
de entender era el porqué de esas putas decisiones. ¿No hubiera sido más feliz
cuidando de su familia? ¿De tener un hijo orgulloso de ti? ¿Por qué cojones
Mike estaba en esa puta caseta viendo cómo maltrataban a un hombre por dinero?
Joder, espero que tuviera una buena razón, no cómo el padre de Dan. ¿Pero qué
razón puede haber para eso? ¿Dinero? Es verdad que el dinero y todo lo que
tenían los padres de Mike se lo comieron los bancos, pues parece ser que el
padre de Mike, que había conseguido generar mucho dinero, tenía mogollón de
deudas aunque nunca pareció del tipo de personas que vivía por encima de sus
posibilidades, y Mike se vio sin nada en la vida más que a su hermano y en
cuánto salió del centro, incluso dentro, busco un trabajo y ahora no vive mal,
pero no quita que perdiera la clase de vida desprendida que había llevado hasta
entonces. Tal vez fuese por eso pero no creía que Mike fuera así de frío por
dinero, o por lo menos yo no quería admitirlo. Lo que si sabía es que Mike
estaba tomando unas decisiones que podrían marcar al pequeño Tomas y, aunque
tampoco quise admitirlo, a mí.
Decidí no hablar con Mike sin haber
hablado antes de todo con Karl y contarle todo, incluso lo que me callé en el
bosquecillo.
Abrí la segunda lata ya que la
primera había muerto igual que el canelo el cual me fume sin darme apenas
cuenta. Empecé a escuchar risas justo por dónde había aparcado. Eran tres
chicas que al contrario que yo fueron hacía las torres de tumbonas. No sé por
qué pero en ese momento busque a Lys entre ellas pero no la encontré. Saqué un
cigarro del paquete y lo encendí mientras empecé a imaginarme con Lys y una
pequeña copia de ella, nuestra posible futura hija. Pensé en que yo no dejaría
de luchar nunca por esa niña, en que cambiaría mi vida he imagine a Lys jugando
con ella en la playa. Cualquiera que pasara cerca se daría cuenta de que estaba
sonriendo cómo un subnormal a la nada. En ese momento note una mano que me
zarandeaba el hombro.
- Ey, ¿Dónde estabas? Deberías
dejar los canutos, te están dejando tonto.- Era Sarah, la camarera de “Los
soles”, que me miraba sonriendo, divertida. Yo estaba pensando que la visión
que estaba teniendo no era para nada tonta cuando siguió hablando.- ¿Ahora nos
encontramos en todos sitios o me estabas esperando? Es broma, no sabía quien
eras, te he reconocido cuando estaba viniendo. ¿Tienes fuego? Es que ni mis
amigas ni yo tenemos –
-Si claro, toma.- Balbucee, la
verdad es que estaba bastante ciego.
- Gracias.- Dijo ella cogiendo el
mechero que le alcancé con la mano. Se encendió un canuto y no sé porque, me
gustó. - Por cierto, tu colega, el de antes, el del pelito en la cara y los
ojos oscuros, ¿iba en serio? Porque la verdad es que bien mono, no le digas que
te lo he dicho yo, eh.- Dijo tras soltar el humo y devolverme el mechero.
-Tranquila, puedes confiar en mí y,
sí, es posible que fuera enserio, pocas veces le he visto hacer lo que hizo
contigo, ser tan directo digo. Por cierto, me llamo John, encantado.- Y me
levanté para darle dos besos pero ella me cortó dándome la mano.-
-Yo Sarah, aunque ya lo sabes, ¿no?
Bueno, John, me tengo que marchar que ellas también quieren fumar. - Dijo
señalando a sus amigas, que estaban tumbadas encima de las torres de las
tumbonas.- Gracias por el fuego y espero volveros a ver por el bar.- Y se fue,
sin dejarme decir palabra, mientras que
yo me quedaba bobo mirándole el culo. Juraría que ella sabía que lo iba a hacer
porque estaba moviendo las caderas cómo para andar más insinuante aún. Me
gustaba ese tipo de chicas, sin complejos, fuertes.
Me acabé la cerveza que me quedaba
intentando no pensar en nada, mirando a las estrellas en el firmamento mientras
escuchaba las olas que rompían en la playa, a lo lejos, pero fue imposible.
Mañana a esas horas estaría con Lys tomando algo por ahí los dos solos. Y
estuve un buen rato pensando en ello hasta que decidí que ya era bastante tarde
y que estaba muy cansado. Me levanté y fui andando por la playa. Desde lejos,
cuando llegue al coche, Sarah se despidió haciendo un gesto con la mano, se lo
devolví.
Sin ponerme las deportivas,
arranqué y empecé a conducir hacia mi cama, en el coche empezó a sonar “My Way”
de “Frank Sinatra”. Me encantaba esa canción, sobretodo el final. “ Porque,
¿qué es un hombre sino lo que ha conseguido? Si no es a sí mismo, entonces no
tiene nada. Decir las cosas que realmente se sienten y no las palabras de
alguien que se arrodilla. Mi historia muestra que asumí los golpes y que lo
hice a mi manera.” Cantábamos, Frank y yo dentro del coche, a viva voz mientras
me alejaba ya de la playa.
Cuándo llegue a casa me hice un
colacao y un canuto más, el de buenas noches, y salí al balcón buscando el
fresquito de la noche, pensando en lo raro que había sido el día y en que Dany
estaría durmiendo con la “Rebeca” de turno. Cuando terminé de fumar, cansado y
con la cabeza pesada, me tumbé en el sofá, pues mientras fumaba decidí dormir
ahí, y me quedé profundamente dormido.
Al día siguiente, cuando sonó el
despertador de mi teléfono a la una de la tarde, hice la rutina habitual.
Despertarme y acordarme de quien era. Conseguirlo y auto-convencerme de ir a
trabajar. Mear antes de ducharme, donde, como siempre, tuve que volver a
auto-convencer para ir a trabajar. Ponerme el uniforme, ya totalmente arrugado,
y empezar a despertar tomándome un café con leche mientras escuchaba y veía a
los nenes jugar en el patio del colegio de enfrente. Bajar las escaleras del
portal, recordándome donde estaba el coche, y ponerme las gafas de sol tras
encenderme un cigarro. Subirme al coche, meter la llave y elegir una canción
antes de arrancar. Elegí, esta vez “Dimitri Vegas, Steve Aoki & Like Mike's
-"3 Are Legend"”tras acordarme de que al día siguiente libraba e iba
a quedar con Lys aquella noche. Había despertado del todo.
Me puse a tope con esa canción, que
duraba, más o menos, lo mismo que el trayecto al trabajo. La gente debió flipar
cuándo empecé a gritar “Que le jodan” a la vez que el bueno de Steve Aoki lo
hacía a todo volumen, para pasar a dar saltos sobre el asiento del coche,
mientras esperaba en un semáforo en rojo. Seguí así hasta bajarme del coche e
iba a entrar la ostia de contento a trabajar, ya estaba dónde las basuras del
hotel, hasta que alguien vino corriendo por detrás y se tiró encima mío.
Por un momento imaginé que era uno
de los mexicanos, de los hombres de Jim, porque en realidad me habían visto de
alguna manera corriendo por las pistas anoche. Me lo quité de encima cómo pude,
listo para luchar, cuándo vi la cara sonriente de Mike.
-Que agresividad por la mañana, eh,
¿te has levantado de mal humor cómo siempre?- Se reía mientras yo baja los
brazos y me colocaba la camisa del uniforme del trabajo, ya arrugada de por sí.
Se me vino a la cabeza las imágenes
de la noche anterior, pero conseguí disimular, haciendo un esfuerzo titánico
por no ponerme a gritarle las preguntas que se me venían a la cabeza junto a
las imágenes, y contesté.
- Tú me pones de mal humor,
cabronazo. - Y le tiré un puño que sabía que iba a ver venir.
Hizo lo que esperaba, esquivarlo en
vez de protegerse inclinándose hacia su izquierda, asique le tiré una patada
con la pierna derecha pero cómo tenía las manos libres consiguió cazarla al
vuelo. Vi una sonrisa maliciosa en su cara y me imaginé lo que venía a
continuación, iba a tirarme al suelo haciéndome la zancadilla en mí pierna
izquierda pero, antes de darle tiempo a hacerlo y salvándome de un buen golpe,
Doc empezó a gritarnos desde la puerta del servició.
- ¡¿Pero se puede saber que
hacéis?! ¡¿No entendéis que os estáis peleando con en el uniforme del hotel, en
el puto recinto del hotel, y que la gente que os vea desde fuera no sabe que
sois extremadamente gilipollas y van a pensar que este hotel es una mierda por
vuestra culpa?!- Vino más rápido que el corre-caminos, pero mucho más rojo, y nos
cogió a los dos por las orejas.
Nos arrastró por el pasillo del servició, en el apareció todo el mundo,
sacando las cabezas por las diferentes puertas, por los gritos que había pegado
Doc, mientras nosotros nos quejábamos de dolor y gemíamos, ante la mirada
asombrada de unos y las risas de otros, cómo era el caso de Fill y Paul que se
estaban descojonando de la risa. Pasamos el bar y nos condujo, todavía de las
orejas, hasta el pasillo de la zona de administración, que terminaba en el
pasillo de dirección. Por un momento me sentí cómo una vez en el instituto,
cuándo metimos espuma de afeitar en la fuente del patio y terminamos de la
misma manera, por las orejas, yendo a dirección. Se me hizo eterno aquel
pasillo y temí que mi oreja, ya de por sí de soplillo, terminará despegada de
mi cabeza. Nos soltó antes de irrumpir en el despacho de la Directora del
hotel, la cual se quedó impresionada al ver cómo entraba Doc rojo cómo un
tomate, y nosotros, mientras nos llevábamos una mano a las orejas doloridas,
pensamos en matarle allí mismo.
-Mira, Roxana, he pillado a estos
dos montando el club de la lucha donde las basuras y ya les he echado la bronca
muchas veces, tantas que ya estoy hasta los huevos de ellos. Aquí te los dejo.
Haz lo que tengas que hacer.- Dijo Doc y se marchó por donde había venido,
quizá aún, más rápido, dejando a Roxana con cara de estar flipándolo que te
cagas.
Roxana, una mujer rubia, ya entrada
en años pero voluptuosa y muy guapa, con dos ojos de un color entre gris y
verde y una sonrisa bonita entre unos labios finos, no tenía mucha pinta de
querer aguantar aquello. Pocas veces la veíamos, excepto cuándo venía a los
desayunos que preparábamos en el comedor para nosotros mismos, por lo que se
había ganado el corazón de la mayoría al dejar que los hiciesemos. Era muy
permisiva pero sin dejar de ser estricta con la imagen del hotel y los
protocolos que ella misma había impuesto. Después de quedarse callada unos
segundos, mientras seguíamos lamiéndonos las heridas, habló.
- Bueno, ¿a qué esperáis? Cerrar la
puerta, sentaros y explicadme que ha pasado.- La obedecimos y le contamos todo.
Que era una broma común entre
nosotros, que sabíamos, y le pedimos perdón por esto, que no deberíamos hacer
el “subnormal” en el lugar y horas de trabajo, y cómo Doc, había empezado a
volverse loco al vernos y nos había arrastrado, hasta justo antes de abrir la
puerta, por las orejas mientras nos veía
todo el mundo. Que casi nos las arranca y que no sabíamos realmente quien había
dañado más la imagen de la empresa, si Doc o nosotros. Ella con cada palabra
iba más relajando su cara y hasta saco alguna sonrisa con algún comentario de
Mike.
- Bueno, chicos, creo que gracias a
vuestras orejas habéis ganado una lección, no olvidéis que venís a trabajar y
os pagamos por eso, asique a la próxima os voy a tener que despedir. Ahora
llamad al, ¿Cómo habías dicho, Mike? “Topo-Rabioso”, ¿no?- Nos dijo Roxana
medio riéndose.
- O si prefieres,
“Chihuahua-Asesina” y puedo seguir si quieres, Roxana.- Dijo Mike, pero antes
de que pudiera continuar Roxana le cortó.
- Ya está, es un preciado
compañero, no te olvides de eso. Ah, y además tu jefe directo, asique
compórtate.- Y posando la vista en mi, continuo.- Y tú no le sigas el juego al
cabeza de chorlito que tienes por amigo, ¿vale? Venga, iros y llamar a
Anastasio- Mike y yo nos paramos en seco mientras nos levantábamos para irnos,
cuándo caímos en lo que había dicho.
- ¿A quién has dicho?- Dijimos a la
vez.
- Ha Anastasio, a Doc.- Contestó
Roxana y volvimos a contestar los dos a la vez.
- Ah, vaaale.- Salimos
del despacho, nos miramos y, en ese momento, los dos pensamos los mismo.
Salimos de la zona de
administración y cuándo, en el bar, vimos a Doc junto a Fill y Diana,
seguramente contándoles que había pasado, le dijimos a la vez, con una sonrisa
en la cara.
- Dice Roxana que vayas,
Anastasio.- A Doc se le cambió la cara al instante y se quedó mirándonos,
fijamente, con los ojos casi salidos de órbita. Soltó aspiro y espiro muy
profundamente y se fue a hablar con Roxana. Mike y yo nos empezamos a reír ante
Fill y Diana, que no entendían nada.
-¿Cómo que Anastasio? ¿Doc se llama
Anastasio?- preguntó Diana.
- Normal que lo escondiera si es
así. Yo es que me lo habría cambiado.- Dijo Fill medio riendose ya, pero nada
más empezar apareció Robert y nos mandó a trabajar, muy serio y dejando claro
que no estaba para risas.
El día pasó cómo todos los demás
aquella semana, con mucho sol y poco movimiento en el chiringuito. La cena se
me hizo especialmente aburrida, ya que Doc no estaba para ninguna broma después
de lo que había pasado al medio día y se notaba el ambiente un poco cargado
entre los camareros, aunque nos echamos alguna risa llamándolo, cada vez que
podíamos, incluso al cruzarse entre las mesas del comedor entre susurros, con
los muchos nombres que se había inventado Mike a lo largo del día, aunque nadie
se olvidaba de Anastasio. Mike y yo salíamos juntos a las diez, asique le conté
que había quedado con Lys para tomar algo.
-Me alegro joder, haces bien John,
esa chica es increíble y podría caer en manos de cualquier gilipollas que no la
valorase.- Sabía exactamente porque lo decía y tuve ganas de hablar con él de
lo que vi la noche anterior otra vez, y me volví a recordad que había quedado
en no hacer nada hasta hablar con Karl otra vez, y eso sería mañana, asique me
quede con las ganas y le contesté.
- Si, tienes razón. Me marcho, que
aún tengo que pasar por casa y todo el royo, ya sabes. ¿Tú que vas a hacer está
noche?- Lo pensó medio segundo antes de contestar.
- He quedado con la chica con la
que estuve ayer.- Era lo primero y lo último que esperaba escuchar.
- Va. Pasalo bien.- Le dije
fríamente y me fui sin hacer nuestro típico “saludo ritual” por primera vez en
nuestras vidas desde que lo creamos, junto con Karl y Dan, en el instituto.
- ¡Suerte con Lys!- Alcancé a
escuchar desde donde, hace unas horas, Doc nos había cogido de las orejas.
Subí al coche con rabia, no quería
ni escuchar música. Conduje sin conocimiento hasta que me tranquilicé. “Es
Mike, tendrá una buena razón, seguro. Mañana hablarás con Karl y veréis que
hacer, hasta entonces tranquilo. Además, tienes una cita con la sonrisa de tus
sueños, joder.” Me dije a mí mismo en voz alta, cómo para ser aún más
consciente de ello. Me conocía muy bien.
Aparqué cerca del portal de mi
casa, a dos manzanas. Fui andando tranquilo, se podría decir que feliz ante la
perspectiva de aquella noche, pero, al cruzar una esquina y parándome en seco,
vi a Helen esperando en la puerta del portal de mi casa.
6.-
Helen me saludo desde lejos,
alzando una mano, y me di cuenta de que tenía un sobre en la otra mano al
acercarme a ella.
- Hola, ¿qué haces por aquí?-
Pregunté, todavía un tanto extrañado por que me estuviera esperando en la
puerta de mi portal.
-Pues no sé cómo explicártelo. ¿Ves
este sobre? Me lo ha dejado alguien en mi buzón y da la casualidad de que es
para ti. He flipado pero no lo he abierto, por si fuera algo privado, pero con
las ganas me he quedado, asique he venido para dártelo, para que lo habrás y
resuelvas este pequeño misterio.- Me pasó el sobre sonriendo.
Era el típico sobre marrón que
podía hacer de portafolios. Dentro había tres fotos. Helen me dio espacio para
verlas con algo de privacidad. En la primera foto salía yo corriendo por el
medio de la pista de hipódromo la noche anterior, en la segunda Karl y yo
aparecíamos sentados, hablando, en el suelo del bosquecillo de la noche
anterior, también, y en la última se me veía con Mike en el hotel y, por lo
coloradas que teníamos los dos una oreja, la foto era de aquella misma mañana.
Sin duda quien fuera que había dejado el sobre en el buzón a Helen lo había
hecho para que me diese cuenta de que me tenía bien vigilado desde hace tiempo
y tan bien vigilado que sabía hasta
donde vivía Helen. No lo entendía, me
hice miles de preguntas en un segundo: “¿quién y por qué había sacado estás
fotos?, ¿para qué me las enviaba?, ¿qué cojones estaba pasando?, ¿por qué me
vigilaban?, ¿desde hace cuánto? Por lo menos desde que conocí a Helen, eso
está claro.” Y continué hasta que Helen
me sacó de mí mismo.
-¿Son fotos? ¿Puedo verlas? Por
favooor.- Dijo, ya cansada de verme mirando una y otra vez las fotos. No se las
quería enseñar para evitar que pudiera preguntar algo que no supiera responder
y se me ocurrió rápidamente algo para que no las quisiera ver.
-No sé, ¿quieres verme jodido del
estómago y cagando en medio del campo?- Y, jugándomela, le enseñé una foto
rápidamente, la que más podía colar, la que aparecíamos Karl y yo sentados en
el bosque, y ella se giró para no verla mientras se llevaba las manos a la
cara. Me había salido bien.
- Es una broma de Dan, porque me
acuerdo que me saco estas fotos, pero el cabrón dijo que las había borrado, y
seguramente habrá participado Rebeca dejándote el sobre en tu buzón. Has hecho
bien en no ser una cotilla, hubieras visto unas imágenes que se te habrían
quedado grabadas el resto de tu vida.- Dije, fingiendo la risa y guardándome el
sobre, con las fotos dentro, en un bolsillo del pantalón .
- Sois un poco asquerosos, ¿no
crees? Y te podías haber ahorrado especificar tanto, eh. Ahora mismo no sé cómo
mírate a la cara.- Dijo ella sonriendo. Se lo había tragado.
-Ya se la devolveremos tu y yo. Ya
veras, se van a enterar. - Contesté, queriéndole poner fin al tema.
-¿Subimos y nos tomamos una copa de
vino mientras lo planeamos?- Puso cara de mala tras decirlo y se acercó para
morderme el cuello.
-Pues la verdad es que tengo algo
de prisa, se supone que he quedado en un rato, asique no sé.- Le dije bajito
mientras seguía encaramada a mi cuello.
-Veeeenga, lo planeamos rápido,
prometido. - Con tono de niña pequeña, y ya dejando mi cuello en paz, dijo
sonriéndome divertida.
¿Por qué cojones me costaba decirle
que no? ¿Por qué no me había llamado Lys aún? ¿Estaría esperando que la llamase
o estaría ocupada? Tal vez hubiera cambiado de idea, hecho otros planes, y se
había olvidado de mi.
- Si no quieres no, eh, tampoco te
voy a obligar a que me dejes subir a tu casa.- Volvió a hablar ella al ver que
yo tardaba en decidir.
- Es que estaba pensando en que sí
que tengo algo de prisa, la verdad, si no ya sabes que si, idiota.- Logré decir
por fin.
Ella puso cara de decepción, pero
después sonrió.- Vaale. Pues nos vemos.- Y se estiró para morderme el labio de
abajo, terminando en un beso. No pude resistirlo, besaba muy bien. - Bueno,
ahora sí, me voy.- Dijo ya apartándose y andando para atrás. Cuándo ya iba a
entrar en mi portal la escuché desde un poco más lejos. - Y, por cierto,
llámame.- Y siguió andando.
Entré en el portal y, una vez
dentro, me dio por llamar a Lys, que contestó casi al primer toque.
-Hola, te iba a llamar ahora mismo,
que casualidad. ¿Cómo vas? Yo ya estoy casi preparada.- Dijo y la note bastante
animada.
-Yo acabo de llegar a casa, me pego
una ducha rápida y cuando me digas te paso a buscar, ¿sí?- Le respondí a la vez
que note que me había contagiado su ánimo.
- Vale, te espero.- Dijo,
suavemente.
- Perfecto, capitana, nos vemos en
un rato.- Y colgué sin poder dejar de sonreír.
“Te espero”. Esas palabras, por un
momento, me hicieron sentir cómo si me flotará, por un momento, lo fueron todo.
“Te espero”. Y yo pensé que se había olvidado de mí. ¿Por qué las personas
somos tan inseguras? ¿Por qué había tardado tanto en llamarla para verla está
noche si era lo que más quería hacer en este momento? Caí en la cuenta,
mientras subía las escaleras del portal pensando en ello, de que siempre había
sido así de inseguro en realidad y que también lo había notado en muchas
personas. Era como si nos blindáramos para no sentir nada por miedo a demostrarlo
y, así, no tener que sufrir por nadie ni dejar que nadie nos hiciese daño. Lo
peor es que casi todos buscamos que demuestren el amor que nos tienen sin
permitirnos mostrar el nuestro porque eso nos dejaría expuestos. ¿Por qué no
nos dejamos de hostias y somos sinceros con nosotros mismo, actuando según lo
que sentimos y por lo que pueda pasar? ¿Tanto nos cuesta entender que lo que
tenga que pasar, pasará, pero que nuestra felicidad es nuestra y nos debemos a
ella? ¿Por qué no dejamos que nos mueva el corazón y no el miedo a no ser
suficientes? Llegué a la puerta de mi piso y, metiendo la llave en la
cerradura, la abrí. Cuando entré estaba todo el salón lleno de humo y Dan, con
canuto de entre diez a quince centímetros en la mano, sentado en el sofá con
una tía con los ojos ya bastante rojos y con cara de que no iba a aguantar el
canuto que tenía Dan.
-¿Que pasa tío? ¿Unos tiros? Por
cierto ella se llama.. Rachel.- Consiguió decir, arrastrando las palabras.
No había contestado cuando se abrió
la puerta del baño y apareció Cortés, con un baso en la mano y yéndose un poco
hacia los lados, tirando parte de la bebida que llevaba en el vaso. La
presencia de Cortés explicaba que Dan estuviera tan borracho y con un porro de
esas dimensiones entre las manos y que la chica del sofá no pudiera casi ni
hablar. Cortés en lo que se refería a fumar y beber jugaba en una liga superior
al resto de mortales. Yo todavía no entendía cómo un tipo tan delgado era capaz
de aguantar todo lo que se echaba encima.
-¿Qué pasa John? ¡Bienvenido a casa
colega!- Dijo Cortés mientras se agarraba a mí para no caerse.
-¿Te das cuenta de que es mi casa,
verdad, Cortés?- Le contesté, mientras le ayudaba a sentarse en una silla.
Mirando a Dan y, poniéndome un poco serio, le dije.- Hacer lo que queráis, pero
que no haya ni un puto problema con los vecinos, eh, y si lo hay, que no me
entere, Dan, que me quiero ir tranquilo, ¿entendido? – Dan me miro, sin fijar
en mi la mirada del todo, y movió la cabeza de arriba abajo muy rápido cómo
diciendo, “por supuesto tío, entendidísimo.”.
Di por zanjado el tema y fui hacia
mi habitación mientras Cortés decía de poner música y se quejaba de Dan por ser
“muy flojo”. Abrí mi armario para ver que ropa me quedaba limpia y qué ponerme
esa noche. Elegí una camisa negra que me quedaba un poco ajustada, con uno
vaqueros claros rotos de fabrica, por las rodillas y unas Vans negras , lo más
formal que tenía de calzado. Me duche mientras cantaba, primero, “Still
Waiting” de “Sum 41” y después “Smells like teen spirit” de “Nirvana”. Salí de
la ducha y me dio por afeitarme la broma de barba que tenía, ya sin cantar,
pero escuchando “Come as you are” de “Nirvana” también. Me engalané todo lo que
pude y comprobé cien veces si estaba bien peinado. Cuando estuve preparado fui
al salón para despedirme y aproveché para darle un trago a lo que bebía Cortés.
Era Ron. Me marché tras recordarle a Dan que no quería problemas y a Cortés que
estaba en mi casa, no en la suya y que tuviera cuidado, se lo pedí por favor
para ver si así se le quedaba grabado en una memoria ya saturada por los porros
y el ron.
Cuando baje las escaleras y salí
del portal. Ande, tranquilamente entre la gente, hacía donde había aparcado,
pensando en la noche que tenía por delante. Subí al coche y arranqué. Sabía más
o menos donde vivía Lys, que también vivía con su hermano mayor, Albert, cerca
del centro comercial “Honeymoon”, en el centro de la ciudad, porque me lo había
dicho cuando empezó en el “Palace”. Albert, su hermano, era Doctor en el hospital privado “Saint Lucas Hospital”, que
estaba cerca del “HoneyMoon”. No me había hablado mucho sobre su familia, en
realidad sabía muy pocas cosas sobre ella.
Conduje hasta el parking del centro comercial y la llame para preguntarle
donde estaba. Apareció, tras un tiempo que se hizo eterno y en el que cuanto
más pasaba más nervioso me ponía. Me di cuenta de que me sudaban las manos
cuando la vi viniendo hacia el coche. Iba vestida con una camiseta rosa de
“Hollister” con unos vaqueros claros y llevaba una sudadera, también rosa, de
la mano.
- Hola, siento haber tardado tanto
en bajar, es que no encontraba las llaves y no me iba a ir sin ellas.- Dijo
mientras se montaba en el coche y tras lo cual nos dimos dos besos en las
mejillas.
- No pasa nada, boba.- Contesté
sonriéndole y continue hablando.- Bueno, ¿qué? ¿A dónde quiere ir la señorina?
¿Tienes algo pensado? –
- Había pensado en empezar tomando
algo en un bar cerca de la playa, se llama “La Cueva de Mustafá”, es en plan
árabe, tienes que sentarte en suelo, entre almohadas y todo, ah, y la música
también es árabe. Pensé que te gustaría, porque con todo lo que consumes de
allí se podría decir que tú también tienes algo de árabe. - Contestó y se
empezó a reír.
-Que graciosa, eh, pues tampoco
fumo tanto.- Dije y vi cómo le cambiaba la expresión cómo diciendo “¿En serio
me lo dices?” Asique rectifique.- Bueno, tal vez sí que fume bastante, pero no
tanto cómo te imaginas. –
- Ya, ya, ya.., bueno, ¿vamos
allí?, ¿te convence?- Contestó, sonriendo una vez más.
- Bueno, me convences tú, con eso
vale.- Dije y arranqué.
En el viaje le fui contando lo que
había pasado esta mañana en el hotel y ella se reía con mis exageradas
imitaciones de Doc gritando y volviéndose loco. Y se rio aún más cuando le dije
el nombre que con tanto secreto había guardado Doc, aunque al principio le
costó creérselo.
Llegamos entre risas al garito, coronado por un
cartel, bastante grande, en forma de cachimba en el que se podía leer, de
arriba abajo, “La cueva de Mustafá” y al verlo me fijé en que había terrazas a
distinta altura. En la entrada había unas escaleras que bajaban a un
subterráneo en el que había alfombras sorteadas por el suelo y, encima de las
alfombras, mesas bajas rodeadas de cojines. Seguí a Lys, que conocía el local,
por unas escaleras que llevaban a una de las terrazas de los pisos superiores,
en las que también había alfombras, mesas bajas y cojines. Nos sentamos y
rápidamente apareció un camarero al que Lys le pidió un “San francisco” y yo,
para no desentonar un “Manhattan”.
Lys y yo hablamos de chorradas y
nos reímos casi todo el tiempo, excepto cuando el tema de conversación pasaba a
cosas más serias cómo política y esas sandeces de las que nunca se deberían
hablar en una “primera cita”. El camarero, con la tercera ronda, en la cual
cambiamos de cócteles a un “Alexander”, para Lys, y a otro que se llamaba “El
Millonario”, que lo había pedido yo sólo porque me hizo gracia el nombre, pero
estaba buenísimo, nos trajo una cachimba, a la cuál invitaba la casa, con sabor
a frutos del bosque y arándanos, y se la agradecí mucho pues estaba intentado
no fumar tabaco delante de Lys, o por lo menos lo mínimo. Me sentía un
privilegiado junto a ella, por poder escucharla reír, porque se riera de mis
bromas, por poder vivirla, y es que me di cuenta de que eso era lo que quería,
vivirla, estar en cada una de sus risas y de sus malos momentos.
Cuándo salimos de “La cueva de
Mustafá” fuimos a la playa, entre risas, comportándonos cómo niños pequeños,
haciendo de todo un motivo para seguir riendo hasta que nos sentamos en unas
tumbonas que estaban amarradas los postes de unas sombrillas. Mientras me
encendía un cigarro, porque no aguantaba más el mono.
- Me voy a tener que marchar ya
porque mañana madrugo, aunque no quiero irme.- Y, viéndolo claro y armándome de
valor, con el corazón a mil por hora, tiré el cigarro y la besé. Tampoco pude
aguantar más para hacer eso. Nos besamos sin prisa, sin lujuria, con amor. No
sé cuánto rato nos estuvimos besando, pero no podía parar de hacerlo, era como
si tuviera miedo de que, cuando dejase de hacerlo, se evaporara, cómo si toda
esa noche hubiera sido un sueño, pero cuando conseguimos parar, ella no se evaporó
y no era un sueño, aunque me sintiese cómo en uno.
- Llevame a casa, venga.- Dijo
sonriendo, pareciendo consciente de que
yo quería quedarme a vivir en aquel momento. En sus ojos pude leer que ella
también se hubiera quedado a vivir en aquel momento.
-
Vaaaale. – Dije mientras pensaba en que lo breve es dos veces bueno y en que ya tendríamos más momentos
en los que quedarnos a vivir.
Empezamos a andar y ella, cómo por
un impulso, me dio la mano mientras abrazaba mi brazo y yo le di un beso en la
frente cuando apoyó su cabeza en mi hombro. Andamos, en un dulce silencio,
hasta el coche, donde volvimos a empezar a bromear, esta vez, con quién de los
dos besaba mejor.
Antes de que pudiera darme cuenta
estaba aparando otra vez en el parking del “Honeymoon”.
-¿Te veo mañana?- Me preguntó,
poniendo ojos de niña buena.
- ¿A qué hora sales mañana del
hotel?- Contesté como quién no quiere la cosa.
- A las diez, mañana tengo tu
horario.- Dijo, todavía con aquella mirada de buena.
- ¿Te paso a buscar y vamos a la
“Cueva de Mustafá”?- Volví a contestarle.
- Me parece perfecto. Pues nada,
hasta mañana, que duermas bien.- Dijo, dándome un beso en la mejilla y abriendo
la puerta del coche, pero logré alcanzarle la mano y la atraje hacia mí para
darle un beso en los labios.
- Ahora sí que son buenas noches.
Hasta mañana anda.- Dije, callándome dos palabras más que me pareció tonto
decir en aquel momento, y ella,
sonriendo, salió del coche cerrando la puerta tras sí misma.
Esperé hasta que cruzase la esquina
por la que la vi venir para arrancar el coche de nuevo, esta vez, hacia mi
casa.
Cuando llegué Dan, Cortés y la tía
con la que estaban, se habían ido, eso sí dejando otra vez la casa hecha un
puto desastre, hasta se habían cargado la puerta del baño. No me cabreé, nada
parecía afectarme aquella noche, hasta que vi el sobre marrón dentro del
pantalón del trabajo. Lys había conseguido que me olvidase por completo de
aquellas fotos.
No sé porque, pero empezaron a
temblarme las piernas y a dolerme el estómago cuando empecé a verlas otra vez.
¿Que significaban esas fotos? ¿Quién las habría hecho? Estaba seguro de que ni
Jim ni Richar, ni ninguno de sus hombres habían sido, pues, si no Mike ya
sabría que, Karl, Paul y yo, lo seguimos la noche anterior al hipódromo. ¿Me
habrían seguido está noche? ¿Habría puesto en peligro a Lys por ser gilipollas
y no tener la cabeza bien puesta? Cada vez todo era más raro y empezaba a tener
la sensación de que las cosas no iban a mejorar. Me tranquilicé cómo pude,
fumándome un buen leño y me fui a la cama pensando en que mañana tenía que
quedar sí o sí con Karl y empezar a poner respuestas ante tanto interrogante.
7.-
Al día siguiente, cuando sonó el
despertador, me quedé bien a gusto en la cama, aunque despierto dándole vueltas
otra vez a quién podría estar detrás de aquellas fotos y también a porque
procedía así de raro al mandarme esas fotos. Me levanté y recordé, al verla,
que se habían cargado la puerta del baño la noche anterior. Habían arrancado la
puerta del marco partiendo las bisagras. “Hay que ser animales..” Pensé colocándola de pie en el
pasillo y fui a la cocina, pero antes eché un vistazo al salón por si Dan había
vuelto, cosa que no fue así.
Después de desayunar, me puse serio
con la puta casa y limpié a fondo todo. Tardé hora y media y saqué mierda cómo
si fuera de un piso patera en el que viven dieciséis, pero valió la pena el
esfuerzo. El piso, excepto por la puerta del baño, la cual puse en el balcón,
estaba cómo nuevo. Daba gusto.
Tras esa gran gestión, que me
motivo para el resto del día, llamé a Karl.- Que pasa hijo puta, ¿qué andas
haciendo?¿Estudiando?- Dije rápidamente tras que Karl contestase la llamada.
- Pues justamente lo estaba dejando
por hoy, que he estado toda la mañana. Te iba a llamar en un rato para ver que
hacías tú también, ¿que tienes pensado hacer?- Contestó Karl entre lo que me
parecieron bostezos.
- Pues estaba pensando pasar el día en la
playa, en el puesto de “pedal boats” en el que curra Sam, así lo vemos alguna
vez.- Y tras decir esto la puerta del piso se abrió y apareció Dan, al cuál yo
le había dejado un juego de las llaves.- Quedamos allí, ¿vale? Te tengo que
colgar colega, que voy a tener una pequeña charla con Dan.- Le dije, medio en
broma medio en serio.
- Vale, John, nos vemos allí, me
gusta el plan. No le des mucho la brasa a Dan, eh. - Y dicho eso, Karl me
colgó.
Dan, que se me había quedado
mirando tras decirle a Karl por teléfono que tenía que charlar con él, estaba
esperando sentado en el sofá, tal vez pensando en una explicación para lo de la
puerta. Le eché una buena bronca pero, aunque hubo quejas y gritos por ambas
partes, las cosas terminaron bien entre Dan y yo pues, cuando nos
tranquilizamos los dos, me contó que había conseguido curro gracias a que a la
chica de anoche la habían despedido por faltar hoy al trabajo, cosa que me dijo
que él había planeado porque sabía que en su curro querían una razón para poder
echarla asique se la ligó y la llevó de juerga toda la noche para que al día
siguiente no fuera a currar y así quedarse con su curro. Después de eso me dijo
que tenía un poco de razón, y eso es mucho pedirle a Dan, que iba a arreglar la
puerta y a centrarse un poco en su vida. No podías cabrearte con aquel chaval
lleno de buenas intenciones, aun sabiendo que la mayoría de las veces sólo se
quedaba en eso, buenas intenciones. No le di la enhorabuena precisamente por
eso, ya se la daría si lo veía cumplir. Lo que si le dije es que viniera a la
playa, para celebrarlo pero prefirió quedarse en casa descansando porque
llevaba tres días de juerga encima. Tras la negativa, me fui a preparar la
mochila, me puse el bañador y me fui a por el coche.
Sam tenía su puesto en la playa de
“CakeCoast”, costa que le daba nombre al pueblo que había crecido a lo largo de
la playa, cómo “SugarCoast”. Cuando llegué y me bajé del coche, anduve por la
playa buscando el puesto de los “pedal boats” porque no me acordaba bien en que
parte de la larga playa estaba. Pensé en que, Sam, se debía de hacer oro un día
cómo ese, pues la playa estaba a rebosar de personas de todo tipo y cuándo
llegue a su puesto lo comprobé pues no tenía ninguna barca disponible. Él
estaba ya con Karl, que me había sorprendido llegando antes que yo.
-.. pues si tío, todo muy raro,
vamos, yo no lo vi, fue John.- Alcancé a escuchar antes de que me vieran llegar,
pues estaban de cara al mar.
- ¿Qué? Ya has tenido que abrir la bocaza,
¿no, Karl?- Dije mosqueado y mirando a Sam le dije también.- Espero que tú no
seas igual de bocazas, Sam.-
Karl se molestó por aquel
comentario y me increpó.- Tú si que deberías callarte antes de decir nada, Sam
ya conoce los trapos sucios de Jim y Richar, y por cierto, Richar está allí.-
Dijo señalando a una de las barcas a pedales que estaban en el mar.
- Es verdad, John, hace tiempo que
conozco a esa gente y no deberías involucraros con ellos, tenéis que sacar a
Mike de ahí o va a acabar mal, muy mal. Esa gente no tiene escrúpulos,
chavales, he conocido gente que me han contado cosas muy chungas. Esos dos
chavales controlan los bajos fondos de esta puta isla amparados por el padre de
Jim, que es aún más mafias que ellos. - Dijo Sam.
La verdad es que no había pensado
en que Sam podía ser de mucha ayuda a la hora de darnos información pues,
literalmente, casi todos en aquella isla habíamos montado alguna vez en sus “Pedal
Bots”. Karl había vuelto a ser el frío calculador que era al contárselo. Sam
siguió hablando.
- ¿Tenéis alguna idea de porque
Mike iba a querer meterse en eso? Porque por mucho que lo parezca, el chaval no
es nada tonto, tiene que tener una razón con el suficiente peso cómo para haber
hecho esto, vamos, si sigue siendo el Mike que conozco. Además, pensad en su
hermano Tómas, Mike no creo que haya hecho algo sin pensar en él antes. –
Karl, que miraba ahora a Richar, en
la lejanía también habló.- Tienes razón, tenemos que averiguar la motivación de
Mike si no sólo vamos a dar palos de ciego. La cuestión es cómo hacer para que
hable él y nos lo cuente sin necesidad de tener que decirle que lo sabemos de
ante mano. Y creo que ya sé cómo.- Karl nos contó su plan, y Sam y yo nos
quedamos maravillados con su idea.
- Eres muy grande Karl. De acuerdo,
el lunes lo haremos, que yo también me apunto.- Dijo Sam, que parecía divertirle
más que asustarle todo aquello.
- Me parece un buen plan, pero
tenemos que estar al loro, alguien nos está siguiendo, por lo menos a mí,
mirad.- Y, sacando de la mochila, les enseñé las fotos mientras les contaba
cómo habían llegado a mis manos.
- Asique nos siguen desde hace
tiempo.- Dijo Karl que se había dado cuenta del detalle de que me las habían
dejado en el buzón de Helen y continuó. - Aunque, pensándolo mejor, puede que
no nos sigan a nosotros, sino a Mike. Si lo piensas, John, sólo salimos en las
fotos de aquella noche y tú, junto con Mike, aquella mañana. Si no hubiéramos
seguido a Mike aquella noche estás fotos no existirían, asique quién hiciera
las fotos ya estaba vigilando el hipódromo aquella noche. Y en la siguiente
foto, en la que sales tú junto a Mike está un poco más claro porque sale él
directamente. Además Mike estuvo la noche en la que conociste a Helen, ¿no? Y
hemos descubierto que seguir a alguien no estan difícil, así que pudo haber
seguido a Helen y descubrir donde vive. Ahí lo tienes, es a Mike a quién siguen
y te han mandado estás fotos para meterte miedo. Me puedo imaginar que dentro
de poco el que está siguiendo a Mike se pondrá en contacto contigo para que le
cuentes lo que viste aquella noche. – Sam y yo nos quedamos boquiabiertos ante
tal análisis y Karl, sin mirarnos siquiera, siguió hablando mientras repasaba
las fotos, una y otra vez, buscando algo que no hubiera visto en ellas ya.-
Creo que puede que sea del gobierno estadounidense y, creo también, porque les
debía dinero aquel hombre, Tom.-
Pero antes de que pudiera continuar
Sam le cortó. - Si quieres te lo digo yo. No os diré quien.- Dijo Sam
envolviendo así lo que iba a decir con un toque más misterioso.- Pero ya os he
dicho que me han contado cosas muy chungas de Jim y Richar, pues bien, Richar
es un hombre del cartel de más grande de México, el cartel de Sinaloa. Se dice
que está aquí para asegurarse que las drogas y las putas que llegan de México
lleguen a Estados Unidos, y que las armas estadounidenses lleguen a México.
También he escuchado que se quedan su parte de las drogas para venderlas aquí,
así que Tom seria uno de sus camellos.-
Cuando terminó de decir esto, yo
añadí una cosa más. - Y tienen comprada a la policia de la Isla. Lo sé porque
Jim le pidió a Mike que se llevará a Tom a un puerto, creo que el de
“Candycoast”, y que si le paraba la policía dijera que iba de su parte.- Tras
decir esto, Karl me dio un codazo en las costillas.- ¿Qué coño haces tío? Me
has hecho daño..- Dije un poco cabreado por el dolor en el costado.
- Calla joder, que viene, disimula,
ríete.- Dijo y empezó a reírse. Lo acaba de entender, se acercaba Richar, que
iba con una chica rubia al lado. Ella no parecía muy contenta mientras que
Richar, al verme, nos saludó desde lejos. Yo le devolví el saludo, pues era el
único que lo conocía de los tres. Caí en que Karl no lo había visto en su vida
y había sabido quien era, pero supuse que Sam se lo habría dicho.
-Y ese tío es un narco, es para
flipar, pero si tendrá nuestra edad, igual que Jim. Para flipar, de verdad. -
Dije yo, diciendo en alto lo que pensaba.
- Bueno, en México la vida es
diferente, muy diferente. Y Jimbo, es un niño rico con afanes de gánster,
aunque nunca me hubiera imaginado que fuera pegando tiros por ahí.- Me explicó
Sam. - Jimbo se ha criado a la sombra de su padre y ya sabéis que los políticos
son los verdaderos mafiosos. Asique es lógico que haya acabado así, de tal palo
tan astilla.- Y se fue a por la barca que Richar y la chica que iba con él
habían dejado en la playa para meterla un poco más tierra a dentro.
Después de eso no volvimos a hablar
mucho más sobre el tema, excepto algún comentario que otro, e intentamos
disfrutar del buen día que hacía. Karl y yo extendimos nuestras toallas
justamente al lado del puesto de Sam y nos fuimos a pegar el primer chapuzón en
el mar, que estaba repleto de gente, algunos en la orilla, haciendo todo tipos
de cosas, desde enterrarse o hacer castillos en la arena, los más pequeños,
hasta partidos de voleibol bastante intensos, jugados por los típicos tíos
petados y bronceados que se exhibían mientras jugaban, pasando por grupos de
chavales que se perseguían unos a otros tirándose bolas barro de la orilla
mientras molestaban a todo resto del mundo. Había gente haciendo de todo, igual
que un poco mar adentro con surferos, hábiles y no tanto, y personas a lo suyo
mientras nadaban un poco o jugaban con la típica pelota de plástico de colores.
Nos dimos un breve baño, aunque intenso porque intentamos ahogarnos el uno al
otro un par de veces, y hubo una vez en la él casi lo consigue de verdad, y
volvimos a nuestras toallas. Yo había traído bastantes cervezas en la mochila y
también un par de gramos de marihuana, Karl trajo básicamente lo mismo,
mientras que Sam prefería no beber mientras trabajaba pero a las 8, cuándo se
pusiera el sol y recogiera todo, porque básicamente no quedaría nadie en la
playa, excepto gente bebiendo ya que era Viernes, dijo que nos daría una
sorpresa.
Karl y yo
seguimos bebiendo y nos fumamos un canuto antes de sacar lo que habíamos traído para
comer y, una vez comimos, llamamos a todos. Cortés fue al primero que llamamos
y el primero en animarse a venir, le siguieron Tony, que dijo que vendría pero
que tardaría porque estaba en el gimnasio, Steve, que se había dado el día
libre a sí mismo por lo bien que le iba, según nos dijo, vendría enseguida,
Logan y Drake estaban juntos y también se animaron, pero tenían que pasar por
sus respectivas casas para coger la toalla, el bañador, bronceador, protector
solar y demás cosas necesarias, por lo menos para ellos, para pasar el día en
la playa dijeron. Dan estaría durmiendo
porque no les contestó y, Mike y Paul, estaban currando todavía y dijeron que
cuando salieran irían.
Poco a poco fueron llegando, y con
ellos más provisiones de alcohol y canutos. El que más trajo fue Cortés, cómo
no, con 4 botellas de ron y quince gramos de marihuana pero los demás tampoco
se cortaron. Echamos a la gente nuestro alrededor de la después de que Cortés,
un poco borracho ya, casi se pegara con uno de los tipos que jugaban al
voleibol, afortunadamente para él, Logan lo paró y los colegas del otro
hicieron lo mismo yéndose a su vez de la playa, y mientras que otros, Steve y
Paul, al cuál Steve había puteado hasta hacerlo rabiar, se pegaban por encima
de toallas ajenas y molestando a todo el mundo. También Paul y yo habíamos
colaborado echando bastante humo. Antes de las siete Sam estaba recogiendo todo
con nuestra ayuda, aunque no sé si se podría llamar así a montarnos nosotros en
los “pedal bots” y luchar cómo si fuéramos piratas, tirándonos mientras nos
peleábamos entre nosotros en los botes, incluido Drake que hasta ahora se había
mantenido al margen de todo. Sam se cabreó muchísimo y nos dejó la señal de su
cabreo a algunos en los costados, brazos y pechos, pues nos había reventado a
puñetazos. Era un animal, tenía dos espaldas cómo las de Tony y, aunque
pareciera un tipo pacifico, y así era, cuando se cabreaba lo mejor que podías
hacer era huir a otro país. Ha Paul, Sam, incluso le hizo sangrar por la nariz
de un cabezazo, y eso que diría más tarde que fue sin querer y que ni se
enteró, ya que tenía un gran cabezón. Aprendida la lección seguimos la fiesta.
En la playa cada vez iban apareciendo más grupos de gente que iban a hacer lo
mismo que nosotros pero seguramente de una forma más tranquila. Después de que
algunos de nosotros intentásemos ligar con alguna de las chicas de esos grupos
y de que todas pasasen de nosotros, ya fuera por nuestra forma de hacerlo
bastante desagradable, tirándoles bolas de barro de la orilla, o porque
realmente no les interesábamos o porque sencillamente ya íbamos demasiado
desfasados para la hora que era.
Fue entonces cuando llegó Tony y nos dijo que el gimnasio le habían contado
que Jim había organizado de un día para otro una fiesta junto que el hijo del
dueño de un banco, que se llamaba, Kanahan Forgan. Tony nos dio todos los
detalles. A la fiesta se la había llamado “Start Festival”, iba a ser en una
mansión abandonada que habían rehabilitado para hacer la fiesta, e iba a haber
de todo, desde gogos a stripers bailando, hombres y mujeres, alcohol de todas
las clases, por lo que se intuía que iba a haber de todas las demás drogas,
cañones de humo y juegos de luces, un Dj con toda la mansión llena de altavoces
para poner a todo el mundo a bailar cómo hijos de puta. Iba a ser la fiesta del
año, empezaba a las doce de la noche, y todos los universitarios y turistas
jóvenes de la isla estaban invitados. Lo mejor, es que no valía nada, Jim y
Kanahan, la habían montado por amor a la fiesta y, según ellos, a la isla.
Karl, Sam y yo nos miramos
cómplices y, creyendo que pensaba lo mismo que ellos, le dije a todo el grupo.
- Vamos, ¿no?
Aún era las nueve.
8.-
Para celebrar el buen plan que
teníamos esa noche, y aprovechando los últimos rayos del sol, nos metimos
todos, menos Tony, una última vez, en el mar. Después recogimos las cosas
mientras hablábamos del desfase que iba a ser esa noche y nos organizamos para
vernos después. Yo en cuanto pude, que fue cuando iba a buscar a mi corcel,
llamé a Mike, Paul y ha Lys para contarles lo de la fiesta. Mike y Paul me
dijeron que vendrían a “La primera”, donde habíamos quedado todos antes para ir
juntos, y Lys me comentó que ya sabía de aquella fiesta y que me iba a llamar
para decirme que iba a ir con Helen y con Rebeca, asique quedamos en que nos
encontraríamos allí. No sé porque, me puse nervioso al saber que Lys y Helen
eran tan amigas cómo para ir a unas fiestas juntas. Cuando termine de hacer
esas llamadas conduje de vuelta a casa. Lo hice bastante bien pese a ir ya
bastante borracho. Llegue a casa y Dan estaba viendo la televisión mientras se
tomaba una cerveza en el salón. Le conté el plan que teníamos, lo de la fiesta
en la mansión abandonada con bebida gratis, pero aun así dijo que no quería
salir y en ese momento supe que le pasaba algo más, así que me puse serio.
- Dan, ¿qué te pasa colega? ¿Hay
algo de lo que quieras hablar tío? Porque no es normal que no quieras venir y
lo sabes, asique algo te pasa.-
-No es nada colega, id y pasarlo
bien, es sólo que estoy cansado.- Dijo haciéndose de rogar.
- Veeenga, pequeñín peludo, sabes
que puedes contar conmigo.- Le dije para insistir un poco más pues ahora ya sí
que se notaba que le pasaba algo.
- La verdad es que no sé porque no
te lo he contado, pero fui a ver a mi madre y resulta que está embarazada.-
Hizo una breve pausa. - De mi padre, otra vez. No sé en coño piensan, ¿no les
ha bastado con traer un hijo al mundo para jodérsela que ahora quieren otro? Y
la subnormal de mi madre creé que ese niño cambiara las cosas, que cambiara a
mi padre, y que todo se convertirá en un cuento de hadas. Está jodidamente
zumbada.- Dijo, alzando la voz frase por frase y siguió diciendo lo subnormales
que le habían tocado por padres.
También me contó que su madre le
había dicho que su padre había dejado de beber desde que se marchó de casa y
que estaban muy preocupados pero querían dejarle su espacio. La verdad es que
su madre parecía que vivía en una realidad lejana a la nuestra. Dan no lloraba,
pero se le notaba que todo eso le estaba provocando mucha ansiedad, así que
intente tranquilizarlo y cuando lo logré, siguió hablando.
- Por eso no quiero salir, colega,
no quiero terminar cómo esos dos. Además, en cuánto nazca ese chaval pienso
protegerle de todo en esta vida y, si puedo, en la siguiente, y a mi madre
también, mantendré a ese hijo de puta a raya y en cuanto la cague una vez lo
pienso echar para siempre. Mi madre si quiere que se vaya con él, pero de mi
hermano me ocupo yo.- Dijo, ya con lágrimas en los ojos y lo intenté consolar
diciéndole.
- Todos te ayudaremos a cuidar de
ese niño y que no le pase nada, te lo prometo, cuenta con nosotros.- Él me
abrazó y no dijo falta que dijera nada más.
Cuando se tranquilizó volví a
preguntarle por lo de la fiesta sabiendo que su respuesta iba a ser sí. Nos
preparamos algo de cenar antes de ducharnos y, una vez duchados y maqueados,
salimos en busca del coche para ir a “La primera”, donde habíamos quedado con todos
los demás. Con un Dan ya a tope de energía tras haberlo soltado todo llegamos
al primera mientras le hablaba de Lys. No fuimos ni por poco los primeros en
llegar pues Tony y Cortés no habían pasado por casa, uno porque ya estaba
duchado después del gimnasio y el otro porque se le habían perdido las llaves
de su casa en la playa y no tenía cómo entrar porque su compañero de piso no
estaba en casa y no le cogía el teléfono, asique se hicieron compañía.
Uno a uno fueron llegando todos,
menos Drake que a última hora se había rajado. Aprovechando que estábamos allí
nos tomamos una ronda y saludamos a Dana y Alice, Tom no estaba aquella noche
allí. En cuánto jugamos un par de partidas de futbolín, mientras nos bebíamos
unas copas, nos fuimos de allí. Nos organizamos para ir en los coches, pues
Karl, Logan y Paul habían venido desde sus casas aparte de que Tony y Cortés ni
siquiera habían pasado por ellas, asique teníamos dos coches, el de Mike y el
mío. Dan, Karl y Logan se subieron en el mío mientras que en el de Mike iba el
resto del grupo.
La mansión no quedaba muy lejos de
donde vivía Karl, que había sido el único en escuchar a Tony cuándo dijo dónde
estaba. Tenían que pasar las distintas urbanizaciones que habían al este de la
ciudad, coger la carretera hacía el
“Cream Cape” y coger un desvió que había hacia la playa “Cupcake”.
A La mansión se podía acceder
cogiendo uno de los caminos de tierra que habían antes de llegar a la playa,
pero antes de llegar a ese camino empezamos a escuchar música y a ver coches
aparcados en los lados de la carretera. Aparcamos ambos coches, que se habían
ido adelantando el uno al otro casi todo el camino en una especie de
competición, y, viendo cada vez más y más gente y emocionándonos por tal
fiesta, fuimos acercándonos a la mansión por el camino de tierra lleno de
coches a los lados. A cada paso que dabamos más alto escuchabamos la música y
ya veíamos las luces que salían de dentro de la mansión e iluminaban su
perímetro, aunque fuera, en la entrada, en la que había una fuente por la que
dos ángeles de piedra alguna vez mearon agua, había aparcados bastantes coches
con su propia música y con los faros encendidos para dar ambiente.
- Joder, que ambientazo, Jim sabe
cómo dar una buena fiesta.- Cortés llevaba a tope desde que habíamos bajado de
los coches.
Los demás, la verdad, estábamos un
poco atontados mirando para todos lados y hablando entre nosotros de si
conocíamos a ese o aquel otro. Llegamos por fin a las puertas de la mansión
tras subir por una escalinata que llevaba a ellas. Las puertas eran enormes y
estaban abiertas dejando escapar la música y ver un poco de lo que nos esperaba
dentro, puta depravación. No eran ni las doce y media y la mansión ya estaba
llena de gente. En el recibidor de la mansión, un cuarto enorme con dos escaleras
que subían a los pisos superiores en cada lado, caían desde el techo unas
jaulas de metal bastantes pequeñas en las que había encerradas unas stripers y
unos boys los cuáles, mientras bailaban, iban saludando a todos los que
entraban. Antes de pasar al salón principal había una barra con un camarero,
bien provisto de todo, que te servía lo que le pidieras, incluidos todo tipo de
drogas, por lo que pudimos comprobar. Fue en esa barra en la que perdimos a
Cortés, Logan, Tony y Paul, y no los volvimos a ver en un buen rato. Mike,
Karl, Dan y yo pasamos al gran salón principal, repleto de gente y con más
jaulas colgando del techo con Stripers y boys bailando dentro. El Dj, que no
era otro más que Tom, estaba dando saltos, sudando, mientras un remix de “In
the name of love” de Matin Garrix reventaba los altavoces haciendo pegar botes
a todo el a casi todo el mundo, exceptuando a las parejas que se estaban
enrollando y eran tantas que las había allí donde miraba. Yo buscaba entre toda
esa gente a Lys, pero Mike y el resto estaban ya dándolo todo y yo no podía
quedarme atrás. De vez en cuando, los “bailarines” que estaban en las jaulas
nos tiraban alcohol encima y había un generador de vapor que hacía que toda la
gran sala estuviera cómo en una nube. Volvimos a encontrar a los demás, de
casualidad entre toda la gente, y resultaba que, cómo no querían estar yendo
todo el rato a pedirle copas a los camareros que había en distintos puntos de
la mansión, habían robado todo el alcohol, hielos y mezcla que habían podido,
aparte de copas de balón para todos. En ese momento fue cuando empezó la fiesta
realmente para nosotros.
Bebimos las primeras rondas muy
rápido y para cuando me pude dar cuenta ya estábamos bebiendo directamente de
las botellas mientras que las que habíamos terminado las tirábamos a la otra
punta del salón. Más que bailar, nos
empujábamos entre nosotros y al resto del mundo, que nos volvía a
empujar. Aunque el punto máximo de la noche fue cuando Logan, Mike y Cortés se
subieron a una de las jaulas y empezaron a bailar. Para colmo Logan se mareó y
empezó a potar desde la jaula a la gente que había debajo que, del asco, mucho
empezaron a potarse también entre ellos. Mike y Cortés lo sacaron de allí
mientras la gente les arrojaba de todo y Tom se burlaba de Logan en público. Yo
no había bebido tanto cómo el resto, y Karl y Dan tampoco. Así que nos fuimos a
investigar la mansión por nuestra cuenta, aunque yo tenía otra motivación para
moverme un poco, buscar a Lys.
Subimos a la segunda planta. En
ella había montones de habitaciones con luces de neón y, en ellas, había gente
haciendo de todo, desde pincharse heroína hasta tres o cuatro parejas follando
entre ellas, y nos flipo que fueran tan drogados que ni se daban cuenta de que
habían dejado las puertas abiertas mientras lo hacían o, tal vez, les ponían
que la gente los mirará, porque había unos cuantos pervertidos mirando desde
fuera. Otras estaban ocupadas por gente fumando desde porros hasta cristal y
muchas estaban cerradas sin dejar ver lo que pasaba dentro, pero ya nos había
quedado claro el abanico de posibilidades de lo que podíamos esperar detrás de
ellas. Andamos por aquel piso y no encontramos ninguna habitación vacía, asique
subimos al tercero para ver que nos deparaba. El tercer piso que, al contrario
de lo que esperábamos, estaba vacío. Andamos por el largo pasillo de aquel piso
a oscuras, tal vez por eso nadie había subido allí o, quizá, habría alguien que
no hubiéramos visto. Karl, que había sido más previsor que nosotros. Se había
traído unos cuantos petas ya liados de casa, así que fumamos de los suyo
mientras mirábamos por una de las ventanas de una de las muchas habitaciones al
mar, que estaba bastante en calma esa noche. Yo ya me había acostumbrado a la
oscuridad, aunque la Luna me había ayudado bastante, cuando empezamos a
escuchar pasos por el pasillo, por el cuál un hombre estaba pasando a toda
velocidad. Salimos al pasillo y mirando, para ver de dónde venía aquel hombre,
vimos unas escaleras que subían un piso más. -Supongo que habrá una guardilla
arriba, ¿subimos y nos fumamos otro arriba?- Preguntó Dan, que tenía aún más
ganas de aventura. - Venga va, ya que estamos
vemos completa la mansión, ¿no, John?- Se animó también Karl, al cual el
canuto le había dejado bien a gusto porque se había fumado la mayoría
dejándonos la chusta a Dan y a mí. - Y os invito a otro arriba, John. Vamos a
terminar el tour anda-. Terminó diciendo al ver que no le respondía. - Mira que
sois pesados, venga vamos, que quiero ver si encuentro a Lys después y así me
dejáis en paz.- Respondí.
Cúando nos ibamos acercando a las
escaleras empezamos a escuchar gritos y golpes, cómo de alguien que se
intentaba defender. - Ostia tú, sí que se lo están pasando bien ahí dentro,
¿no?- Dijo Dan al escuchar los golpes y los gritos. - Eso parece, tal vez es
mejor irnos y dejarlo para otro momento.- Le contestó Karl. Y nos dimos la
vuelta para irnos pero escuchamos un grito que activo nuestras alarmas, “Para
por favor, no, para”. Era una mujer llorando. Rápidamente nos dimos la vuelta y
entramos en la guardilla. - ¿No te he dicho que esperes fuera y que después era
tú turno? ¿Es que eres tonto o qué? Vigila.- Dijo una voz, la cual reconocí al
instante. - Y tú calla pedazo de zorra. ¿No querías divertirte, no querías
pasarlo bien? Pues venga, que es lo que querías y para eso estás aquí.-
Era Jim intentando violar a una
tía, que por cómo iba vestida sería una de las muchas stripers que había esa
noche en la mansión. Él se dio la vuelta y, mirándonos, nos preguntó. -¿Quién
cojones sois? ¿Que hacéis aquí? ¿Dónde está el guardia que había en la puerta?-
-Aquí jefe.- Dijo una voz a nuestras espaldas
y los tres escuchamos el seguro de su pistola quitarse.
9.-
Al escuchar ese sonido se me
paralizaron las piernas y tampoco podía hablar, era como si hubiera perdido el
control sobre mi cuerpo. Dan y Karl parecian estar igual que yo pues ni se
movieron ni dijeron nada.
-¿Dónde cojones estabas pedazo de
mierda?- Le preguntó Jim al jambo que acaba de llegar.
Yo di por
supuesto en aquel momento que el tipo que nos apuntaba aun metro detrás de
nosotros sería un tipo de guarda espaldas o algo por el estilo. Jim, mientras
se subía los pantalones, se dio la vuelta y nos miró,
o al menos eso parecía en aquella oscuridad.
-Lo siento, es que me habían
avisado de que había un merequetengue en el salón principal, unos pinches
cabrones han iniciado una pelea que ha terminado en una especie de batalla
campal.- Contesto con acento mexicano, seguramente era uno de los que estaba en
el hipódromo. - ¿Les doy chumbimba a estos, Jimbo?
De repente, desde el final del
pasillo del tercer piso, se escuchó una voz gritando.-Noooo, espera un
segundo.- La persona que había gritado se estaba acercando rápidamente, o eso
podía notar yo por el ruido de sus pasos al tío que nos apuntaba que no le dio
tiempo a reaccionar cuando el otro le pego con una barra de metal, lo cual pude
reconocer por el sonido, en la cabeza.
- ¿Eres tú Mike?- Dijo Karl, con la
voz un poco temblorosa. Nos giramos los tres, Dan, Karl y yo, y en la penumbra
reconocimos su sonrisa, la cual parecía aliviada.
-¿Que cojones haces Mike? ¿Qué
significa todo esto?- Preguntó Jim, que todavía no nos había reconocido.- Esos
tres no pueden salir de aquí indemnes y lo sabes, aunque no pasaría nada porque
nadie les va a creer, igual que a esta zorra.- Dijo mientras la volvió a pegar
un guantazo.
Jim estaba demostrando ser del tipo
de personas que disfrutan humillando a otras, haciendo saber al resto del mundo
que bailan a su son y, quizá, fuese porque lo habían educado para eso, para que
el mundo bailara a su son.
-No te has dado cuenta de quienes
son, ¿verdad? Yo me haré cargo de ellos, no te preocupes y sigue a lo tuyo,
Jimbo. -Dijo Mike, que ya se le había quitado la sonrisa. Y nos sacó de allí
sin siquiera dejar responder a Jim.
Lo que sí hizo fue cerrar la puerta
y tirar la barra de metal en una de las habitaciones vacías de aquella planta.
Fue, tramo a tramo de las escaleras, cómo si le persiguiera el diablo. No nos
preguntó nada, tampoco nos dijo nada de ninguna otra cosa. Ni nos miró. Aunque
nosotros tampoco le dijimos ni preguntamos nada a él, era como si estuviéramos
esperando una señal para hacerlo, pero no llegaba.
Nos condujo fuera de la mansión, de
la que salía mucha gente ya, bastantes de ellos con moratones o sangrando, y
cogió un camino que llevaba hacia la playa, pero yo me planté en medio de aquel
camino, porque no podía más.- Mike, ¿no nos vas a explicar lo que acaba de
pasar ahí arriba?-
Se pararon todos. Mike no era capaz
de mirarme, por mucho que yo le buscará los ojos. Estaba a punto de cogerle de
la cara para que me mirase fijamente y hacerle responderme cuándo el que me
respondió fue Karl.- Creo que podemos dejarlo para otro momento, John. ¿Sabes
dónde esta el resto, Mike?-
-Sí.- Fue lo único que dijo, todavía
sin mirarnos a la cara a ninguno de los tres, y siguió andando hacia la playa.
Nosotros le seguíamos en silencio, supuse que todos pensábamos en lo mismo, y
que Dan no debía entender nada de lo que acaba de pasar. Yo todavía tenía algo
de miedo en el cuerpo, era la primera vez que me apuntaban con una pistola, y
pensé en cómo Mike no se había quedado paralizado cómo nosotros. Quizá también
fue por miedo que Mike le había reventado la cabeza al mexicano, el mismo miedo
que nos había paralizado a nosotros tres a él lo había llevado a eso.
Seguimos a Mike a unos metros de
distancia hasta que vimos al resto del grupo. Estaban sentados en unas dunas un
poco alejadas de la orilla de la playa. Al principio no los vimos bien, pero
cuando llegamos a su lado vimos que Logan y Paul tenían sangre, ya seca, en las
fosas nasales y Cortés un ojo que se le estaba empezando a poner morado. El
único que estaba casi intacto era Tony, que sólo tenía los nudillos de las
manos hinchados.
-¿Pero que os ha pasado chavales?
¿Una manada de rinocerontes por encima o algo así?- Les preguntó Dan empezando
a reírse.
-Que va, el payaso de Paul, que la
ha liado pero bien, te juro que yo ya no veía ni quien me pegaba ni a quien
pegaba yo, pero me han caído por todos lados y le metido a todo lo que se
movía. Por lo menos conservo todos los putos dientes, que si no te daba una
paliza, subnormal.- Dijo Cortés, bastante cabreado la verdad. - Y lo peor de
todo es que no se ni porque me estaban pegando ni yo a ellos, sólo sé que ha
habido un momento de locura que te cagas hasta que han llegado los de
seguridad, que flipo con que haya tipos de seguridad en una fiesta así de..
rara.
- Vale, ¿que ha liado Paul?-
Pregunté yo ya riéndome al escuchar cómo Cortes era capaz de responder a todo
menos a lo que había preguntado Dan, que se le notaba más tranquilo, cómo si
gracias a estar todos juntos le hubiera devuelto la calma.
-Pues tío, un jambo que se estaba
pasando con una chavala y yo, no sé si ha sido por el alcohol, me he creído un
héroe y querido ayudarla, pero nada, eran novios y el tío se ha creído que
quería levantársela, que sí pero no. Claro, se me ha ido la pinza cuándo me ha
gritado y cómo llevaba una gorra se la he cogido y la mandado a tomar por culo
para que se le perdiera. Ahí me he llevado la ostia que casi me rompe la nariz
y después no sé qué ha pasado que se estaba peleando todo el mundo.- Dijo Paul, mientras seguía limpiándose las
narices ensangrentadas.
- Yo lo que os puedo decir es que creo
que todo ha sido culpa de la gorra. Ha sido cómo un efecto avalancha. La gorra
ha tirado un par de copas, lo cual ha llevado a algún malentendido entre
borrachos y la movida ha pasado de grupo a grupo a ostias. Yo a uno le he
reventado un vaso en la cara, el muy subnormal me ha tirado un par antes, eh,
no me miréis con esa cara.- Dijo Tony poniendo un poco de luz sobre el tema.
-Yo estoy reventado, ¿nos vamos a
nuestras putas casas ya o qué? Que yo sí que he perdido un diente, ¿por cierto,
donde estabais vosotros cuatro mientras tanto? Porque nos hubierais venido de
puta madre para controlar al subnormal de Paul.- El pobre de Logan se había llevado la peor parte. Ahora
que lo veía mejor ya que mis ojos se habían acostumbrado a la poca luz que se
proyectaba en la Luna vi que tenía el labio superior bastante hinchado.
-Fumando la pipa de la paz,
hermanito.- Dijo Karl.- ¿Por lo menos habrás encontrado el diente para que te
lo vuelvan a poner, no?
-Creo que me lo he tragado.- Le
contestó Logan.- Si quieres miro en mi mierda.
Con una risa general, menos del
propio Logan que le dolía demasiado la boca, dimos por zanjado el tema, sin
responder a la pregunta de Logan, y nos pusimos en marcha hacia los coches.
Mike seguía sin decir palabra,
asique me acerqué a él.
-Siento lo de antes, no tenía que
haberme puesto así pero sabes que necesito saber qué es lo que cojones ha
pasado, y Karl y Dan también deberían saberlo.- Le dije, al final sin
consolarlo tanto cómo me hubiera gustado.
-No te preocupes, os lo explicaré,
pero ahora mismo no dejo de pensar en si habré matado a José con ese golpe en
la cabeza…- Me contestó Mike y me di cuenta de que le temblaban las manos.- Por
cierto, ya sé que estuvisteis en el hipódromo. No deberíais haber llevado a
Paul si queríais que no me enterase, me lo ha preguntado en la mansión si la
tía que me tire en el hipódromo estaba buena y que si se la presentaba. Habéis
hecho bien en no contarle nada de lo que creo que visteis esa noche.-
Sentenció.
10.-
Llegamos a los coches y nos
volvimos a organizar para volver. En lo que discutían quien iba en el coche de
quien aproveché y llame a Lys, pero no me lo cogió. “Espero que no le haya
pasado nada, porque tal y como ha terminado esta “fiesta”…”, pensé. Ya se
habían decidido, Karl, Córtes y Logan irían con Mike mientras que el resto me
tocaba a mí dejarlos en casa.
-Después nos vemos.- Le dije a
Mike, pero el que me contestó fue Karl.
- Si, después hablamos.- Dijo.
Mientras conducía todos íbamos
callados, pensando cada uno en sus cosas o dormidos cómo en el caso de Paul.
Deje primero a Tony, que vivía bastante cerca de Karl, y después dejé a Paul en
su casa y nos despedimos hasta el día siguiente porque trabajábamos los dos.
Camino a casa le pedí a Dan que
llamara a Karl para que le dijese que fueran, Karl y Mike, a mi piso para
hablar de lo que había pasado, y así lo hizo.
-John, ¿por qué crees que Mike
parecía tan acostumbrado a la escena del desván?- Me pregunto Dan, sin rodeos,
después de colgar el teléfono.
-Espera un poco, Dan, estamos a
diez minutos de averiguarlo.- Le contesté, intentando no ponerle nervioso antes
de tiempo.- Además, seguro que tiene un buena explicación, es Mike,
recuérdalo.-
No hizo ninguna pregunta más, ni
dijo absolutamente nada, en todo el camino que quedaba hasta el piso. Yo iba
pensando en que Dan ya tenía bastante con lo suyo cómo para verse en medio de
todo esto, aunque realmente no es que estuviéramos en medio, si no detrás.
Cuando llegamos a mi portal,
después de aparcar a dos manzanas de allí, Karl y Mike ya estaban esperándonos.
Mike seguía con la mirada perdida, sin mirarnos a ninguno de nosotros. Subimos
en silencio y me pude imaginar que ellos habían hecho el trayecto igual que
nosotros, con ese mismo silencio que hacia palpable la tensión que había entre
nosotros tres y Mike.
Sin decir ni una sola palabra todos
buscamos un lugar para sentarnos en el salón. Parecía incluso que ya habíamos
tenido alguna reunión igual por cómo la afrontamos.
- Bueno… primero deberíamos contarle,
John o yo, a Dan lo que paso en el hipódromo, ya que es el único que no estuvo
allí esa noche para que entienda un poco más la situación.- Dijo Karl, que fue
el primero en tomar la palabra.
-¿Qué noche? ¿Qué pasó en el
hipódromo? ¿Vosotros ya sabíais que Jim era un violador que encima utiliza a
mexicanos de seguridad mientras? ¿O que Mike puede tumbar a un tío que lleva
una pistola sin inmutarse y encima irse dejando detrás a una chica con un
violador?- Dijo Dan, bastante desconcertado a la par que enfadado.
-No es algo que yo pueda cambiar
Dan..- Intentó defenderse Mike, que seguía sin mirarnos a la cara mientras
jugueteaba con algo entre las manos.
-¿Cómo? ¿Desde cuándo sabes que tú
primo se dedica a montar fiestas para poder violar a mujeres? Y, ¿desde cuándo
se lo permites o es que tu también has participado? ¿Qué más cosas haces que no
sepamos, Mike? La verdad es que ahora mismo no te reconozco, ¡Y mirame cuando
te hablo, joder!- Le corto Dan de inmediato. Mike dejo de hablar, pero si que
le miro a los ojos, con una mirada que
pedían comprensión.
-Dan, no te pases y Mike, levanta
la cabeza. No estamos aquí para juzgarte si no para que podamos entender que
coño pasa, porque, yo por lo menos, no entiendo cómo te has juntado con gente
así ni para qué. Y no me da la cabeza para imaginármelo. Pero primero, creo que
hay que contarle a Dan lo que vi en el hipódromo, cómo ha dicho Karl.- Dije yo
y empecé a contarle a Dan lo que pasó en el hipódromo y las conclusiones que
justamente habíamos sacado esta mañana Karl, Sam y yo.
Dan, que había seguido mi relato
sin perderse ni una palabra, se puso aún más nervioso de lo que ya estaba y
Mike, que también había seguido mis palabras, se preparaba para intentar
explicarse.
-No entiendo nada, de verdad. No
entiendo porque has hecho nada de esa mierda y, aún menos, porque vosotros dos
no habéis confiado en mí desde un principio.- Dijo Dan y ahora él el que no nos
miraba al resto.
-No lo han hecho porque desconfíen
de ti o del resto, lo han hecho para protegerte de lo que pudiera pasar, Dan. -Le
contesto Mike, tomando la palabra y volviendo a mirar al suelo cómo si las
palabras que buscara estuvieran allí desparramadas esperando a que él las
pusiera en orden. - Es la misma razón por la cual yo os he mantenido al margen
de todo esto durante más de un año. Y creerme cuando os digo que no me
arrepiento de haberlo hecho. Es bastante complicado explicaros todo esto, pero
ahora más que nunca entiendo que necesito hablaros de todo esta mierda. -Paró
para tomar aire y ordenar aún más sus pensamientos. -Cuando mis padres murieron
todo me pareció muy raro. Mi padre nunca había tenido ni el más leve accidente
conduciendo y el coche estaba en buenas condiciones, acaba de salir del taller
esa semana porque mi padre lo había llevado para hacerle una revisión, y de
buenas a primeras me dicen que se ha empotrado contra un camión, matándose
tanto el camionero cómo mis padres, que volvían de pasar el día en la playa.
Era el día de su vigésimo aniversario de boda. Mi hermano y yo lo perdimos todo
porque resultó que mi padre estaba muy endeudado, cómo ya sabéis, pero mi padre
jamás se hubiera endeudado, no era de ese tipo de persona, además que mis
padres tenían un buen seguro por defunción, del que tampoco vimos nada. A mí el
dinero siempre me ha dado igual, pero no el futuro de mi hermano, asique
investigue un poco y justamente ese año el padre Jim, Adam Nielson, fue cuando
llego a Gobernador de la isla y creo que utilizó el dinero de mi padre para
ello. Al principio no pensé en eso, claro, pero cuando estuve en el centro
empezaron a llegarme rumores de otros chavales que estaban allí porque les
habían pillado traficando o cosas así. Cuando a eso chavales les dije quién
era, o más bien de quien era hijo, me empezaron a respetar y me contaron, al
ver que yo no tenía idea de nada, que mi padre y el padre de Jim se habían
encargado durante los últimos veinte años del tráfico de drogas de los cárteres
colombianos. –
Mientras que Mike paró medio
segundo a coger aire, ya que había soltado todo lo anterior del tirón, cómo si
se parase fuera a callarse para siempre, se me vinieron en ese momento las
fotos de la boda de los padres de Mike a la cabeza. Caí en que el padre de
Jimbo había sido el padrino de Eduard, el padre de Mike, y que se había celebrado
en Colombia al igual que la luna de miel. Empezaba a ver por donde iban los
tiros, nunca mejor dicho.
Mike continuó hablando.- Yo en ese
momento no lo entendí muy bien, pero terminé comprendiendo que quizá no había
sido un accidente y que Adam se había quitado de en medio a mi padre para
quedarse con su dinero y poder financiar su campaña electoral. Asique en cuanto
salí del centro y pude, volví a entrar en contacto con Jimbo y fue justamente
cuando estaba empezando a negociar con los mexicanos para seguir los pasos de
su padre y demostrarle su hombría, o eso dice él. He tenido que tragar mucha
mierda pero creo que a través de Jim voy a llegar a su padre y saber la verdad
de una vez por todas. Lo único que siento es habéroslo ocultado chavales, pero
espero que me entendáis. Y también siento que por todo esto voy a perder a mi
hermano, que volverá a casa dentro de unos días del internado en el que lo
tengo metido, y en el cuál metí para tenerle lejos de mi y de esta mierda. Pero
no puedo dejar de pensar en que tengo que llegar a la verdad cueste lo que
cueste. Por la memoria de mis padres, sobretodo la de mi padre, ya que todavía
no me creo que estuviera metido en todo eso. Y me da igual hasta donde tenga
que llegar, muchachos, pero no me sigáis. Está es la última vez que nos
veremos, espero que lo entendáis.- Y
tras decir eso, y aunque intentamos retenerlo, Mike se marchó.
Justo cuándo salió por la puerta
empezó a sonarme el teléfono. Era Lys. Le conteste por ser ella quien me
llamaba, porque también me tenía preocupado, pero no tenía tiempo, tenía que
seguir a Mike y convencerle de que nos dejase ayudarle y decirle que lo
sentíamos por desconfiar de él.
- Dime rápido Lys, que ahora me has
piyado liado con un tema..- Le dije antes de que ella pudiera decir nada.
-John, te
necesito, no sabía a quien llamar. Acaban de encontrar el cadáver de Helen en
la playa, ven por favor..- Dijo Lys y me dejó sin aliento.
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